jueves, 31 de agosto de 2017
La poesía reunida de William Carlos Williams
El 22 de julio pasado, el
crítico literario Juan Manuel Vial publicó el siguiente comentario en el
blog que lleva en el diario La Tercera,
de Chile. En él se refiere a la Poesía
reunida, del poeta estadounidense William Carlos Williams, que, en edición
de la editorial Lumen, de Barcelona incluye traducciones del mexicano Juan Antonio Montiel, del argentino Edgardo Dobry y del canadiense Michael Tregebov
Maestro antipoeta
En 1934, el
poeta Wallace Stevens escribió el prefacio de una selección de poemas de su
amigo William Carlos Williams. Allí, en ese texto, Stevens calificó a Williams
de “antipoeta”, cometiendo un error de apreciación que, no obstante, ayudó a
que en el futuro la obra de Williams alcanzara un lugar de distinción entre la
de sus pares. Comparado con otros poetas de su entorno, tipos sesudos,
densos y pedantes, como T.S. Eliot o el mismo Ezra Pound, Williams pasaba por
simplón e incluso por ingenuo. Nada más lejano a la realidad: Williams tenía
una concepción sólida y profunda de la escritura, que expresó en los
siguientes versos: “Componer. (Ideas no, / salvo en las cosas). ¡Inventar! /
Saxífraga es mi flor que parte las rocas”. Hoy sabemos de sobra que no por
entender la simpleza como expresión de la hermosura, no por utilizar el
lenguaje común y corriente, y no por tratar temas de ocurrencia diaria, el
poeta se ve menoscabado o se convierte de inmediato en un autor menor. Para
nosotros esto es claro desde hace décadas, así nos lo enseñó Nicanor Parra, a
quien, dicho sea de paso, su hermano antipoeta William Carlos Williams tradujo
al inglés.
La Poesía
reunida de Williams actúa como poderoso estimulante, como lectura
fabulosa que nos sitúa ante uno de los espíritus más sublimes y encantadores de
su época. El cierre del poema “La hostia” da otra pista
acerca del credo artístico que Williams practicó con gracia insuperable: “Nadie
estaba allí / sino por / la comida. Que sólo yo, / siendo poeta, / hubiera
podido darles. / Pero yo, / para hablar, sólo tenía / mis ojos”. Y en “La
música del desierto”, tal vez la mejor de sus composiciones, también hay
información al respecto: “Parece usted muy normal. ¿Podría decirme? ¿Por qué
alguien / querría escribir un poema? / Porque está ahí, esperando ser escrito.
/ Ah, ¿es cosa de inspiración, entonces? / Más bien de necesidad. / Muy bien,
¿y de dónde sale? / Soy alguien cuyo dilapidado / cerebro / avanza sin rumbo
fijo”.
En Viaje
al amor, libro dedicado a Flossie, su adorada esposa, Williams repara en
que “El amor es / crueldad que con / voluntad / transformamos / para estar
juntos”. Y en “El gorrión”, un poema de ese mismo libro, ocurre algo
excepcional: “Sus cejas / castañas / le dan un aire / de perpetuo / ganador;
incluso / una vez / vi a una hembra gorrión / escalar decidida / hasta el techo
/ de un depósito de agua / agarrando al macho / por las plumas / y llevarlo, /
callado, / sumiso, / colgando sobre las calles / hasta / perderse de vista”.
Me resulta
imposible referirme al “hablante” de tal o cual poema, pues para mí está claro
que siempre, o casi siempre, es el propio Williams, el de carne y hueso, el que
se deja ver en sus versos. Por supuesto que lo que digo no es un pálpito o una
sensación, ya que con el correr del tiempo en algo he llegado a conocer al
hombre. Su coraje y su sentido del humor, por
ejemplo, se ven aquí expresados con exquisita precisión: “Desafié / a los
ricos, / o más bien, / dado que ellos son como son, / a quienes los admiran”. Y
la larga amistad con Ezra Pound, con el que tantas veces discrepó en público
debido al antisemitismo desatado del maestro, queda expuesta con admirable
honestidad en la primera y última estrofa de “Mi amigo Ezra Pound”. El poema
parte así: “ya sea judío o / galés / espero que le den el Premio Nobel / lo
tiene bien merecido / –a perpetuidad– / con tal nombre”. Y concluye con
sarcasmo y dureza: “Tu inglés / no es lo bastante específico / Como escritor de
poemas / Te muestras como un inepto por no decir como / un usurero”.
Poesía reunida contiene material de algunos de los libros más llamativos de
Williams: Kora en el infierno (1920), La música del
desierto (1954), Viaje al amor (1955) y Cuadros
de Brueghel (1962). La edición bilingüe y las magníficas traducciones
de Juan Antonio Montiel, Edgardo Dobry y Michael Tregebov permiten que este
volumen llegue a ser, sucesivamente, un lujo indispensable, un regalo
inesperado y alimento diario.
miércoles, 30 de agosto de 2017
Escritores y escritoras argentinos en pie de guerra
La nota fue publicada sin firma en Clarín, el día 28 de agosto pasado. Allí se habla de una suerte de rebelión por parte de los escritores respecto de las políticas editoriales y de las políticas públicas, ideadas y llevadas a cabo al margen de las opiniones de los principales interesados en participar de ambas cuestiones. La dirección que consta al final lleva a un blog donde todo esto se explica mejor y a una lista de firmantes en continuo crecimiento
Los escritores reclaman un cambio de reglas
Un
posteo originado en una red social desató una polémica virtual interesante y
expuso una serie de problemáticas que afectan a escritoras y escritores
argentinos, y que sin embargo tienen un denominador común: la informalidad a la
que suelen estar expuestos, tanto en el trato con las editoriales como en su
relación con el Estado.
La convocatoria a instalar el debate sobre
la figura del escritor en tanto trabajador, y visibilizar las
condiciones materiales con que lidian los autores, que impulsaron Julián López
–autor del post original, que hablaba de “manejos poco claros y abusivos” –, Selva
Almada y Alejandra Zina, fue avalada por más de un centenar de narradores,
cronistas y dramaturgos, que ayer publicaron una solicitada conjunta, en
defensa del sector.
“Pretendemos generar conciencia colectiva respecto de nuestras problemáticas comunes, tanto en el ámbito comercial como en el público”, explicó Almada a Clarín.
“Pretendemos generar conciencia colectiva respecto de nuestras problemáticas comunes, tanto en el ámbito comercial como en el público”, explicó Almada a Clarín.
Con las editoriales, los autores llegan a sufrir situaciones que pueden
incluir desde la falta de información en relación a la distribución o la tirada
de sus títulos a, directamente, la ausencia de contratos o anticipos, así como
la demora en los pagos por derechos de autor. En este sentido, proponen que los
autores sean informados “de manera fehaciente sobre
cuáles serán en cada caso las condiciones de la relación comercial”,
y no se mantenga “esa suerte de sobreentendido por el que los autores debemos
agradecimiento a quienes nos publican”. Mientras que en relación al Estado,
muchas veces se sienten “los convidados de piedra
en la discusión de leyes y programas vinculados al libro”, expresa la solicitada. O se ven afectados
por la discontinuación de programas públicos.
Entre los firmantes se incluyen Mauricio Kartun, Griselda Gambaro,
Leopoldo Brizuela, Samanta Schweblin, Marcelo Cohen, María Inés Krimer, Claudia
Piñeiro, Horacio Convertini, Tamara Kamenszain, Federico Jeanmaire, Lola Arias,
Inés Garland, Esther Cross, Lucía Puenzo, Betina González, Patricia Suárez,
Feliz Bruzzone, Ariel Magnus, Fernando Noy, Romina Paula, Mauro Libertella,
Luis Mey, Mauricio Koch y Laura Galarza, entre más de un centenar de autores.
