Traductor del italiano él mismo, el poeta y narrador Guillermo Piro publicó la siguiente columna en el diario Perfil, de Buenos Aires, el 10 de junio pasado.
Reflexiones alrededor
de un título
Disculparán este balance histérico, pero no voy a hablar de un libro sino del título de un libro. Se sabe que las traducciones españolas se convirtieron para mí en una especie de obsesión, no ya porque sean malas sino porque resultan ser la expresión de una conciencia, un modo de ser, de trabajar y de entender el mundo que me perturba.
Se acaba de distribuir en la Argentina Vente conmigo, de Roberto Saviano, publicado en España por la editorial Anagrama. A Saviano lo conocen: es el autor del best seller internacional Gomorra. Traducido por Francisco J. Ramos Mena, el título de la edición castellana echa luz sobre algunas de esas obsesiones que me perturban. El título en el original es Vieni via con me. Los conocedores de música italiana habrán reconocido enseguida la estrofa de una bellísima canción de Paolo Conte, "Via con me". E incluso aquellos que crean no conocerla, si la escuchan la reconocerán enseguida: fue la banda de sonido de muchas publicidades, desde algún utilitario de Fiat hasta de una marca de lavarropas, creo. Vieni via con me es, hasta donde sé, un programa de televisión presentado por el propio Saviano en Italia. El asunto es que la estrofa de la canción y del programa de televisión son fáciles de traducir hasta por alguien que empezó a estudiar italiano hace dos días: "Ven conmigo". O si quieren: "Vámonos". Y digo “ven conmigo” o “vámonos” porque estoy pensando en un lector hispano no reducible a los congéneres que viven en mi ciudad. Incluso elijo “ven conmigo” porque pienso en los que siendo argentinos viven más allá de la General Paz. Podría haber dicho también: “vení conmigo”, o “venite conmigo”. Incluso podía haber ido un poco más allá y jugarme con un “subite a mi moto”, o “subite a mi mountain bike”, pero ya me parece una exageración lingüística; “ven conmigo” está bien. Y está bien porque garantiza que provoque menos ruido en los posibles lectores hispanos diseminados por el mundo.
Llegado el caso de traducir el título de un libro que lleva el mismo que una canción de Paolo Conte, incluso me animaría a dejar el título en su idioma original. Si alguien pudiese ser lo suficientemente obtuso como para no comprender el sentido de esas cuatro palabras podría preguntárselo a un colectivero –si está leyendo mientras viaja en colectivo–, o al mozo de un bar, o a una señora cualquiera que pasea a su perro por la calle. Traducir vieni via con me es tan innecesario como traducir volare. Pero supongamos que al editor español le pareció que era necesario traducir esas cuatro palabras, y pensemos en las opciones que debe de haber barajado antes de elegir la que eligió. “Ven conmigo” tiene que haber pasado por su mente, antes o después de “vente conmigo”. “Vente conmigo” puede significar “acompáñame a casa Juan” o “ten un orgasmo conmigo”. Pero no creo que el editor haya pensado en eso, más bien tiendo a creer que a la hora de sopesar las dos posibilidades eligió la segunda porque tiene un sonido más español, importándole un bledo que el libro se distribuya incluso en el culo del mundo, es decir en la Argentina , y también en toda América latina.
Insisto en que aún no abrí el libro. Miento: acabo de abrirlo, y lo que vi fue una frase que literalmente decía: “Es lo contrario de las trolas que cuenta la liga cuando afirma que el sur es un lastre para el norte”. No sé qué querrá decir eso; lo que sí sé es que se me fueron las ganas de leerlo.
mmm... ¿"vente conmigo" suena más español de España que "ven conmigo"? a mí me suena más coloquial, más cariñoso, eso sí. no me gusta como traducción, pero no se me habría ocurrido pensar que era tan desafortunada.
