Acuerdos para liberar los libros de la aduana
Ahora, todos están listos para firmar acuerdos y confían en que sacarán los libros bloqueados en
Hace un mes, pensaron que era un error. Los editores se enteraron de que no podían sacar de la Aduana los libros que habían traído del exterior –en ese momento, alrededor de un millón y medio de ejemplares– y creyeron que era exceso de celo, un cumplimiento anticipado de una norma que debía empezar en marzo y que consistía en mandar a analizar cada libro que tocara estas costas para ver si había plomo en la tinta con que estaba impreso.
Enseguida supieron que no, no se trataba de eso: era la larga y bien respaldada mano del Secretario de Comercio, Guillermo Moreno, que al principio les plantearía el tema como una causa –la defensa de la industria gráfica nacional– y en estos últimos como un tema de balanza comercial: exporten lo que quieran pero exporten por el mismo monto que importan. Ya no importaba la industria gráfica nacional, importaba conseguir un socio que exportara algo.
Una premisa más dio el Secretario: pórtense bien , les dijo a señores y señoras grandes, y no hablen con la prensa. Por eso, notas como esta casi no tienen fuentes visibles.
Los editores de las dos cámaras que hay en la Argentina –la Cámara Argentina del Libro y la Cámara Argentina de Publicaciones– salieron a explicar que la industria tenía especificidades. Que hacer libros no es igual-igual que hacer medias, que hay títulos que por su escala no conviene hacer acá (se venderán muy pocos) y títulos que por sus características técnicas no se puede hacer acá (anillados, troquelados, con brillantina).
Pero los editores son empresarios así que además de explicar –y mientras pagaban un promedio de 0,08 pesos por día y por libro en concepto de depósito– empezaron a negociar.
“Nos agarraron con muchas novedades, toda la campaña de Navidad, unos 60.000 libros”, dice el responsable de una editorial que hace sobre todo libros infantiles. Los demás estaban en condiciones similares. El total del sector, informó la Cámara del Libro, importa por 102 millones de dólares y exporta por 45. Pero los socios de la CAL (editoriales medianas y chicas) no estaban en las mismas condiciones que los de la CAP (grandes y multinacionales).
Tomando a todos los socios de la CAL como un todo, dijo su presidente, Isaac Rubinzal, el balance de exportaciones e importaciones es parejo. Por eso, la Cámara armó un sistema de compensaciones, que le presentará a Moreno el 3 de noviembre: el que exporte más de lo que importa, le “venderá” su crédito sobrante al que lo necesite, por un 8% de su valor. Y l os importadores traerán la mitad de lo que trajeron en 2010. Así, la Cámara promete llegar al equilibrio exigido. “Pretendemos imprimir acá, después necesitamos una reunión con imprenteros y papeleros para que podamos ser competitivos a la hora de exportar”. Por ahora, nadie puede garantizar más ventas, así que a ajustarse las importaciones.
Los grandes de la Cámara de Publicaciones tienen listo el acuerdo que firmarán el lunes 31 con la ministra de Industria, Débora Giorgi, el ministro de Economía; Amado Boudou; Moreno y el Secretario de Cultura, Jorge Coscia. Allí se comprometen a: “Mantener el equilibrio entre las exportaciones e importaciones, efectuadas de tal manera que resulte la paridad entre las mismas”. Si no lo hacen, “se obligan a efectuar un aporte irrevocable de capital por el monto necesario para lograr el equilibrio comprometido”.
Así, dicen los editores, desde el martes circularán los libros. Lo que también dicen, pero dicen menos, – “pórtense bien”– es que esperan un encarecimiento significativo de los libros de texto. Y los importadores netos –que traen material de arte, fotografía y diseño que se hace en grandes volúmenes en China y se distribuye por el mundo– ya están avisando a sus clientes que salgan a comprar lo que hay hoy en librerías, porque tardarán meses en tener otro cargamento.
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