Las adhesiones pueden enviarse a
uniondeescritorasyescritores@gmail.com
También habilitaron un blog:
www.uniondeescritorasyescritores.wordpress.com
uniondeescritorasyescritores@gmail.com
También habilitaron un blog:
www.uniondeescritorasyescritores.wordpress.com
NOTA:
Al
29 de agosto a las 12.49 de la noche los firmantes son estos:
Selva Almada / Clara Anich / Guadalupe Faraj / Marcelo Guerrieri / María Inés Krimer / Julián López / Enzo Maqueira / Alejandra Zina / Miguel Gaya / Silvia Arazi / Patricio Foglia / Carla Maliandi / Jorge Yaco / Eugenia Almeida / María Sonia Cristoff / Gabriela Cabezón Cámara / Leonardo Oyola / José Gabriel Ceballos / Claudia Piñeiro / Inés Garland / Carola Martínez Arroyo / Esther Cross / Betina González / Luis Cano / Lucía Puenzo / Patricia Suárez / Mauricio Kartun / Mariano Quirós / Washington Cucurto / Marcelo Cohen / Claudia Masin / Samanta Schweblin / Juan Carrá / Horacio Convertini / Pia Bouzas / Vera Giaconi / Gustavo Nielsen / Mariana Dimópulos / Ariel Magnus / Alberto Giordano / Mercedes Araujo / Mariana Eva Pérez / Fernando Noy / Yamila Begné / Lucía de Leone / Hugo Salas / Marcelo Díaz / Soledad Vallejos / Gabriela Massuh / Lola Arias / Alejandro Tantanian / Niní Bernardello / Martín Sancia Kawamichi / Márgara Averbach / Gonzalo Unamuno / Juan Sklar / Estela Pérez Lugones / Verónica Sukaczer / Sebastián Lalaurette / Marcelo Figueras / Cecilia Ferreiroa / Camila Fabbri / Paula Bombara / Paula Jiménez España / Humberto Bas / Enrique Butti / Gabriela Saidón / Roque Larraquy / Félix Bruzzone/ Nora Domínguez / Santiago Loza / Romina Doval / Hernán Lucas / Tom Maver / Julia Magistratti / Romina Paula / Marcelo Carnero / Gabriela Larralde / Gabriela Borrelli Azara / Sylvia Molloy / Liliana Villanueva / Acheli Panza / Ariel Pavón / Sebastián Pandolfelli / Santiago Venturini / Esteban Bieda / María del Carmen Colombo / Lucas Soares / Verónica Yattah / Kike Ferrari / Fernando Lopez / Guillermo Orsi / Nicolás Hochman / Natalia Ferreyra / Alejandra Laurencich / Juan Mattio / Natalia Moret / Claudia Sobico / Cecilia Szperling / Patricia Ratto / Alicia Plante / Edgardo Scott / Debora Mundani / Cristian Godoy / Tamara Kamenszain / Guillermo Martínez / Claudia Prado / Federico Jeanmarie / Marcos Herrera / Mauro Libertella / Alejandro López / Griselda Gambaro / Robertita / Leopoldo Brizuela / Luis Mey / Laura Galarza / Valeria Groisman / Juan Guinot / Estela Figueroa / Natalia Rozenblum / Bob Chow / Giselle Aronson / Fernando J. Veríssimo / Tatiana Goransky / Walter Lezcano / Carina Rita Medina / Germán Maggiori / Luciana Czudnowski / Florencia Werchowsky / Federico Falco / Marcel Pla / Diego Rojas / Claudia Aboaf / Patricia González López / Federico Bianchini / Juan Pablo Csipka / Amalia Boselli / Silvana Merlo / Nora J. Rabinowicz / C. Castagna / Esteban Dipaola / Loyds / Maruja Bustamante / Silvia Hopenhayn / Sofía de la Vega / Gael Policano Rossi / Ariel Urquiza / Mauricio Koch / Martín Felipe Castagnet / Adrián Haidukowski / Javier Sinay / Diego Vecchio / María Ferreyra / Matías Bragagnolo / Miguel Ángel Molfino / Alejandro Castro / Jimena Repetto / Ariel Idez / Pablo Yoiris / Florencia Etcheves / Florencia Canale / Pablo Lerman / José Supera / Javier Núñez / Carolina Suarez / Javier Chiabrando / Marisa do Brito Barrote / Federico Ferroggiaro / Fernanda Nicolini / Luciano Lamberti / Francisco María Gorostiaga / María Mascheroni / Rafael Sevilla / Luis Héctor Gerbaldo / Fernando Müller / Fermín Vilela / Fernando Gabriel Caniza / Mercedes Roffe / Fernando Ghersini / Gonzalo León / Carlos Battilana / Gilda Manso / Cristian Vázquez / Pablo Ruocco / Valentina Vidal / Melina Pogorelsky / Florencia Abbate / Pablo Gabriel Méndez / Graciela Repún / Diana Bellessi / Daniel Ocaranza / Walter Romero / Cezary Novek / Francisco Cascallares / Tomás Gigante / Marcos Bertorello / Valeria Iglesias / Alexandra Jamieson / Lina Boselli / Sergio Olguín / Silvina Gruppo / Florencia Méttola / Dahiana Belfiori / Luis Alexis Leiva / Carolina Esses / Luciana De Mello / Tomás Downey / Maximiliano Spreaf / Yair Magrino / Pablo Grasso / Mariana Docampo / Daniel Tevini / Agustina María Bazterrica / Marcos Almada / Jimena Rodríguez / Yair Magrino / Paula Casal / Paulina Cruzeño / Giuliana Kiersz / Gerardo Van Junker / Carolina Rack / Natalia Silva Sofrás / Florencia Lindenboim / Flavia Kudach / Graciela Pesce / Diego Manso / Alejandro Margulis / Cristian Alarcón / Sandra Buenaventura / Mariano Dubin / Sonia Budassi / David Voloj / Mariela Laudecina / Maricel Santin / Hernán Costa / Samantha San Román / Estudiantes de Artes de la Escritura de la Universidad Nacional de las Artes (UNA) / Silvia Mabel Vázquez / Leandro Gabilondo / Alberto Antonio Romero / Sepian Tnosin / Alicia Barberis / Denise León / Mario Castells / Graciela Prieto Rey / José María Pallaoro / Verónica Laurino / Marcelo Gobbo / Carmen Iriondo / Alejandro Alonso / Alejandra Correa / Alicia Genovese / Luis Sagasti / José María Gómez / María Negro / Christian Kupchik / Luis Hitoshi Díaz / Yanina Giglio / Marcelo Larraquy / Dolores Reyes / Andra Armesto / Sandra Pien / Eduardo Agustín González /Beatriz Valerio/ Cristina Iglesia / Irma Elena Marc / Ernesto Kullock / Graciela Amalfi / Teresa Arijón / Carolina Bruck / Rodolfo Barruti / Gonzalo Geller / Juan Pablo Bagnarol / Carolina Massola / Viviana Carinci Esborraz / Laura Haimovichi / Mirta Ovsejevich / Rodolfo Abalos / Silvia Aira / Flavia Soldano / Cristina Civale / Agustín Mazzini / María Laura Dedé / Jonás Gomez / Mariela Gouiric /
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Escritores argentinos
martes, 29 de agosto de 2017
Una entrevista reciente con Patricia Willson
“De
visita en Buenos Aires, la traductora e investigadora argentina radicada en
Bélgica visitó el estudio de Infobae TV para dialogar acerca de la importancia
del rol de la traducción en la cultura. Además del espacio que ocupó la revista
"Sur" en esta materia –con Victoria Ocampo, José Bianco, Jorge Luis
Borges y otros–, ¿cómo pensar hoy esta práctica en un mundo globalizado e
hiperconectado?”, dice la bajada de la entrevista publicada por Luciano Sáliche con Patricia Willson, el 11 de agosto
pasado, en el diario Infobae
Patricia Willson y una
historia
de la
literatura argentina a través de la traducción
Hubo un tiempo que fue hermoso, al menos para la literatura
argentina. En el verano de 1930-1931 surgió una de las revistas más importantes
de nuestra historia y –¿por qué no?– del mundo entero. Se dice que fue el
filósofo español Ortega y Gasset quien, en una conversación telefónica, le dijo
a Victoria Ocampo que ese proyecto literario que tenía entre manos y estaba a
punto de ver la luz debía llamarse Sur.
Así lo decidió, entonces, su directora: además, le puso en todas las tapas una
flecha hacia abajo para acentuar el significado del nombre. Dos años más tarde
surgió, además, la editorial Sur.
Pero, ¿cuál fue la verdadera magnitud de este movimiento que, no sólo reunió a
algunos de los mejores escritores de nuestra literatura sino que también tuvo
como colaboradores a narradores extranjeros como Waldo Frank, Octavio Paz, Gabriel
García Márquez y Gabriela Mistral, por citar algunos? De hecho, la editorial
publicó obras de Aldous Huxley, Carl Gustav Jung, Virginia Woolf, Vladimir
Nabokov, Jean-Paul Sartre, Jack Kerouac y Albert Camus. Para la doctora en
Letras e investigadora argentina Patricia Willson, un punto clave es la
importancia que le dieron a la traducción.