ResponderEliminarEstoy con la compañera Itziar: "vente" no es más castizo, ni más peninsular, sino más coloquial. Personalmente, yo también habría preferido "ven" a secas, pero el razonamiento que arma la crítica apunta al sitio incorrecto.
ResponderEliminarChicos, un día se invertirán los términos de intercambio comercial y uds tendrán que leer libros traducidos por nosotros, desde Argentina. Les juramos que le vamos a meter lunfardo y expresiones barriales o de jerga carcelaria nuestra en cada línea. Quizá así sean concientes del estropicio que están haciendo con la lieratura que cae en sus manos.
ResponderEliminarBesis
@Sellerbest
Sinceramente, espero que no hagamos eso. Acá no se trata del ojo por ojo, sino de ser un poco más ecuménicos y proceder con la inteligencia que les reclamamos a los editores del otro lado del Atlántico y que, aparentemente, no tienen. Sensibilizar a nuestros colegas españoles es el primer paso. Hacerlos nuestros aliados, el segundo. Trabajar considerando al otro es el premio.
ResponderEliminarcoincido con itziar y david en que "vente" no es más castizo o peninsular que "ven" y también, por tanto, en que la crítica de la traducción que propone el artículo marra el tiro, porque le apunta al pichón equivocado. podríamos imaginar perfectamente a un editor rioplantense despistado proponiendo "venite conmigo" como título del libro de savino en lugar del más corriente y natural "vení conmigo", y el supuesto error sería el mismo; no sólo los jugadores del equipo contrario pifian los penales.
ResponderEliminarotra cosa es que "ven conmigo" sea la mejor traducción posible. hay algo en la cadencia del título italiano que pide algo más que esas dos secas palabras, más aún si, como dice el articulista, resuena detrás el estribillo de paolo conti: "via, via, via con me...", cuyas connotaciones van mucho más allá de ven conmigo, acompáñame, vámonos juntos. en traducción, como en la medicina homeopática, la dosis es inversamente proporcional al efecto: dos, tres, cuatro palabras tienen un eco mucho mayor que cuatrocientas y son, por consiguiente, mucho más difíciles de traducir.
resolvamos, pues, los problemas de traducción tratando, en la medida de lo posible, de no ponernos camisetas excluyentes, práctica nada aconsejable que ha llevado, últimamente, a la prevalencia monolítica de una variante del español (cada vez más depauperada, además) en detrimento de las demás. el tiro al pichón es lo que tiene: a menudo se derriba el pajarito que no era.
En la Argentina la forma vente no se utiliza. La prueba, La Real Academia que registra dos ejemplos: Enrique Larreta y Vicente FIdel López. ¿Tiene alguna importancia que la expresión Vente conmigo no se utilice en la Argentina? Bueno, no es para morirse. Mejor dicho, no sería para morirse si llegaran cuatro o diez ejemplares del libro de Saviano. Pero no pasará esto. Esta semana y las semanas siguientes todas las librerías de Buenos Aires y del país —el país con más librerías por habitantes del mundo que habla castellano— tendrán en las vidrieras y en las mesas toneladas de Vente conmigo. Entonces sí se plantea una incomodidad que afecta directamente a los traductores peninsulares: ¿saben acaso, se plantean acaso, sueñan acaso con que los libros que traducen se venden por toneladas en América Latina, de la que la Argentina es un sólo país? Multipliquen entonces el Vente conmigo por todos los países donde tampoco se utiliza la expresión y dejemos de discutir si es más o menos castizo¡¡¡ Lo que ya no pueden ignorar es que los libros que traducen no tienen como lectores personas con las que comparten idiolectos. Tienen como lectores a los variadísimos habitantes de fuera de España que cuando comprar un libro y esperan leer la lengua que tenemos en común, porque existe y la tenemos en común, no la encuentran. Si un traductor argentino sabe que Vení conmigo pertenece al castellano de Argentina o de Uruguay y nadie tiene que explicárselo, ¿por qué hay que explicar una y otra vez que los localismos españoles son localismos españoles?
