Publicada en la edición del 4 de agosto pasado de El Cultural, el suplemento del diario El País, de Montevideo, la siguiente reseña de Juan de Marsilio se ocupa de la reciente traducción de André Jaume de varios poemas de T. S. Eliot.
El sabor de los frutos tardíos
Las
reediciones de los clásicos los acercan a nuevas generaciones lectoras. Mejor
aún si la reedición aporta un abordaje crítico claro, riguroso y nuevo.
Objetivos que Andreu Jaume, responsable de la traducción, introducción y notas
de esta edición bilingüe logra con creces.
Thomas Stearns Eliot nació
en Saint Louis, Missouri, en 1888. Estudió
en Harvard y en 1914 se trasladó al Reino Unido, donde completaría una
brillante carrera como poeta, crítico literario y dramaturgo, que lo llevaría
al Premio Nobel en 1948. En 1915 contrajo matrimonio con Vivienne Haigh-Wood,
de quien se separó en 1933 debido a serios trastornos mentales de ella. Vivió
el fracaso matrimonial con culpa y tristeza, como recuerda Frank Morley, su
compañero en la editorial Faber & Faber: “Hay veces en que un
hombre puede sentirse como si se hubiera caído a pedazos y al mismo tiempo
verse a sí mismo de pie en las calles escrutando los restos y preguntándose qué
tipo de máquina saldrá si puede volver a juntarlos. Fue catorce años después,
hablando de sus propios sentimientos, cuando Tom utilizó esa figura retórica”.
Los Cuatro Cuartetos son la bitácora de la
recomposición moral del autor del largo poema “La tierra baldía”.
En 1927
Eliot se hizo ciudadano británico y se convirtió a la High Church (Alta
Iglesia), corriente del anglicanismo cuya liturgia se parece más a la de la
Iglesia Católica. Esto implicaba desandar lo andado por su linaje: en el siglo
XVII sus ancestros, protestantes extremos, habían viajado a América para
alejarse de una Inglaterra que juzgaban contaminada de “papismo”. Este regreso
y conversión son claves en el segundo cuarteto, “East Coker”, la localidad de
origen de los Eliot, y en el cuarto, “Little Gidding”, en el que se hace un
paralelo entre la Segunda Guerra Mundial y los conflictos civiles y religiosos
ingleses del siglo XVII, en tiempos del Rey Carlos I y Oliverio Cromwell.
El
poeta se casó en 1957 con Valerie Fletcher, su secretaria en Faber & Faber.
Sus restos esperan juntos la resurrección en la St. Michael and All Angels’
Church, de East Coker.
EL
CONTEXTO
Salvo
por “Burnt Norton”, publicado en la sección de inéditos de los Collected
Poems, de 1936, cuando buena parte de la opinión literaria inglesa
daba por concluida la carrera poética de Eliot, los siguientes tres cuartetos fueron
compuestos y publicados entre 1940 y 1942, es decir, en lo más arduo de la
Segunda Guerra Mundial. Esto puede apreciarse de manera especial en el segundo
movimiento de “Little Gidding”, el último de los cuartetos, ambientado en una
noche de bombardeo en Londres (durante la Batalla de Inglaterra, Eliot sirvió
como guardián de incendios, lo que lo obligó a largas noches en vela fuera de
los refugios). Se cruzan en estos poemas las angustias y las esperanzas
personales de Eliot, incluidos el fracaso de su matrimonio con Vivienne
Haigh-Wood y su conversión al anglicanismo. También la guerra, entendida como
una crisis de los mejores valores de Occidente e incluso de la Humanidad (Jaume
es certero al señalar la influencia en estos poemas de los estudios de
filosofía oriental, que Eliot había hecho en Harvard, lo que le permite
proponer guías de abordaje de estos textos a quienes no compartan la fe
cristiana del poeta).