En
su libro La Constelación del Sur: traductores y traducciones en la literatura
argentina del siglo XX –publicado
por la editorial Siglo XXI en 2004 y reeditado hace apenas unos meses–, Willson
indaga sobre tres formas muy disímiles de traducir: Victoria Ocampo, "la
traductora romántica"; José Bianco, "el traductor clásico"; y
Jorge Luis Borges, "el traductor vanguardista". Los tres fueron
figuras de Sur,
de ahí el interés de lo que sucedió en aquella época y del contexto tanto local
como internacional en que Sur se
originó y creció. Pero, ¿qué significa realmente traducir un texto? ¿Cuáles son
los desafíos y las limitaciones, las posibilidades y las resignaciones? ¿Qué
tensiones se generan entre lo local y lo extranjero? ¿Es un proceso activo que
debe ser realizado con la subjetividad bien afilada o, por el contrario, hay
que apegarse al texto y ser lo más fiel posible al texto fuente? En los
estudios de Infobae TV, Willson habló sobre su libro.
– En el libro decís que la traducción es clave para entender el contexto
literario…
–
Efectivamente. Yo creo que la traducción como tema es importante en este
contexto global. El hecho de que la información fluya de lugares distintos del
planeta de un lugar al otro, el hecho de que existan migraciones… en fin, hay
toda una serie de datos que ponen en el centro de la reflexión a la traducción.
En ese sentido hay muchos que dicen que, así como en la década del 70 la
estructura era la figura clave para entender procesos sociales y la
organización de la cultura y sus agentes, en la actualidad esa figura
explicativa sería la traducción. Yo digo "sería" porque en todo caso
se revela eficaz para explicar muchos fenómenos pero también debo decir que es
un tema que está de moda, y a menudo ocurre que la academia está ávida de temas
de moda que se imponen como una especie de epidemia en diversos ámbitos.
– El libro salió 2004 y el mundo cambió
bastante. Hay un prólogo nuevo, pero entiendo que la traducción sintió las
nuevas plataformas, las nuevas tecnologías…
–
Por supuesto que la traducción que está por fuera de la industria del libro ha
evolucionado muchísimo. Todo lo que sea localización, trabajo con plataformas,
tutoriales, etcétera, ha sufrido una evolución acorde a la evolución de las
nuevas tecnologías, pero creo que a lo que apuntaba el libro en 2004 era a
pensar la posibilidad de escribir una nueva historia o una historia de la
literatura argentina a partir de las prácticas de la traducción. Es decir,
pensar la historia desde una mirada lateral, las perspectivas laterales a
veces son muy ricas y provechosas. Por supuesto que sigo pensando que la
traducción tiene cierta lateralidad, no una centralidad verdadera, pero lo que
yo elegí fueron tres autores-traductores –es decir: primero existía esa
condición de ser escritores–, y en segundo lugar, escritores adscriptos al
grupo Sur: determinado grupo que evidentemente tuvo
una centralidad en la cultura argentina.
– Los tres traductores elegidos son Victoria Ocampo, José Bianco y Jorge
Luis Borges. ¿Qué los identifica a cada uno?
–
Cuando yo empecé a traducir, porque primero soy traductora y después
investigadora, quise saber en qué tradición de traductores me ubicaba. En el
momento en que empecé en la práctica de traductora a principios de la década
del 90, lo que solía decirse es que las traducciones de Sur son inmejorables. Me acuerdo una expresión:
"son excelentes hasta en sus errores". Ese tipo de comentarios
obturaba la posibilidad de criticar realmente esas traducciones, entonces yo
quería ver qué cosa de la tradición Sur influía
en mi forma de traducir, y por otra parte quería estudiar esas traducciones
desde una perspectiva textual, desacralizadora, no poner los ojos en blanco y
decir "la traducción de Bianco de Otra vuelta de tuerca es insuperable". En ese
sentido, lo que encontré dentro de Sur fueron
tres traductores muy distintos. Victoria Ocampo, que la llamo en el libro
"la traductora romántica", es una traductora muy atenta a la figura
del escritor en tanto persona genial, talentosa, con sus características
propias y por tanto una personalidad productora de un texto muy difícilmente
parafraseable. En general, Victoria Ocampo es una traductora muy literal: se
apega a letra del texto fuente. Se permite muy pocas reformulaciones. Lo
contrario es José Bianco: está más atento al polo del lector y se permite
reformulaciones importantes del texto fuente. Todo esto intento demostrarlo
mediante análisis textuales que son dobles: analizo el texto de origen en
lengua extranjera y el texto final o traducido en castellano. Y fuera de este
sistema que apunta al polo productor, para Victoria Ocampo, y el polo lector,
para José Bianco, se encuentra sin dudas Borges, que tiene una perspectiva un
poco inconstante sobre la traducción. O sea, son traducciones un poco
inesperadas, con prólogos también inesperados. En el libro yo trabajo su
traducción de la última página del Ulises de
Joyce que fue publicado en la revista Proa,
y en ese sentido el comentario que él hace sobre el Ulises de Joyce yo lo tomo como su prólogo de
traductor. Hago un paréntesis: es cierto que los traductores a menudo
escribimos prólogos en los cuales hay como una especie de idea de autodisculpa
porque no se puede llegar a la excelsitud del escritor o del texto fuente. Yo
creo que ése es el tipo de reacción que uno tiene si se piensa como Victoria
Ocampo. Borges era muy libre en ese sentido y podía traducir de todo el Ulises solamente la última página -la última hoja dice
él- y tener una pésima opinión o criticar muy acerbamente el proyecto literario
que aparece en esa novela de Joyce.
"Hoy la figura de la traducción parece ser la más eficaz para dar cuenta en las interacciones propias del contexto global", escribió Patricia Willson en el prólogo de esta nueva reedición. En la firma, fechada en mayo de 2017, dice el lugar donde reside: se trata de Hony, un pequeño pueblo de Bélgica ubicado en las orillas del río Ourthe, a poco más de 15 kilómetros de la ciudad de Lieja. Desde 2013, da clases en la Universidad pública y pluralista de Lieja. Ahora, sentada en una banqueta alta, hablando de forma clara y pedagógica, con su pelo entrecano, su tez blanca y sus ojos profundamente celestes, uno podría pensar que nadie podría darse cuenta de que es argentina. Entre los belgas que van al supermercado o los europeos que colapsan los pasillos de la universidad, Patricia Willson pasa desapercibida. Sin embargo, en su libro queda clara su nacionalidad: hay una pasión por la literatura argentina que, lejos del cliché, no se empecina en idealizar sino que prefiere leer con mirada crítica, acorde a su tarea de investigadora.
Hoy las nuevas tecnologías han trastocado las esferas del
arte, han aportado elementos que –en un principio banalizados– es
necesario tener en cuenta a la hora de analizar. Si en la primera mitad del
siglo XX se decía que en Sur, al
traducir literatura extranjera, caían en una práctica extranjerizante –ésto
sumado a la corriente nacionalista que veía en Ocampo y compañía cipayismo y
gorilaje–, hoy, con internet y las redes sociales, la globalización adquiere
otro rostro: ya no es un monstruo que se propone despojarnos de la tradición,
sino hilos que nos unen a otras culturas, con sus problemas y virtudes.
"En realidad, la traducción es intensamente democratizante (…), no es
extranjerizante, sino al contrario: vuelve legible en la literatura receptora
un texto antes inescrutable en su extranjeridad", escribe Willson en La
Constelación del Sur. Pero,
¿qué sucedía antes y qué sucede hoy? ¿Cuál era el contexto de aquel entonces,
cuál es el actual?
– Decís en el libro que Sur surge
en un momento clave de la industria editorial…
–
Sí, para pensar la traducción literaria hay que pensarla en relación con la
industria del libro. Si uno piensa en el nivel continental los países sobre los
cuales la reflexión sobre la traducción literaria es más fecunda son países que
tienen una industria editorial bastante fuerte, sobre todo en los momentos en
que esta industria es floreciente o está en sus momentos de apogeo. Yo tomé un
período que, grosso modo, va desde fines de la década del 30 hasta fines
de la década del 50, hay variaciones de este período según los autores. Y ahí
lo que encontré aparte de Sur es
una serie de editoriales que publicaron textos en traducción, por eso el título La Constelación del Sur. El
proyecto de Sur tenía
una impronta traductora muy importante que pasó también a otras editoriales:
editoriales afines desde el punto ideológico,
pero también editoriales situadas en un lugar de antinomia ideológica con Sur.
– ¿Y en cuanto al contexto internacional? En el libro hablás de un
eclipse en la industria española, por ejemplo…
–
Ese auge de la industria editorial es en parte debido al eclipse de la
industria editorial en España por la implantación de la dictadura de Franco.