EliminarMe parece que si alguien les mandara una foto a los traductores españoles (incluyendo a los que son de BIlbao) con las toneladas de libros de Anagrama que se ven en las librerías argentinas y de otros países, incluyendo los descatalogas y pretéritos, este intercambio de opiniones adquiriría forma real.
Francamente, yo tampoco entiendo la lógica de esta exacerbada crítica. Como ya se ha comentado, "vente" no es en modo alguno más castizo que "ven", y dado que ninguno de los dos se usaría nunca en Argentina, no termino de entender por qué uno le resulta tan inaceptable y el otro no.
ResponderEliminarPor otro lado, y enlazando con el evidente rechazo que generan las traducciones "peninsulares" en este blog (y, por lo que se puede palpar por Internet, en gran parte de los lectores del otro lado del Atlántico), cabría destacar algo, en realidad bastante lógico: las editoriales se guían por el público que en su mayoría compra sus productos. Pretender que una editorial española, cuyos beneficios proceden en su mayoría por las ventas en España, se dedique a producir traducciones en las que no se utilice en modo alguno el vocabulario con el que la mayoría de sus clientes (españoles) está familiarizado, es del todo irrealista.
Y ojo, que a mí (que soy español) tampoco me gusta nada que en una traducción se caiga en coloquialismos extremos (me parece fuera de lugar que un personaje inglés, francés o alemán diga cosas como "No me cuentes paridas, tronco, que flipo de la hostia contigo"). Ahora bien, de ahí a indignarse porque una editorial española utilice "vente" (?) o "gilipollas" hay un trecho bastante grande. Sería algo así como si un estadounidense que compra un libro traducido por una editorial británica se ofendiera porque el traductor usa, oh, sorpresa, grafías británicas como "centre" o "colour" en vez de "center" o "color".
Porque supongo que al que considera inaceptable que en una traducción española se diga "vente" o "gilipollas", le parecerá también inaceptable que se utilice "vosotros" en vez de "ustedes", ya que, al fin y al cabo, lo de "vosotros" sólo se usa en España y sería un localismo inequívoco. ¿Entonces qué solución tiene esto? ¿Crear un híbrido desangelado que, en la práctica, no gustaría ni a unos ni a otros?
Además, leyendo muchas de las opiniones indignadas con la forma de hacer las traducciones en España, da la impresión (que alguien me corrija si me equivoco) de que la creencia es que, mientras que en España tienen la egocéntrica costumbre de hacer traducciones en las que es evidente que el traductor es español, en Latinoamérica se pone el máximo cuidado en hacer traducciones totalmente neutras, en la que es imposible percibir el origen del traductor.
De ser así, que se sepa desde ya que es una percepción errónea: aunque a algunos les cueste creerlo, las traducciones latinoamericanas chirrían tanto a los españoles como las traducciones españolas a los latinoamericanos.
Estimado Tomás:
ResponderEliminarDesde este blog no se aboga por que las traducciones españolas dejen de ser españolas, sino por que sean mejores. En este caso, algo más inclusivas; dicho de otro modo, que en lugar de poner "gilipollas" pongan "tonto", que es algo que entiende toda la lengua castellana y que no le quita expresividad a lo que se quiere decir.
Luego, su percepción de que los libros españoles se venden más en España que en Latinoamérica me parece errónea. Habrá libros que se venden más allá y otros que se venden más aquí. Por otra parte, ¿adónde le parece que van los remanentes anuales de las multinacionales españolas para que allá cierren las cuentas? Recorra las librerías de saldos de toda Latinoamérica y verá que los contenedores que llegan a nuestros puertos también traen libros que se venden por kilo y no precisamente en El Corte Inglés ni la Fnac.
Acá el problema no es "lo español" –y como verá, el número de españoles que participan del blog es muy alto–, sino lo malo que se hace pasar por bueno gracias a la existencia de una industria que lo defiende a rajatabla.
