viernes, 14 de octubre de 2011

La traducción de poesía (5)

Quinta y última parte de las reflexiones de Francisco J. Uriz Echeverría sobre la traducción de poesía, que publicó El Trujamán, esta vez en su entrada del 4 de octubre pasado.

¿Placenteramente legible?

Termino estos trujamanes sobre la imposibilidad de la traducción de la poesía con un elogio, tal vez desmedido, a los traductores repitiendo que no olviden que la traducción es dádiva. Y una nota optimista sobre la interinfluencia sin fronteras de la literatura traducida.

Si existe la literatura comparada es gracias a la traducción (¿imposible?), pero madre tal vez de la mayoría de nuestras lecturas.

Después de la representación en Estocolmo de El rey Lear, dirigida por Ingmar Bergman y traducida por Britt Hallquist, un traductor inglés exclamó: «¡Qué suerte tienen ustedes que pueden ver a Shakespeare en sueco!». ¿Es esto literariamente correcto? Sin duda se refería a la dificultad que tiene el público inglés de hoy para comprender en el teatro los textos del dramaturgo.

Hablando con Tobias Berggren, uno de los grandes poetas de su generación, de la dura crítica publicada sobre los errores de la traducción de Artur Lundkvist de Poeta en Nueva York, me confesaba: «¡Es el libro que más me ha influido!».

(Después de haber visto los grandes errores de traducción en obras de Strindberg exitosas en español me pregunto cómo de mala tiene que ser una mala traducción para que destruya una obra maestra).

Hace ya un tiempo leí la reseña de una traducción al castellano del poeta danés Henrik Nordbrandt al que el crítico consideraba, acertadamente, como un gran poeta y lo presenta con frases similares a las de los críticos que lo reseñan en el original. ¿No tendrá el traductor —missing en la reseña— algo que ver en ese juicio? ¿No habrá traspasado la calidad la frontera de los idiomas?

Se suele citar como una evidencia la malhadada frase de Robert Frost de que «poesía es lo que se pierde en la traducción». Pero en cualquiera de los encuentros de poesía a los que he asistido, se habla, a mi juicio con conocimiento de causa, de la poesía de Czeslaw Milosz, Wislawa  Szymborska, Kostantin Cavafis o Gunnar Ekelöf, como si se hubiese leído en el original, (y no es fácil encontrar lectores de poesía que sepan, al mismo tiempo, polaco, griego y sueco), y hemos disfrutado leyéndolos. Por consiguiente creo que es igual de legítimo, además de muy gratificante para el traductor, afirmar que poesía es lo que queda en la traducción.

Dejemos de lado la autoflagelación. Ya nos debería bastar el ninguneo de los demás.

Lo traducido, ¿es legible? ¿Incluso placenteramente legible?

Pues, venga, hombre, no marees más. Emplea el papel de fumar para lo que ha sido fabricado.

2 comentarios:

  1. me encantaron estas notas
    besos para el admin!

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  2. Gracias otra vez por estas notas y por el aliento. Me han hecho recuperar las ganas, la osadía. ¡Salud!

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