Entonces, no por nada este período al que hago referencia coincide con el fin
de la Guerra Civil Española. Entonces hay una serie de factores históricos que
promueven este apogeo de la industria editorial, que no es único; más tarde
hubo otros pero yo focalizo este momento porque me parece que permite demostrar
hasta qué punto no es posible pensar la literatura en traducción sin vincularla
con los debates en la literatura nacional. Por eso el título del libro es Traductores y traducciones en la literatura argentina del siglo XX. El modo que yo establecí para
analizar esos textos siempre refiere a debates estéticos, ideológicos, de
poéticas en la literatura nacional en las escrituras directas porque, de hecho,
Victoria, José Bianco y Borges tenían sus propias producciones como escritores.
– ¿Cómo ves hoy el panorama de la traducción?
–
Lo veo bien, con la salvedad de los momentos de crisis económica, disminución
de la capacidad de comprar libros, en fin: yo creo que hay una retracción del
mercado editorial. Si uno consulta los datos de la Cámara Argentina del Libro –porque
pienso que el investigador también tiene que pensar en esos datos– hubo un
repunte a comienzos de la década del 2000 en cuanto a la cantidad de textos
traducidos, luego se estabilizó. En la actualidad habría que pensar con un poco
más de perspectiva, pero lo que sí noto es que se reflexiona mucho más sobre la
traducción y en ese sentido devino la creación de nuevos espacios para pensar
la traducción. Coloquios, congresos, seminarios, clubes de traductores, nuevas
tesis de doctorado o investigaciones sobre la traducción y, por supuesto, los
proyectos en los cuales se propicia la traducción a lenguas extranjeras de
autores de la literatura nacional.
– Uno de los elementos que más han impactado en la literatura argentina
durante los últimos años ha sido el boom de las editoriales independientes o
pequeñas, las cuales suelen traducir muchas obras. ¿Qué rol juegan en este
panorama?
–
Habría que ver si el boom de las editoriales pequeñas no es una cosa atomizada.
Hay que darle a las editoriales pequeñas el tiempo para que desarrollen un
catálogo, para que refrenden ciertas características de calidad de los textos
traducidos. Me parece que son cosas interesantes porque a veces hay
descubrimientos que todavía no están reconocidos en el nivel mundial, esa es la
tarea del editor: descubrir la perla rara o ese texto que vale la pena difundir
a través de las fronteras lingüísticas, así que me parece un fenómeno muy
propicio pero a cada una de estas editoriales pequeñas conviene darle un tiempo
para que consoliden su catálogos respecto de otras editoriales que con el
tiempo han forjado un catálogo de traducciones muy sólido.
lunes, 28 de agosto de 2017
Un libro de José Luis Moure sobre el castellano de los argentinos
Oscar Conde es poeta, ensayista y
profesor universitario. Ha escrito, entre otros, el Diccionario
etimológico del lunfardo (2004) y Lunfardo (2001). En el siguiente artículo, publicado por la
revista Ñ, el 7 de agosto pasado, se ocupa de Nuestra expresión, el último libro
publicado por José Luis Moure,
actual presidente de la Academia Argentina de Letras.
La lengua propio como
ejercicio de identidad
Más
allá de que los intentos de acercamiento de la Real Academia hacia sus
correspondientes americanas hayan comenzado a mediados del siglo pasado, ha
sido recién en el actual cuando se inició por fin un proceso para el
desmantelamiento de la subvaloración del español de América. No hace demasiado
–un par de décadas, a lo sumo– que se le reconoce al español un estatus
policéntrico. En otras palabras, ya no es defendible la posición que hace del
habla de Madrid (o de cualquier otra ciudad de la península) un modelo único y
“puro” para más de 560 millones de hispanohablantes. El policentrismo enseña
que no existe un solo paradigma de la lengua española, y que las variedades
utilizadas en Lima, Medellín, La Paz o Buenos Aires son igual de prestigiosas
que las de Toledo o Salamanca.
Los departamentos de español y romanística de diversas universidades
europeas y estadounidenses han comenzado ya a trabajar con la lengua sobre la
base de este concepto que, lejos de resultar disruptivo o incómodo, parece
haberse consensuado dentro de los estudios lingüísticos para poner en su lugar
las cosas. La posición clásica del monocentrismo, prevalente no solo durante la
época colonial sino al menos hasta mediados del siglo XX, conserva sin embargo
muchos adeptos en el espacio simbólico de la enseñanza de español para
extranjeros –ámbito en el cual, además de una disputa entre políticas
lingüísticas de signo opuesto, está en juego un jugosísimo negocio–. Es que los
profesores de español, cuando son españoles, normalmente combaten la tesis
policéntrica, ya porque acuerdan con las posiciones político-económicas del
Instituto Cervantes, ya por orgullosa convicción patriótica.
Nuestra expresión (EUDEBA),
del filólogo José Luis Moure, actual presidente de la Academia Argentina de
Letras, se inscribe en una larga tradición de escritos en torno al español de
la Argentina, iniciada casi a comienzos del siglo XIX –pocos años después de la
Revolución de Mayo– y, más puntualmente, se suma a dos antologías recientes
que, como esta, ofrecen testimonios acerca de las distintas posiciones
sostenidas a través del tiempo en los debates político-lingüísticos referidos a
la existencia o no de una lengua nacional. Tales antecedentes son Voces y ecos (2012), de Mara Glozman y
Daniela Lauría, y La querella de la
lengua en la Argentina (2013), de Fernando Alfón.
La discusión acerca de un español americano y, más adelante, de un español
argentino tuvo como protagonistas, en primera instancia, a los intelectuales
nucleados en el Salón Literario, entre otros, Marcos Sastre, Esteban Echeverría
y Juan Bautista Alberdi, quien en la sesión inaugural del 18 de junio de 1837
reclamaba ya una lengua nacional capaz de reflejar la nueva realidad de la
América libre. La defensa de la identidad lingüística por parte de este grupo
propició dos acontecimientos destacables. Por un lado, en octubre de 1843,
Domingo Faustino Sarmiento propuso en la Facultad de Filosofía y Humanidades de
Santiago de Chile un audaz proyecto de reforma ortográfica. Por otro, en enero
de 1876, el poeta Juan María Gutiérrez devolvió el diploma de académico
correspondiente que le había enviado la Real Academia Española. Todos ellos,
pues, fueron tempranos promotores del autoctonismo idiomático, basados en el
principio de que uno de los atributos esenciales de una nación libre es la
posesión de una lengua propia.
Este es, precisamente, el precepto que movió al francés Lucien Abeille a
publicar en París, en coincidencia con el fin del siglo, su Idioma nacional de
los argentinos en 1900. Con un convencimiento que roza el fanatismo, se propuso
demostrar –infructuosamente– que el español de la Argentina comenzaba a
diferenciarse del peninsular a partir de la incorporación de préstamos
lingüísticos que provenían tanto del guaraní, el araucano y el quichua como del
italiano, el francés y, en menor medida, el inglés y el alemán. Las voces
críticas contra este autonomismo idiomático separatista son también
nacionalistas, mayormente elitistas e hispanófilos, defensores de una
argentinidad que presumían en peligro ante la inmigración italiana y las hablas
populares como el lenguaje gauchesco y el lunfardo. Algunas de esas voces (las
de Ernesto Quesada y Miguel Cané) se alzaron contra el francés, aun cuando la
verdadera impugnación de su programa filológico estaría dada por alguien que estrictamente
no participó de los debates: el rosarino Rudolf Grossmann, que desde un planteo
similar al de Abeille llegó a conclusiones opuestas en El patrimonio
lingüístico del Río de la Plata, editado en Alemania en 1926 y traducido al
español recién en 2008.
La primera mitad del siglo XX estuvo plagada de gramáticos y filólogos
empeñados en mostrar lo mal que se hablaba y se escribía en la Argentina.
Curiosamente las respuestas más consistentes a Ricardo Monner Sans y a Américo
Castro fueron dadas por escritores –y no por lingüistas–: Roberto Arlt y Jorge
Luis Borges, respectivamente.
Con un título en el que resuena el de un libro publicado en 1926 por el
dominicano Pedro Henríquez Ureña (Seis ensayos en busca de nuestra expresión),
la obra de Moure nació con el objeto de ofrecer una guía histórica a docentes y
estudiantes de español en la que aparecieran transcriptos –con el fin de ayudar
al armado de clases– distintos pasajes de textos de los siglos XIX y XX que dan
cuenta de los distintos y sucesivos posicionamientos respecto de nuestra
identidad lingüística. Este corpus reunido por el autor incluye cartas,
discursos, clases públicas, artículos periodísticos y fragmentos de obras
mayores tanto de los defensores de una lengua autonómica como de las voces de
políticos, escritores, intelectuales y lingüistas que se opusieron a dichos
ideales. Vale decir que no pocos de estos textos son de difícil acceso. El
material se completa con la inclusión de las respuestas a sendas encuestas
realizadas por el diario Crítica (1927) y por la revista El Hogar (1952).
