Aparentemente, la entrada correspondiente al martes 9 de febrero de 2010, un comentario del escritor Martín Cristal –publicado en http://elpezvolador.wordpress.com/2009/04/20/traducir-a-salinger/ como "Traducir a Salinger" y republicada en éste, bajo el título de "J. D. Salinger: el turno de los cuentos" – ha producido un cierto revuelo. Sobre todo, a partir del momento en que Juan Gabriel López Guix tuvo la amabilidad de hablarle de este blog a su compatriota José Antonio Millán, quien estableció un vínculo con la entrada, colgándola a su vez en su blog Libros & Bitios (http://jamillan.com/librosybitios/blog/index.htm), desde donde fue reproducida a muchos otros blogs españoles. El resultado inmediato traduce la cantidad de consultas al blog, por lo que vaya nuestro agradecimiento a Juan Gabriel y a Millán.
Considerando el promedio histórico de entradas, el blog del Club de Traductores Literarios de Buenos Aires siempre tuvo el doble de consultas argentinas respecto de las españolas, quedando en tercer lugar aquellas provenientes de México. Al día de hoy, las entradas argentinas son 1207, las españolas 915 y las mexicanas 165. No sé si estos datos se relacionan con la pasión que despierta Salinger o tienen que ver con una discusión en ciernes, que se está desarrollando desde hace casi una semana en la mencionada entrada del 9 de febrero, sobre los problemas que se plantean en el momento de decidir a qué castellano se traduce. Si así fuera, ésta es una magnífica oportunidad para continuarla, por eso se publicaron la columna del argentino Andrés Neuman (cfr. lunes 15 de febrero), así como el artículo de la costarricense Jacqueline Murillo (cfr. martes 16 de febrero), a los que hoy sumo una breve reflexión sobre las decisiones del traductor y la responsabilidad que éstas conllevan.
Hace poco me tocó escribir la reseña de Beber para contarlo, un libro algo tramposo publicado en Gran Bretaña, que recopila cuentos, fragmentos de novela, fragmentos de piezas teatrales y alguna crónica que tienen como común denominador el alcohol y sus consecuencias. Los derechos de ese volumen fueron adquiridos por la editorial Norma, la cual encomendó la tarea a un equipo de traductores españoles, integrado por Miguel Martínez-Lage, Jaime Blasco Castiñeyra, Gerardo Mendoza Álvarez, J. L. Miranda, Carlos Gerald Pranger y Eugenia Vázquez Nacarino, los cuales, en la mayoría de los casos, parecieron especialmente empeñados en buscar las palabras más lejanas del castellano que se habla en otras provincias de la lengua, dificultando así la lectura a niveles por momentos increíbles. Y no se trata aquí de la traducción de juegos de palabras o de referencias extremadamente locales, sino más bien de un tono general, que parece excluir a cualquier lector que no sea peninsular.
Prácticamente en todos los textos hay escollos, pero en el caso de aquéllos traducidos por Martínez-Lage se convierten en cordilleras. Véanse, por caso, las siguientes expresiones tomadas al azar de "Por gracia", el cuento de James Joyce que abre el volumen, y que también puede consultarse en otras versiones de Dublineses (tengo a mano la de Oscar Muslera, publicada por Fabril Editora, de Argentina, en 1961). En sólo dos páginas y media del cuento y con verdadero desprecio de cualquier lector que no sea español, Martínez-Lage se despacha con “coche de punto” (por “coche de alquiler”), “dar el pego” (por “engañar”), “soltar puyazos” (por “burlarse”), “pimplarse” (por “beber”), “pasarlas canutas” (por “pasarlas negras”), “bebercio” (por “bebida”), etc. . Quisiera dejar sentado que, en la mayoría de los casos, la aclaración entre paréntesis corresponde a la primera acepción que ofrece el Diccionario de la Real Academia Española, con lo que resulta claro y evidente que los localismos podrían haberse evitado con un poco de buena voluntad y pensando en el prójimo. Se dirá que esas expresiones en España son transparentes. Sin embargo, en la mayoría de los países de Latinoamérica no quieren decir nada. Si se hubiera optado por el sentido común, el cuento, en todo caso, habría ganado lectores, o al menos podríamos imaginar que su acción transcurre en Dublín y no en Pamplona.
Habrá quien diga que la culpa es del editor y no voy a ser yo quien defienda a los editores. Pero antes está el traductor, que es quien decide en primera instancia, ofreciéndole al editor, llegado el caso, el material con que éste va a trabajar. Y me permito acá dudar de que a algún editor se le ocurra corregir "tonto" reemplazándolo por "cuatrilicoche" (como efectivamente pone Martínez-Lage). Sus decisiones implican responsabilidades para con los lectores, y no sólo para aquéllos que viven en la otra cuadra. Y esto vale tanto para españoles como para argentinos, mexicanos o chilenos. Dicho de otro modo, no hay excusas.
Jorge Fondebrider
miércoles, 17 de febrero de 2010
Decisiones y responsabilidades
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Soy una fan de este Club.
ResponderEliminarCon lo cual me contraría mucho que me decepcione este comentario.
María Teresa Gallego Urrutia
Estimada María Teresa:
ResponderEliminarLamento que este comentario la contraríe, aunque sinceramente no encuentro la razón de ello, por lo que, cordialmente, le ruego me la explique.
Entiendo que estamos intentando discutir un problema central de nuestro trabajo, del que no siempre somos conscientes, y me incluyo.
Por otra parte, si lo que a usted la ha incomodado es la mención directa de personas, como fan de este Club sabrá que siempre las cosas se han dicho acá de frente por enojosas que hayan resultado.
Con el debido respeto y admiración.
No, no, en absoluto. No me incomoda nada y no me parece ni pizca de mal que se cite a nadie. Incluso me parece bien.
ResponderEliminarLo me contraría no es tu artículo (¿puedo llamarte de tú?). Me contraría sentirme un poco decepcionada por no estar de acuerdo.
Sí, me gustaría explicarlo y hablarlo. Pero tengo que pensar en cómo lo explico, porque es un terreno resbaladizo.
Por supuesto que podemos tutearnos, Maite. Y realmente me encantaría que este fuera un debate provechoso para todos, donde se pudiera hablar exclusivamente del trabajo, dejando de lado toda sospecha de nacionalismo en uno u otro sentido.
ResponderEliminarTomate el tiempo que creas necesario y entablemos esa charla, necesaria a uno y otro lado del Atlántico. De hecho, con las jornadas emprendidas el año pasado sobre el "castellano neutro" hemos dado un primer paso.
Con la cordialidad de siempre.
De acuerdo.
ResponderEliminarLo que estaba preparando para esta zona de comentarios, lo he trasladado, una vez reelaborado hasta cierto punto, a la zona de comentarios de la entrada del 20 de febrero.
ResponderEliminarPara tirarme de cabeza en aguas profundas sin más demora.