El 1 de diciembre de 2004, nuestra querida Marietta Gargatagli publicó la siguiente columna en El Trujamán. Quizás por que es diciembre, o porque ya pasó mucho tiempo, o porque la extrañamos, colgamos hoy esas reflexiones que se refieren precisamente al sur.
De la etimología de la palabra "sur"
Informan los diccionarios últimos de la Real Academia que la palabra sur proviene del francés sud, y este del inglés antiguo sû. Documentación que María Moliner invierte aunque corrobora. Según su Diccionario de uso del español, el término se tomó del anglosajón suth, probablemente a través del francés antiguo su, hoy sud. Etimología que verifican también los diccionarios franceses; por ejemplo Le Petit Robert (1996), que fecha el término en esa lengua en el siglo XII y añade que fue tomado del inglés antiguo suth, hoy south. Esta raíz, al parecer, significaba ‘sol’.
Sin embargo, debemos imaginar que, con respecto al castellano, en algún lugar de estos razonamientos hay un vacío. No pretendo enmendarlo; sí ofrecer al lector desinteresado algunas noticias.
El 13 de octubre de 1492, al día siguiente de llegar a América, Cristóbal Colón anotó en su diario de a bordo:
“Y por señas pude entender que yendo al Sur o bolviendo la isla por el Sur, que estaba allí un Rey que tenía grandes vasos d’ello [de oro] y tenía muy mucho. [...] Determiné de aguardar fasta mañana en la tarde y después partir para el Sudeste —que según muchos d’ellos me enseñaron dezían que avía tierra al Sur y al Sudueste y al Norueste; y qu’estas del Norueste les venían a combatir muchas veces— y así ir al Sudueste a buscar el oro y las piedras preciosas.” (Textos y documentos completos. Nuevas cartas. Edición de Consuelo Varela y Juan Gil, Madrid, Alianza, 2003, pág 112).
Se trata, según Joan Corominas, de la primera aparición escrita de la palabra sur, que fecha exactamente en 1492 y describe así: «Del anglosajón suth, probablemente por conducto del francés anticuado su, hoy sud».
No cabe duda de que para Colón se trataba de un punto cardinal, una dirección, que en sus escritos también se denomina Austro, préstamo culto del siglo XV. Poco se sabe, con exactitud, de la vida del descubridor de América. Se cree, por ejemplo, que, siendo muy joven, fue tripulante del corsario francés Guillaume de Casenove o pudo formar parte de la armada que, al mando de Renato de Anjou, se enfrentó a Alfonso V de Aragón y después a Juan II por el gobierno de Nápoles. Quizás en cualquiera de estas aventuras entró en contacto con navegantes franceses o ingleses y de ellos tomó el vocablo. También, lector atento del Antiguo Testamento, pudo leerla en el libro de Éxodo, Job, Eclesiastés o Abdías, donde figura varias veces.
El sur nombraba entonces lo desconocido, y resulta curioso que además de un continente, Colón hubiera descubierto una palabra tan singular. Misterio que no resuelven los diccionarios históricos de nuestra lengua, donde a lo largo del siglo XVIII, el término es definido como «viento que viene de la parte del mediodía». Y cuando, en 1884, comenzaron a incluirse las etimologías, se menciona como procedencia el término sud, que debemos imaginar francés moderno.
Resulta claro que España tuvo su propio sur: la visión del oro, que aparece representada con profusión en los textos del Almirante, ¿nos hizo olvidar la geografía?
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