En una edición sólida, que incluye dos trabajos de panorama de Guillermo
Guitarte y el propio Moure, Nuestra expresión ofrece un plus atinente a su
propósito inicial de constituirse en material de apoyo para la enseñanza
terciaria o universitaria: cada uno de los textos del corpus va acompañado por
una guía de lectura con el fin de orientar al lector.
Es de lamentar que el lunfardo, que como léxico argótico hace décadas ha
superado los límites de la región rioplatense para ser a estas alturas un argot
nacional, apenas cuente en el libro con la voz de Last Reason (cuya
argumentación en defensa de este vocabulario carece de todo rigor lingüístico)
y muy poco más. Sin ser lo principal, es innegable que nuestras variedades de
español ya casi no prescinden de él.
Actualmente seguimos muy lejos de hallar un estándar que pueda definirse
indubitablemente como “español de la Argentina”. Si bien es cierto que la
ciudad de Buenos Aires y la región metropolitana parecen seguir imponiendo al
resto del país nuevos giros, modismos y voces, muchas características
fonéticas, morfológicas y sintácticas propias de cada región felizmente
sobreviven. Hay sí, y parece imposible impedirlo, una creciente unificación del
léxico, debida fundamentalmente a la interacción de los medios y de las redes
sociales. No obstante ello, es reconocible un español de Salta, uno de Mendoza,
uno de Córdoba y otro de Posadas, entre otros. Ello no es grave per se: en
Alemania el alemán se dice de muchas maneras. En suma, el español de la
Argentina también es policéntrico.
viernes, 25 de agosto de 2017
Oportunidad de participar en un taller de traducción de lengua italiana a la distancia
Barbara Bertoni y Tomás Serrano nuevamente impartirán el taller de traducción literaria colectiva de una novela entera en el Instituto Italiano de Cultura.
En esta ocasión el taller tendrá una duración de 36 horas y se llevará a cabo en el Instituto Italiano de Cultura, de México, los viernes de 10 a 13 a partir del 25 de agosto hasta el 17 de noviembre de 2017. El taller se realizará de forma presencial y a distancia (vía Skype o un programa parecido). La autora, Claudia Quadri, participará también vía online en una sesión.
Adjunto encontrarán el programa detallado del curso, en el que también se especifican los descuentos disponibles.
Las inscripciones ya están abiertas y el curso se puede pagar en tres plazos.
Ver a continuación toda la información pertinente en italiano:
Laboratorio di traduzione letteraria dall’italiano
in spagnolo
Docenti: Barbara Bertoni e Tomás Serrano Coronado
Orario: venerdì dalle 10 alle 13.
Durata: dal 25 agosto al 17 novembre 2017 (36
ore).
Requisiti per l’iscrizione: un’ottima conoscenza della lingua italiana (livelli B2, C1, C2), una
buona dimestichezza con il programma Word e uno spiccato interesse per la
traduzione letteraria. Il corso è diretto a traduttori e aspiranti traduttori
di qualsiasi età.
Descrizione del corso: L’obiettivo è tradurre Suona, Nora
Blume (Casagrande, 2013) della scrittrice svizzera-italiana Claudia Quadri.
L’auttrice parteciparà a distanza a una sessione del laboratorio e sarà invitata
in Messico da Pro Helvetia nel 2018.
Si tratta di un corso a taglio
pratico, un corso-laboratorio, che ha come obiettivo consolidare le conoscenze
traduttologiche e linguistiche dei partecipanti attraverso la pratica della
traduzione, affrontando un lavoro mirato alla pubblicazione.
La novità del corso consiste
nel tradurre in gruppo un’opera intera, esperienza professionalmente unica che
arricchirà tutti i partecipanti, sotto la guida di un traduttore messicano e di
una traduttrice italiana. La traduzione verrà pubblicata online sul sito
dell’IIC.
Si insegnerà inoltre a come
proporre un progetto di traduzione agli editori.
È possibile seguire il corso a
distanza (solo per chi non risiede a Città del Messico).
I docenti:
Barbara
Bertoni, laureata in traduzione presso la Scuola Superiore di Lingue Moderne
per Interpreti e Traduttori di Trieste e in linguistica ispanica presso l’UNAM,
traduce narrativa dallo spagnolo, dal inglese, dal francese, dal portoghese e
dal catalano per diverse case editrici italiane (Adelphi, Sellerio, Marcos y
Marcos, Neri Pozza). Ha tenuto corsi di
traduzione letteraria presso varie istituzioni: i corsi di laurea specialistica
in Traduzione della Scuola Superiore di Lingue Moderne per Interpreti e
Traduttori dell’Università di Trieste e dell’Università di Udine, il British
Centre for Literary Translation della University of East Anglia, il Diplomado
de Formación de Traductores de Textos literarios del CELE dell’UNAM, il
Departimento de Letras Italianas della Facultad de Filosofía y Letras
dell’UNAM, l’Istituto Italiano di Cultura di Città del Messico e la Maestría en
Traducción del Colegio de México.
Tomás Serrano, laureato in traduzione presso la
Escuela de Traducción dell’Universidad Intercontinental e in possesso del
Diploma di Specializzazione in Didattica dell’Italiano dell’Università per
Stranieri di Perugia, insegna traduzione letteraria presso il Departamento de
Traducción del CELE, UNAM, la Maestría
en Traducción de El Colegio de México e la Licenciatura en Traducción
dell’Universidad Intercontinental. Ha tenuto seminari di traduzione letteraria
come professore invitato dall’Universidad de Barcelona e dall’Università per
Stranieri di Siena. Ha tradotto narrativa dal francese e dall’italiano in
spagnolo per diverse case editrici (Joaquín Mortiz, Alfaguara, Taurus, Planeta)
e testi di varia natura per diverse istituzioni educative (UNAM, UAM, FLACSO,
INAH, CIESAS).
Quota d’iscrizione: 172 dollari statunitensi.
Iscrizioni: Dall’11 agosto al 1 settembre 2017.
Per ulteriori informazioni potete scrivere a: seminariotraduzione@gmail.com
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Barbara Bertoni,
Claudia Quadri,
Literatura suiza,
Tomás Serrano
jueves, 24 de agosto de 2017
Mañana homenajean a Julio Cortázar en China
“Con sus
principales títulos traducidos al mandarín, Rayuela,
Todos los fuegos el fuego, Historias de cronopios y de famas y Los premios, la obra y la figura de Julio Cortázar será homenajeada el
próximo viernes en Beijing, de la mano de especialistas chinos y argentinos”.
La noticia, propalada por la agencia argentina TELAM fue recogida por el diario
mexicano La Jornada, que la publicó
el pasado 21 de agosto.
Un nuevo
homenaje a Julio Cortázar, ahora en China
El reconocimiento llegará a través de una mesa redonda en la
sede del Instituto Cervantes de la capital china, que contará con la presencia
del traductor de la obra de Cortázar al mandarín, Fan Ye, quien analizará la ardua tarea de la traducción.
También participarán la especialista en letras argentinas y traductora de Ricardo Piglia, Lou Yu, quien abordará las claves de lectura del autor de “Final del juego”, y el escritor, editor y profesor de literatura de Normal Capital University de Beijing, el argentino Guillermo Bravo, quien se referirá a la enseñanza de las obras de Cortázar en China.
"Es llamativa la influencia que tienen en China autores como Borges y Cortázar, cuyas obras han sido traducidas al mandarín. Seguir promoviendo sus libros y entender qué encuentran los lectores chinos en sus textos, con qué elementos de su entorno relacionan su literatura, es el desafío de la mesa redonda”, adelantó a Télam el Consejero cultural de la Embajada argentina, Juan Manuel Cortelletti, quien será el moderador de la actividad.
“Cortázar en China es otro Cortázar, ya apropiado por los ciudadanos chinos, incorporado a la realidad de los lectores de Beijing, Cantón, Chengdu, Tianjing, en fin, en todo el país”, explicó el diplomático.
Los oradores abordarán también “los pormenores de la traducción de Cortázar al chino, tarea de un altísimo nivel de complejidad, sobre la cual nos ilustrará Fang Ye, quien es un profundo conocedor y también un apasionado por la obra del argentino”, aseguró Cortelletti.