En música,
el cuarteto de cuerdas es una composición en cinco movimientos para conjunto de
dos violines, viola y cello. Eliot se inspiró en los últimos cuartetos de
Beethoven, como se lee en carta de 1931 al poeta Stephen Spender: “Me encanta saber que has estado con el
Beethoven tardío. Tengo en el gramófono el ‘Cuarteto en la menor’ y me parece
que su estudio es inagotable. Hay una especie de celestial o al menos más que
humana alegría en algunas de sus cosas últimas que uno imagina para sí mismo
como el fruto de la reconciliación y el alivio tras un sufrimiento inmenso; me
gustaría hacer algo semejante en verso antes de morir”.
Estos
poemas, divididos todos en cinco movimientos, se basan en la idea musical
del ritornello, es decir, en la repetición, modificada —y
por ello desarrollada y profundizada— de un tema. Llevan cada uno
el nombre de un lugar visitado por el poeta. Salvo por “The Dry Salvages”, que
da título al tercer cuarteto, y es un conjunto de tres promontorios en las
costas de nueva Inglaterra en las que Eliot veraneaba de niño con su familia,
los demás sitios están en Inglaterra. Esto es una clave de la personalidad
poética de Eliot: asumirse británico no lo llevó a negar su origen
norteamericano.
La
clave de estos poemas es la búsqueda del “punto cero del tiempo”, es decir, de
esos momentos en los que se tiene una intuición de algo estable y verdadero más
allá del tiempo en fuga. Esta idea de un anclaje sólido, que niega la
destrucción causada por el tiempo, puede verse en el motivo recurrente de “East
Coker”, que comienza afirmando “En mi comienzo está mi fin” y
concluye “En mi fin está mi comienzo”. O también, en el mismo
poema, cuando muestra que quienes un día bailaron alegres al casarse y luego
murieron siguen allí, nutriendo lo viviente: “De dos en dos, conjunción
necesaria,/ tomados de la mano o el brazo/ de concordia augurio. Dan vueltas y
vueltas al fuego,/ cruzando las llamas o formando círculos,/ salvajes y serios
o salvajes y alegres,/ alzan pies duros con zapatos pobres,/ pies de tierra,
pies calizos que se alzan con agreste júbilo,/ la alegría de los que llevan
tiempo bajo tierra/ nutriendo la cosecha.”
Este
volumen contiene también dos textos teatrales previos a la composición de
los Cuartetos —los coros de La Roca y Asesinato
en la catedral— lo que es uno de los mayores aciertos críticos de
Jaume. La tesis del editor es que en esos trabajos para teatro halló Eliot el
lenguaje adecuado para comunicar sus preocupaciones y angustias existenciales y
metafísicas. Lo había ya intentado en el largo poema “Miércoles de ceniza”
(1930). Pero el darse cuenta de que en el texto teatral confluyen las voces de
los personajes, sea que dialoguen o monologuen —y a través de esas
voces la del autor, de modo tal que el público escucha algo que no le están
diciendo de modo directo— le dio la clave para el armado de estos
poemas, por momentos teatrales, en los que varias voces se entrecruzan. Jaume
es prolijo en este rastreo.
PARA
POETAS Y TRADUCTORES
Ya en
la introducción, pero más aún en las notas, Jaume es generoso en citas de la
correspondencia de Eliot en las que el poeta explica las dificultades técnicas
que hubo de enfrentar en la composición de estos textos, así como también de
las opciones que fue descartando en el proceso. Obrando de modo coherente, el
traductor muestra con generosidad su propio proceso de traducción, y las
ganancias y pérdidas en cada opción, tratando de conservar en lo posible, sin
traicionarlos, el sentido y sobre todo la sonoridad de los originales ingleses.
Y este aspecto, acaso poco interesante para un lector común, es valiosísimo
para quienes se acerquen a este volumen desde la condición de poetas y/o
traductores.
Como de
costumbre, la editorial Lumen presenta un volumen de elegante diseño, bella
tipografía y carente de erratas, mérito este último no pequeño, en estos
tiempos de creciente descuido editorial.
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