domingo, 21 de febrero de 2010

Sí, como mínimo...

Lo que sigue es la columna del escritor español Alejandro Gándara (Santander, 1957), publicada en el blog El Escorpión, del diario El Mundo, y mencionada por María Teresa Gallego en el debate que está teniendo lugar en la entrada correspondiente al día 20 de febrero del blog del Club de Traductores Litearios de Buenos Aires.

Quien desee enterarse de los comentarios aludidos en el debate por Andrés Ehrenhaus, puede acceder a ellos en http://www.elmundo.es/blogs/elmundo/escorpion/2010/02/19/las-traiciones-al-traductor.html

Las traiciones al traductor

Hacia el mes de mayo, saldrá a la calle el Libro Blanco de la Traducción, elaborado por ACE-Traductores, que promete ser algo así como una patología general de la edición en España, al menos (aunque tengo la impresión de que se verán más cosas) en relación con estos profesionales, gracias a los cuales nos enteramos de la materia universal. El 25% de los libros publicados en España precisan de este oficio y si nos referimos a lo literario hablamos del 38%.

Lo cierto es que cualquiera que tenga un amigo traductor sabe que vivir de ese trabajo es una epopeya, tan dramática y absurda a veces que serviría para animar cualquier club de la comedia, si no fuera porque el espectáculo se interrumpiría prontamente a causa de los llantos.

Hay en esto un asunto más que gremial y reivindicativo, o sea, justicia aparte: de los profesionales de la traducción depende lo que leemos, lo que entendemos y los elementos del imaginario colectivo para acercarse a otras culturas y otros mundos; depende el empobrecimiento o enriquecimiento de nuestra lengua; depende la actualización de nuestros conocimientos y de nuestra manera de estar en lo ajeno; y depende también el que la palabra siga siendo un vehículo del pensamiento, del intercambio y de la comunicación humana.

Como mínimo, habría que cuidarlos mucho.

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