Los fragmentos de la entrevista que le hizo a Cortázar el periodista español Joaquín Soler en 1977, en su programa “A Fondo”, servirán como disparadores para ahondar en la figura de uno de los escritores “más reconocidos e influyentes en China”, según explicó el coordinador del evento.
La actividad se realizará en el marco del 45º Aniversario del Establecimiento de Relaciones Diplomáticas entre la República Argentina y la República Popular China y está organizada por la Embajada argentina en Beijing, el Instituto Cervantes y la librería hispanoamericana Mil Gotas.
Esta es la segunda mesa redonda en torno a las letras
argentinas, después de la realizada en 2015 sobre la obra de Jorge Luis Borges.
miércoles, 23 de agosto de 2017
La reunión de agosto, con baladas anglo-escocesas, cortesía del traductor Miguel Ángel Montezanti
El Club de Traductores Literarios de Buenos
Aires ayer se dio el lujo de presentar la reedición de Baladas Inglesas
y Escocesas, un volumen oportunamente publicado en la década de 1980, que volvió a ver la
luz después de casi cuarenta años, nuevamente traducido, prologado y anotado por Miguel Ángel Montezanti.
La reunión fue francamente espectacular y gozó de la amable erudición de Montezanti, quien, no sólo estableció un parangón entre las baladas anglo-escocesas y los romances españoles, sino que incluso se animó a cantar "The Three Ravens", una de las baladas que incluyó en su volumen. Hubo además ejemplos de otras, ilustrados por versiones cantadas por la folklorista británica June Tabor y, para explicar el fenómeno de la proyección al presente, de Fairport Convention.
El fenómeno de la balada, similar
al del romance español (éste es una manifestación de la baladística europea)
pertenece a una tradición de difícil rastreo, a veces entroncada con la
creación y transmisión medieval. En la dimensión espacial, abarca toda Europa,
incluso los confines. Y desde Europa se han trasladado a América y al norte de
África. Si las baladas llamadas históricas exponen sucesos más o menos locales,
las de tipo novelesco, probablemente las más gustosas para el mundo moderno, se
entretienen en amores frustrados, en venganzas de singular crueldad, en
reencuentros de amantes largamente ausentes, en muertos y sus apariciones
espectrales, en castigos familiares motivados en presuntas deshonras. La balada
inglesa y escocesa es más macabra en sus expresiones que el romance español. Une
a ambos un especial encanto, probablemente derivado de una tradición que los ha
ido puliendo como a cantos rodados, depurándolos de detalles circunstanciales y
reteniendo una voz poética de parsimoniosa pero elevada inspiración.La presente
versión ha dejado de lado unas ilustraciones que acompañaban a la primera, pero
incluye un pequeño apéndice musical.
Miguel Ángel Montezanti es profesor de la Universidad
Nacional de La Plata. Investigador del CONICET, ha realizado versiones de los Sonetosde
Shakespeare (tanto en castellano neutro como en Sólo vos sos vos,
una versión en castellano rioplatense), además deLa violación de
Lucrecia, Venus y Adonis, Quejas de una enamorada y El tórtolo
y la fénix, todos del mismo autor. Traductor de Wilfred Owen, Philip Larkin
y Seamus Heaney entre otros, tiene
publicados tres volúmenes de poesía.
Quienes deseen ver la grabación del encuentro puede hacerlo acá:
https://www.youtube.com/watch?v=ji8peecSpzg
Quienes deseen ver la grabación del encuentro puede hacerlo acá:
https://www.youtube.com/watch?v=ji8peecSpzg
martes, 22 de agosto de 2017
Aviso importante sobre la actividad de hoy
A través de este anuncio, el Club de Traductores Literarios de Buenos Aires quiere dejar constancia que la presentación de Baladas inglesas y escocesas, de Miguel Ángel Montezanti, programada para hoy a las 19 hs. en la Bibliotecha del Instituto Goethe, no se suspende por la movilización de la CGT, que, de acuerdo con lo anunciado en todos los noticieros, concluirá al menos dos horas antes del comienzo de nuestra actividad..
El SPET, en agosto, se ocupa del Programa Sur
En el próximo encuentro, que tendrá
lugar el miércoles 30 de agosto a las 18:30 en el Salón de Conferencias del IES en
Lenguas Vivas (Carlos Pellegrini 1515), nuestra invitada Daniela
Szpilbarg presentará “Una
mirada sociológica sobre la extraducción de libros.El caso del
Programa Sur en Argentina (2010-2012), primera exposición en el marco
del Ciclo II/2017:
Programa Sur, carnaval, políticas editoriales y 1968: Cuatro investigaciones en
torno al objeto traducción.
Daniela
Szpilbarg es
Doctora en Ciencias Sociales (UBA, 2015), Licenciada en Sociología (UBA, 2008)
y Especialista en Gestión cultural y políticas culturales (IDAES/UNSAM, 2010).
Es docente de las materias “Políticas de Edición y Traducción” (UNTREF) y
“Teoría Social Latinoamericana” (UBA). Su tesis doctoral se tituló: “Las tramas
de la edición globalizada. Transformaciones y horizontes del campo editorial en
Argentina 1998-2013”. Actualmente es becaria postdoctoral del CIS-CONICET/IDES,
su proyecto de investigación se titula “Las políticas de traducción de libros
en el marco de la circulación internacional de ideas: el caso del Programa Sur
(Argentina 2010-2014)” y está dirigido por Gustavo Sorá. Sus temas de
investigación se vinculan con la producción editorial argentina contemporánea,
la traducción y las políticas culturales del sector del libro.
Lectura sugerida:
Daniela Szpilbarg: “Entre el mercado y la política
cultural: una mirada sociológica sobre la extraducción en Argentina. El caso
del Programa Sur (2010–2012)”, en El taco en la brea, núm. 5
(2017), pp. 421-434, disponible en línea.
Quienes tengan previsto solicitar un certificado de asistencia, por favor no olviden de
firmar después de la reunión en la lista disponible en Cooperadora.
Etiquetas:
Daniela Szpilbarg,
Literatura argentina traducida,
Programa Sur,
SPET
lunes, 21 de agosto de 2017
"¿Borges fue alguna vez traductor?"
Motivado por la columna publicada en este blog el viernes pasado, Daniel Varacalli se pregunta en el texto
que sigue por la autoría de las traducciones de Borges, ya no refiriéndose exclusivamente a la que se le atribuye
de “La metamorfosis”, de Franz Kafka
–de la cual ya se sabe que no fue autor–, sino por otras traducciones sobre las
que se cierne la sombra de la duda.
¿Borges
traductor?
Hace tiempo que deseaba tener una excusa para referirme a cómo el
mercado sigue usufructuando del Borges traductor, y esta nota de Carlos
Espinosa Domínguez me la da.
El año pasado, en verdosa y furiosa tapa dura, la editorial Losada
publicó una “edición aniversario” de La
metamorfosis de Kafka (1916-2016), por supuesto atribuyéndola una vez más con
bombos y platillos a Jorge Luis Borges. En vano Cristina Pestaña y Fernando
Sorrentino (presentes en este blog) esclarecieron hace décadas, tomando como
base las palabras del mismo Borges, que esa traducción había sido publicada
anónimamente en Revista de Occidente
en 1925. Pero Losada no escarmienta y redobla la apuesta: en la retiración de
la portada interior del libro, reproduce la tapa de la edición de 1938 en la
colección “La pajarita de papel” y en el epígrafe la celebra como la “primera
edición en español”. Lo más obsceno de la cuestión es que en la página 41 el
editor reproduce la portada de la Revista
de Occidente (Año III, No. XXIV, junio de 1925) indicando que se trata de
la “primera publicación en español” del relato de Kafka. Más allá de la
contradicción entre ambos epígrafes, la editorial no sólo pretende ignorar que
la edición en español precede a la argentina: ¡también soslaya que se trata del
mismo texto!
Claro, del mismo texto a medias, porque para mitigar las españoladas o
lo que hoy serían anacronismos, la mano del editor cambió, hace ya muchos años,
los pronombres enclíticos (“se encontró” por “encontróse”, “se hallaba” por
“hallábase”), entre otras manipulaciones cuya única explicación es que no quedase
en evidencia el origen español de la traducción y el lector desprevenido pudiera
atribuírsela sin más a Borges.
La tarea de la mano oculta ni siquiera fue concienzuda: perduran en el
texto expresiones raras en un argentino (por ejemplo, en el último párrafo
“cuando al llegar al término del viaje, la hija se levantó la primera”, entre
otros) y así y todo, en una nueva referencia a esta edición aniversario, Losada
“celebra los 100 años del libro y los 68
de la primera edición en español traducida por Jorge Luis Borges.” Una
reedición en rústica de este año sigue insistiendo en tapa con la misma
letanía.
