Alejandro
González reflexiona en la siguiente columna (primera de tres, que le publicó El
Trujamán) sobre el voseo en la traducción, tema muy presente, sobre todo entre
los jóvenes traductores argentinos. Este artículo, al que seguirán mañana y
pasado los otros dos, fue publicado el pasado 10 de mayo.
Sobre el voseo en traducción (I)
Del célebre
diálogo entre Iván Karamázov y el diablo:
—Escuchá —se levantó de pronto Iván Fiódorovich‑. Me siento como en un delirio… eso es, en un delirio…
mentí todo lo que quieras, ¡me da igual! No me pondrás frenético como la otra
vez. Solo siento algo de vergüenza... Quiero caminar por la habitación... A
veces no te veo y ni siquiera oigo tu voz, como la otra vez, pero siempre
adivino los disparates que soltás, ¡porque soy yo, yo mismo quien habla, y no
vos! Lo único que no sé es si la otra vez te vi en sueños o despierto. Mojaré
una toalla y me la pondré sobre la cabeza, y a lo mejor desaparecés. […]
—Me gusta que directamente nos hayamos tratado de vos —dijo el visitante.
—Imbécil —rió Iván—, ¿qué, te iba a tratar de usted? Ahora estoy alegre,
solo me duele la sien… y aquí arriba… Pero, por favor, no te pongás a filosofar
como la otra vez. Si no podés marcharte, inventá algo alegre. Contá chismes, ya
que sos un parásito, contá chismes. ¡Qué tenaz esta pesadilla! Pero no te temo.
Te venceré. ¡No me encerrarán en un manicomio!
—C’est charmant eso de “parásito”. Y en efecto ese es mi aspecto. ¿Qué
soy en la tierra sino un parásito? Por cierto, te escucho y en parte me
asombro: a fe mía que ya empezás a tomarme un poquito por un ser real, y no
solo por un producto de tu fantasía, como porfiabas la otra vez…
—¡Ni por un instante te tomo por una verdad real! —gritó Iván hasta con cierta ira—. ¡Sos una mentira,
sos mi enfermedad, sos un fantasma!”
Todo indica
que aún deberá pasar cierto tiempo hasta que los lectores argentinos y de otras
áreas voseantes de América Latina leamos así este fragmento[1].
Los que
traducimos para editoriales argentinas ya sabemos casi “por defecto” que la
segunda persona del singular que deberemos emplear en nuestras traducciones
será el “tú”. Lo sabemos incluso a tal punto que solo en contadas ocasiones dicho criterio se hace explícito en el diálogo con el editor. La
razón, a primera vista, parece obvia: este último quiere ejercer su legítimo
derecho a ganar dinero con sus libros y a colocarlos en otros mercados, donde
el “voseo” sería resistido. Por el mismo motivo, el uso del “ustedes” para la
segunda del plural es otro criterio tácito; el “vosotros” solo se utiliza en la
península, y además al oído latinoamericano suena ya anticuado, forzado,
“bíblico” o, en el mejor y más neutro de los casos, simplemente eso, peninsular.En
breve: con alguna excepción, un libro con “tú” (sin “vos”) y con “ustedes” (sin
“vosotros”) caminará bien en cualquier país de habla hispana (los habitantes de
zonas voseantes aceptaremos sin más el “tú” y en España difícilmente los
lectores huyan espantados al no encontrar el “vosotros”).
Sin embargo,
la cuestión no se agota en la mera estrategia comercial de las editoriales. En
Argentina, zona voseante por excelencia, los lectores, al parecer, también nos
mostramos reacios a admitir el voseo en literatura traducida, en especial si se
trata de obras clásicas. Algo suena mal, algo molesta si los personajes de
Flaubert, Henry James, Thomas Mann o Mijaíl Bulgákov se tratan de “vos”, con
los correspondientes cambios en las formas verbales. Es interesante plantearse
qué motiva ese recelo. ¿Acaso el voseo sigue ocupando en nuestro subconsciente
un sitio asociado con lo “no normativo”, con el habla “no sancionada”, con un
registro coloquial por oposición a uno escrito, académico, “culto”? ¿O será el
simple peso e inercia de la costumbre, y bastaría tan solo que una generación
de voseantes leyera a los clásicos con “vos” para subsanar el asunto?
Lejos de
juzgar este fenómeno como algo bueno o malo, le dedicaré unas reflexiones en el
próximo trujamán.
[1]Muy
interesante y a propósito: el corrector automático de Word me subraya en rojo
todos los verbos que se ajustan al “vos” como segunda persona del singular.
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