Y un último comentario: antes tanto ustedes como nosotros leíamos sin tanto sobresalto justamente porque no había tantas razones de sobresaltarse. Dicho en otros términos, se traducía a un castellano culto que no abundaba en el localismo. Luego, por las razones que sean (y mucho tiene que ver la incultura en esto), se empezó a profundizar en el sesgo nacional mal entendido. Así comenzó el rechazo, no de este blog, sino de los lectores latinoamericanos en general, del cual este blog es apenas una de las muchas expresiones posibles.
Cordialmente.
Estimado Jorge:
ResponderEliminarEl dato sobre ventas de libros españoles (con esto me refiero, claro, a ediciones hechas por editoriales de España) lo saco, por ejemplo, de un cuestionario que en este mismo blog respondió Jonio González, responsable de traducción de una editorial española importante. En él decía que, con mucha frecuencia, la proporción de ventas de sus ediciones era de 2000 ventas en toda Latinoamérica por 50.000 ventas en España. Es evidente que habrá casos y casos, pero es un dato a tener en cuenta. Del mismo modo, tampoco hay que olvidar todas las editoriales más pequeñas, que ni siquiera tienen tiradas fuera de España.
La cuestión es que muchas de las críticas que leo pidiendo traducciones españolas "más neutras", en realidad con "neutralidad" se están refiriendo simplemente a traducciones más próximas a su variante. En este mismo blog he visto una columna en la que un lector argentino se quejaba de que en una traducción española se empleara la palabra "polla", por considerarlo "demasiado española", y exigía que se adoptara un término más neutro para que a los lectores latinoamericanos no les chirriara tanto. Pero, en última instancia, lo que este lector está pidiendo es que se utilice el término con el que ÉL está familiarizado, porque ¿acaso existe ese término más neutro que exige? Si, pongamos, en el original se ha utilizado la palabra "dick", que es una palabra remarcadamente coloquial, el traductor tiene dos opciones: poner la palabra coloquial equivalente en su variante (que en España es ésa que tanto molestaba al lector, y no otra) o poner otra cosa (¿"pene"?), que tal vez sea más formal y universal, pero al mismo tiempo cercena por completo el estilo coloquial del original.
Porque yo, como dije antes, me opongo a que se usen coloquialismos extremos, especialmente si se usan gratuitamente, pero tampoco me parece adecuado que un libro cuyos diálogos en la versión original son coloquiales, espontáneos o incluso vulgares, pase a tener en su versión traducida diálogos llenos de expresiones formales y cultas. Me parece una alteración de estilo que, como cualquier otra, se debe intentar evitar. Si en el original hay rasgos coloquiales, lo normal es que en la traducción también los haya (aunque el traductor deba saber medirlos para no caer en lo chirriante, y con esto me refiero también a chirriante para los lectores que compartan su variante del español). Y, claro, lo coloquial es algo que varía especialmente entre un país y otro, así que si eso cruza el Atlántico va a sonar extraño, ajeno para los lectores de allí, ¿pero qué remedio hay? O bien se acepta o bien, si se antoja tan insufrible, una editorial latinoamericana hace una nueva traducción para distribuirla allí. No hay más opciones (salvo alterar por completo el estilo de original, y que un personaje que en original hablaba de forma vulgar en la traducción hable de forma culta).
Y lo que quería resaltar en mi comentario anterior es que no termino de entender que por esto se tenga tanta inquina a las traducciones españolas cuando, en cualquier caso, a la inversa pasa lo mismo. Repito lo que dije: un español también detecta rápidamente que una traducción está hecha en Latinoamérica. En este sentido, por lo tanto, serían igual de "criticables". Lo que creo que pasa es que se tiende a considerar neutro aquello que coincide con lo propio.