No por remanida y zanjada, la cuestión de la autoría de Borges de esta
traducción deja de ser interesante. Pone sobre la mesa el desprecio por la
verdad, en una época de “posverdades”, los condicionamientos en la percepción
de la obra de arte, el triunfo del mercado y sus estrategias, la indiferencia
general frente a una manipulación palmaria. Flota en el ambiente, además, una
cierta reserva ética al advertir la pasividad del propio Borges en relación a estas
atribuciones, que comenzaron cuando él estaba vivito y coleando y que el cariño
y la admiración por su gran figura no querrían –y de hecho no quieren– aceptar.
Y el tema no termina aquí: porque fue el mismo Borges el que, al mismo
tiempo que consentía las ediciones de Losada, desmentía en entrevistas no sólo
que fuera el traductor de “La metamorfosis”, sino también de la mayoría de las
otras traducciones que se le endilgan, entre ellas la de “Las palmeras salvajes”
de Faulkner, que habría sido realizada por Leonor Acevedo y a lo sumo revisada
por él. A esta altura hay numerosos indicios de que fue su madre la autora no
sólo de las versiones de Faulkner, sino también de Woolf y Melville, entre
otros (ver, del propio Borges, su Autobiographical
Essay y sus diálogos con Ernesto Sabato y con Osvaldo Ferrari); de hecho,
doña Leonor siempre quiso ayudar a su hijo y se sabe que incrementó su destreza
en el manejo del inglés a medida que la ceguera de Georgie avanzaba.
La pregunta que se cae de maduro es: ¿Borges fue alguna vez traductor?
¿O se trata de otro de sus juegos intelectuales sobre el valor de lo apócrifo?
viernes, 18 de agosto de 2017
"La menos vanidosa y la más abnegada de las tareas literarias"
El
siguiente artículo sobre Borges como traductor, que llega al Club de Traductores Literarios de Buenos
Aires por gentileza del traductor cubano Orestes Sandoval, lleva la firma del crítico e investigador cubano Carlos Espinosa Domínguez, y fue publicado por el sitio
Cubaencuentro el 7 de agosto pasado.
La irreverencia feliz y creativa
Para Félix Lizárraga, traductor y lector
ferviente de JLB
La historia de la literatura registra varios casos de
autores que se dieron a conocer muy precozmente. El nombre que de seguro ha de
acudir a la mente de muchos lectores es el del francés Arthur Rimbaud, quien
entre los dieciséis y los veinte años escribió los poemas que lo han hecho
inmortal. Pero difícilmente se podrá imaginar que exista uno que, a edad mucho
más temprana, haya realizado su primera traducción. Pues ese escritor existió y
fue el argentino Jorge Luis Borges (1899-1986).
Para tratar de explicar ese curioso episodio de
su biografía, resulta pertinente apuntar que la abuela materna de Borges era de
origen británico, y desde niño recibió una educación bilingüe. Eso lo convirtió
en un lector voraz en ambos idiomas (leyó por primera vez el Quijote traducido
al inglés). Años después, su familia se trasladó a Suiza y allí aprendió
francés y alemán. La traducción a la cual aludí la hizo cuando tenía la tierna
edad de nueve años. Fue el cuento de Oscar Wilde “El príncipe feliz”. Gracias a
la intervención de un amigo del padre, se publicó en el diario bonaerense El
País, el 26 de junio de 1910. La versión apareció firmada como Jorge
Borges (hijo).
Tradujo a lo largo de toda su vida. A los 84
años y a pesar de su ceguera, aún lo seguía haciendo. Tradujo fundamentalmente
del inglés, francés y alemán, pero también del nórdico antiguo. Entre los
autores que trasladó al español, figuran Herman Melville, Henri Michaux, Walt
Whitman, Virginia Woolf, Edgard Allan Poe, Wallace Stevens, T.S. Elliot, Jack
London, H.G. Wells, Chesterton, Carl Sandburg, Herman Hesse, Rudyard Kipling,
Jonathan Swift, Francis Ponge, George Bernard Shaw, André Gide, Willian
Faulkner (es suya la versión de Las palmeras salvajes publicada
en Cuba, aunque se eliminó su nombre). Un detalle curioso es que cuando citó a
Shakespeare no lo tradujo al español, sino que siempre lo citó en inglés. En
1938 la editorial argentina Losada publicó un volumen con varias obras
narrativas de Franz Kafka, en el cual se adjudican a Borges todas las
versiones. En realidad, solo le pertenecen las de algunos cuentos. De hecho, él
mismo se ocupó de corregir aquel error y argumentó que nunca hubiera traducido
así el título (por sus conocimientos de alemán, sabía que realmente es La
transformación). Pero así apareció en francés y Losada hizo servilmente lo
mismo. Cuando se preparó el libro, se optó por atribuirle a él la traducción de
todos los textos, y en el caso de La metamorfosis se
utilizó, de acuerdo a Borges, una versión “acaso anónima que andaba por ahí”.
Algunas de sus traducciones han sido criticadas, debido a
determinadas decisiones tomadas por él. Una de ellas fue la de no omitir el
pronombre yo en algunos versos de Hojas de hierba de
Whitman, eliminado en otras versiones. Eso respondía a su modo personal de
concebir el traslado de un texto literario a otro idioma. La dejó expuesta en
textos ensayísticos como “Las dos maneras de traducir” (1926), “Las versiones
homéricas” (1932), “Los traductores de las 1001 noches” (1936), “Nota sobre
el Ulises en español” (1946), “El enigma de Edward
Fitzgerald” (1951), así como en el cuento “Pierre Menard, autor del Quijote”
(1939).
En el primero de esos textos, emplea genéricamente los
términos clásico y romántico, que remiten a períodos históricos específicos del
arte occidental, para establecer y definir dos clases de traducciones. La
primera practica la literalidad, corresponde a las mentalidades románticas y no
solicita la obra de arte, sino al artista. “¡Cuidado con torcerle una sola
palabra de las que dejó escritas!”. Esa reverencia del yo justifica la
literalidad de las traducciones. La otra clase corresponde a las mentalidades
clásicas y practica la paráfrasis. Le interesa siempre la obra de arte y nunca
quien la creó. Cancela las nociones de autor y texto original y defiende que la
traducción debe ser irreverente y ennoblecedora. Después, Borges dejó de
emplear esos dos términos, pues para él se trataba del lector creativo como
valor esencial.
La versión puede superar al original
Para él la traducción —“la menos vanidosa y la más
abnegada de las tareas literarias”— significaba, en esencia, transformar un
texto en otro. Y para ello, reclamaba que al traductor se le debe dar carta
blanca para “mejorar” el original. No compartía la idea de texto definitivo,
que según él corresponde al dogma religioso al cansancio. “La superstición de
la inferioridad de las traducciones —amonedada en el consabido adagio italiano—
procede de una distraída experiencia. No hay un buen texto que no parezca
invariable y definitivo si lo practicamos un número suficiente de veces”.
Situaba original y traducción en un plano equivalente, en tanto que
“borradores”. Asimismo, creía que la versión podía superar al original, y
también que este o su traslación literal no tenían por qué ser fieles al
resultado final. Al respecto, conviene reproducir unas palabras suyas:
“Suele presuponerse que cualquier texto original
es incorregible de puro bueno, y que los traductores son unos chapuceros
irreparables, padres del frangollo y de la mentira. Se les infiere la sentencia
italiana de traduttore tradittore y ese chiste basta para
condenarlos. Yo sospecho que la observación directa no es asesora en ese juicio
condenatorio (aquí se me ha salido una especie de alegoría legal, pero sin
querer) y que los opinadores menudean esa sentencia por otras causas (…) En
cuanto a mí, creo en las buenas traducciones de obras literarias (de las
didácticas o especulativas, ni hablemos) y opino que hasta los versos son
traducibles. El venezolano Pérez Bonalde, con su traducción ejemplar de El
cuervo de Poe, nos ministra una prueba de ello. Alguien objetará que
la versión de Pérez Bonalde, por fidedigna y grata que sea, nunca será para
nosotros lo que su original es para los norteamericanos. La objeción es difícil
de levantar; también los versos de Evaristo Carriego parecerán más pobres al
ser escuchados por un chileno que al ser escuchados por mí, que les maliciaré
las tardecitas orilleras, los tipos y hasta pormenores de paisajes no
registrados en ellos, pero latentes: un corralón, una higuera detrás de una
pared rosada, una fogata de San Juan en un hueco. Es decir: a un forastero no
le parecerán más pobres: serán más pobres. Su caudal representativo será
menor”.
El concepto defendido por Borges parte de que,
del mismo modo que diversos lectores hacen infinitas interpretaciones de una
obra, tampoco hay una única manera de traducir. Eso se relaciona directamente
con el hecho de que veía la traducción como paradigma de lectura, escritura e
interpretación de un texto. En otras palabras, la concebía como una
irreverencia feliz y creativa. Eso sí, exigía a los traductores algunas
cualidades. Una de ellas era la de poseer un oído privilegiado, es decir,
conocer íntimamente la lengua y la cultura del original, además, por supuesto,
de la lengua a que se está traduciendo.
Pensaba que la literatura del conocimiento se
puede trasladar a otro idioma (“Quien haya leído la Ética de
Spinoza en inglés, español, alemán o francés podrá comprenderla tan
perfectamente como aquel que la haya leído en latín”), pero dudaba que la otra
literatura, la de la emoción, fuera traducible: “No sé si un poema es
traducible, creo que el único modo de traducir un poema es recreándolo, es algo
que está más allá del falso juego de sinónimos que los diccionarios nos dan”.
Opinaba que solo se puede hacer “siempre que el traductor sea un poeta y que no
se quede en la precisión científica o filológica. Lo que es conceptual para los
fines de la política, por ejemplo, es esencial y puede traducirse; los
pensamientos pueden traducirse, las metáforas no”.
Insistió también en que muchas veces se comete el error de
no tomar en cuenta que cada idioma es un modo de sentir o percibir el universo.
Para ilustrar lo que afirma, apunta que súbdito es decente en España y
denigrante en América. Luna, que para nosotros es ya una invitación de poesía,
es desagradable para los bosquimanos, que la consideran poderosa y de mala
entraña y no se atreven a mirarla cuando campean. Por otro lado, hizo notar que
existen idiomas más o menos adecuados para la traducción: el inglés, el alemán,
el holandés, las lenguas escandinavas poseen una facilidad para las palabras
compuestas que no tiene el español. Y agrega: “En Shakespeare, por ejemplo: «From
this world-weary flesh», sería en español: «De esta carne cansada del mundo».
«Cansada del mundo» es una frase pesada en español, mientras que la palabra
compuesta «world-weary» no lo es en inglés. Estos defectos tienen que
perderse en la traducción”. Incluso sostiene que dentro de una misma lengua,
hay casos en que la traducción es imposible. El ejemplo más claro es para él
Shakespeare, quien “es intraducible a un inglés que no sea el suyo”.
En una encuesta sobre el tema de la traducción,
se refirió a la calidad de las publicadas en Argentina. Allí comenta que para
sus compatriotas tienen la ventaja de que están hechas “en un español que es el
nuestro y no un español de España. Pero creo que se comete un error cuando se
insiste en las palabras vernáculas. Yo mismo lo he cometido”. En efecto, en su
versión de Las palmeras salvajes de Faulkner incluye
argentinismos como compadrear, caranchos, boleado. Y en la de la última página
del Ulises de Joyce emplea el voceo de ese país.
“Y la traducción era muy mala”
En los comentarios sobre libros que escribió en
su juventud en revistas como El Hogar y Sur, se
refirió en más de una ocasión a las versiones de obras extranjeras publicadas
en España y Latinoamérica. Una de ellas fue la del Ulises de
James Joyce, hecha por J. Salas Subirat. A propósito de la misma, reproduzco
una anécdota que contó el novelista argentino Juan José Saer: “Una tarde de
1967, el autor de este artículo asistió a la escena siguiente: Borges, que
había viajado a Santa Fe a hablar sobre Joyce, estaba charlando animadamente en
un café antes de la conferencia con un grupito de jóvenes escritores que habían
venido a hacerle un reportaje, cuando de pronto se acordó de que en los años
cuarenta lo habían invitado a integrar una comisión que se proponía traducir
colectivamente Ulises. Borges dijo que la comisión se reunía
una vez por semana para discutir los preliminares de la gigantesca tarea que
los mejores anglicistas de Buenos Aires se habían propuesto realizar, pero que
un día, cuando ya había pasado casi un año de discusiones semanales, uno de los
miembros de la comisión llegó blandiendo un enorme libro y gritando: «¡Acaba de
aparecer una traducción de Ulises!». Borges, riéndose de
buena gana de la historia, y aunque nunca la había leído (como probablemente
tampoco el original), concluyó diciendo: «Y la traducción era muy mala». A lo
cual uno de los jóvenes que lo estaba escuchando replicó: «Puede ser, pero si
es así, entonces el señor Salas Subirat es el más grande escritor de lengua
española»”.
De los textos acerca de las traducciones ajenas,
posiblemente el más demoledor es el Borges publicó en Sur sobre
la versión de León Felipe de Canto a mí mismo de Whitman. De
entrada, la califica de errónea y perifrástica. Para apoyar su juicio, cita
varios ejemplos. Donde Whitman escribió: “Todos los cuartos de las casas los
pueblo con una fuerza armada: / Mis amantes, burladores de tumbas”, Felipe,
“fiel a Núñez de Arce”, prefiere: “Toda esta habitación la lleno yo de una
fuerza poderosa,/ de un ejército invencible,/ de elementos que me aman/ de
genios destructores de sepulcros”. El poeta norteamericano acaba así un poema:
“A las once de la mañana empezaron a quemar los cadáveres;/ Esta es la relación
del asesinato de los cuatrocientos doce muchachos”. El escritor español corrige
esa brevedad: “A las once comenzaron a incinerar los cadáveres./ Y esta es la
historia del asesinato a sangre fría, de aquellos cuatrocientos doce soldados,
gloria de los Guardias Montañeses, tal como contaban en Texas cuando yo era
muchacho”. Al final de su comentario, Borges apunta: “La transformación es notoria;
de la larga voz sálmica hemos pasado a los engreídos grititos del cante jondo.
Guillermo de Torre salva este libro con un epílogo excelente, que encierra
alguna traducción fidedigna del poeta calumniado por León Felipe”.
Concluyo estas líneas como Dios manda: con una
breve muestra de la faena como traductor del escritor argentino. Son tres
poemas pertenecientes al libro Antología de Spoon River, del
poeta y dramaturgo norteamericano Edgard Lee Masters. Se publicaron por primera
vez en la revista Sur en 1931. Los encontré reproducidos en
el periódico habanero Diario de la Marina, donde aparecieron
dentro de una sección titulada Poesía, el 12 de marzo de 1950, página 51.
Ana Rutdedge
Oscura, indigna, pero salen de mí
Las vibraciones de una música eterna:
“Sin rencor para nadie, con amor para todos”.
En mí el perdón de millones de hombres para millones
Y la faz bienhechora de una nación
Resplandeciente de justicia y verdad.
Soy Ana Rutledge que reposa bajo esta hierba,
Adorada en vida por Abrahán Lincoln,
Desposada con él, no por la unión,
Sino por la separación.
Florece para siempre, oh república,
Del polvo de mi pecho.
Petit, el poeta
Simiente en una vaina seca, tic, tic, tic.
Tic, tic,
tic, como una discusión entre insectos.
—Y ambos
desfallecidos que la fuerte brisa despierta—
Pero el
pino hace una sinfonía con ellos.
Triolets,
rondeles, villanelas, sextinas.
Baladas a
decenas con el mismo viejo argumento:
Y, ¿qué es
el amor sino una rosa que se marchita?
Tragedia,
comedia, valentía, verdad,
Coraje,
felicidad, heroísmo, fracaso
—Todo eso
en el telar y ¡con qué dibujos!
Montes,
pastizales, ríos y arroyos—
Ciego,
toda mi vida a eso.
Triolets,
sextinas, villanelas, rondeles.
Simiente
en una vaina seca, tic, tic, tic
Tic, tic,
tic, qué minúsculos yambos.
Mientras
Homero y Whitman rugían por los pinos.
Chandler Nicholas
Bañándome cada mañana, afeitándome,
Vistiéndome
después,
Pero nadie
en la vida para alegrarse
Con mi
trabajada apariencia.
Caminando
cada día, respirando hondo
En pro de
mi salud,
Pero la
vitalidad ¿de qué me sirvió?
Adelantando
cada día la mente
Con
meditación y lectura,
Pero nadie
con quien canjear sabidurías.
No era un
ágora, no era un banco de liquidación
Para lo
intelectual, Spoon River.
Buscando,
pero no buscado de nadie:
Maduro,
afable, utilizable, pero no utilizado.
Encarcelado
aquí en Spoon River,
Menospreciado
por los buitres mi hígado,
Devorándose
solo.
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