Estimado Tomás:
ResponderEliminar1) Ediciones B, donde trabaja Jonio González es un tipo particular de editorial, por lo que las estadísticas que él plantea funcionan para ciertos públicos. Por caso, el de la novela romántica que transcurre en el período de la Restauración británica que, al menos en la Argentina (no podría hablar de Latinoamérica porque ahí sí que ignoro el dato), no funciona. Pero, tal parece ser, en España es muy popular (es lo que se desprende de lo dicho por González, no sólo en el blog, sino también cuando asistió personalmente al Club). Esos miles de ejemplares, entonces, son sólo españoles. Acá recibimos el rezago de esos libros que se eternizan en las mesas de saldos de las librerías de viejo. Esa estadística, entonces, no sirve para nuestra discusión.
2) Una cosa es que una traducción sea "neutra" y otra que contemple, de manera más ecuménica, las posibilidades comunes de una lengua aparentemente común. MI ejemplo fue claro: si existe tonto y eso es lo mismo que gilipollas, ¿para qué traducir eligiendo la segunda forma?
El problema, y si usted lee el blog verá que ya lo tratamos muchas veces, es que España impuso el criterio editorial de comprar "para la lengua" y no para España. Eso implica que muchos autores no puedan ser traducidas fuera de la Península porque los derechos fueron adquiridos en bloque por editores españoles. Dicho de otro modo, los latinoamericanos, en ese caso, no tenemos derecho a nuestras propias traducciones y tenemos entonces que ocmpartir las de ustedes. Si esto debe ser así, el criterio de traducción debería ser otro que también nos contuviera. Si no nos contiene, no nos sirve y tenemos todo el derecho de reclamar.
3) No discutimos a los buenos traductores españoles, que afortunadamente los hay, sino a los malos, a los que no ven más allá del castellano de su barrio. Y esto va también para los traductores latinoamericanos. Entonces, hablamos de buena y mala traducción. No de otra cosa.
4) Si un texto debe ser juzgado por su coloquialismo exclusivamente, estamos fritos. Prefiero que se pierda un matiz y que en vez de "polla" se diga "miembro", "sexo" o la fórmula que sea, antes de transformar a un gangaster de Chicago en un pasota madrileño. ¿Me explico?
5) Si al cabo de estas explicaciones todavía no entiende la inquina que despiertan las malas traducciones españolas –que ya ve que no lo son todas–, entonces es que no quiere entender. Ni ustedes ni nosotros tenemos por qué tolerar imposiciones de orden comercial que condicionen no sólo lo que leemos sino la lengua en que lo leemos. Salvo que haya alguien que amparándose en criterios imperiales piense que hay castellanos mejores que otros. Es una ilusión que viene durando poco y que, crisis mediante, va a durar todavía menos.
Ah, obviamente no estoy de acuerdo con que una editorial impida que se haga otra traducción para el mercado de allí. Pero creo que la única solución efectiva (aunque tal vez económicamente no lo sea, no lo sé) sería, precisamente, permitir que se hiciera, que es, al fin y al cabo, lo que se hace con películas y series de televisión, ahora incluso con muchos videojuegos. A mí, personalmente (y por poner otro ejemplo más o menos exagerado para que se me entienda), no me vale que un personaje que en el original dice "This is fuckin' awesome, dude" en la traducción diga "Esto es genial, amigo". Me parece una decisión que, aunque sea más salomónica, desvirtúa demasiado la caracterización de ese personaje. Lo que sostengo, en definitiva, es que en muchos casos "tonto" no es un sustituto idóneo de "gilipollas"; que un pandillero de Baltimore no debe hablar como el vecino pasota del traductor, pero tampoco como un académico de la lengua.
ResponderEliminarAsí que lo que sí me parece verdaderamente criticable es que las editoriales impongan al público latinoamericano una traducción dirigida al público español. No me parece criticable, sin embargo, que se hagan traducciones dirigidas a un público algo más específico, aunque, insisto, no me gustan tampoco las adaptaciones extremas. Dicho sea de paso, la palabra "polla" no es en absoluto una traducción "de barrio", ni siquiera "madrileña"; es española a secas.
Un saludo.
Estimado Tomás:
ResponderEliminarNos vamos entendiendo, pero no es el caso de los editores, por lo que seguiremos discutiendo indefinidamente sobre el huevo y la gallina, salvo que alguien piense que hay una cierta responsabilidad profesional más allá de las fronteras del barrio.
"Polla" en América significa un montón de cosas. En la Argentina, por ejemplo, "compulsa" (sobre todo, aplicado al juego), pero no se asocia a cuestiones sexuales por lo que al leerlo resulta risible y atenta contra el tono general de lo que se está diciendo.
Cordialmente.
Me interesa muchísimo esta etiqueta de "a qué castellano traducimos", en tanto que traductora española para editoriales afincadas en España. Sinceramente, son los editores quienes tienen la última palabra en muchos de estos aspectos: no creo que aceptasen un "panespañol" que incluya, en un mismo texto, palabras como "pijo", "cheto" o "fresa" (entiendo que son sinónimos en Español de España, de Argentina y de México).
ResponderEliminarMe parece bastante obvio que, cuando hablamos de slang o argot, no hay consenso posible, para bien o para mal. Y apostaría algo en euros, pesos o futuras pesetas, a que cuando el mercado editorial en castellano tenga sus sedes principales en Buenos Aires, México DF, Bogotá o donde quiera que sea (como ya ocurrió en otras décadas: la historia se repetirá, imagino), los traductores de esos lugares se verán en los mismos problemas irresolubles. Yo prometo aceptar, como lectora, la presencia del verbo "platicar" o el adjetivo "boludo" sin hacer muchos aspavientos y sin tomármelo como algo personal.
Otra posibilidad sería elaborar un glosario panhispánico de argot. Sinceramente, otra solución no veo. Y que los traductores acudieran a él para traducir "bloody hell", "motherfucker" o "arrête de te foutre de ma geule". ¿Lo ven posible? Creo que sería lo único que acabaría con este problema aparentemente irresoluble. Me pregunto también (me faltan posts por leer: quizá ahí figuren posibles respuestas) que opinan los traductores guatemaltecos, nicaragüenses o de otros países latinoamericanos de menor extensión o de menor presencia editorial.
Enhorabuena por el blog. Los debates son de nivel.
Saludos,
Mercedes Cebrián
Gracias, Mercedes, por tu participación en el debate. Como bien decís, el argot plantea problemas difíciles de salvar. Pero no es ahí adonde apuntamos, sino al castellano más o menos correcto de la lengua más o menos correcta, que sí puede ser algo más ecuménico y que no siempre lo es. Durante décadas ustedes han leído libros argentinos, mexicanos y de otras provincias de la lengua sin problema y durante décadas hemos leído españoles sin problemas. Sólo que en los últimos treinta años el problema de la localía se ha ido agravando a manos de editores que compran los derechos de traducción para toda la lengua y de una industria poderosa que nos ha querido imponer un canon construido a los ponchazos y un modelo de lengua, sin aceptar variante alguna. Si vas a otras entradas de este blog verás que la parte comercial del asunto se ha colado a lugares impensables y que siempre hemos abogado por que nuestros colegas peninsulares lo vean con la claridad necesaria y en la medida de sus posibilidades reaccionen como reaccionamos nosotros. Al fin y al cabo ya no nos leen en la cuadra sino mucho más lejos y eso implica una serie de responsabilidades que no siempre se cumplen. El argot, insisto, es otro problema, pero con buena voluntad se podría llegar a salvar. Es cuestión de que nos pongamos a pensar conjuntamente.
ResponderEliminarDe acuerdo. El título es un albur mexicano. Oí mencionar el título en alguna plática literaria en televisión y el presentador acotó que el título era "sin albur". Anagrama tiene nulas consideraciones sobre los lectores americanos.
ResponderEliminar