Por qué traducimos
Tal vez la gente de los siglos venideros se preguntará cómo fue posible que en nuestra época haya habido tantas traducciones y que gracias a ellas ningún idioma del planeta, aun el hablado apenas por unos pocos individuos, quedara separado totalmente de los otros. La pobreza lingüística que les tocará vivir, hecha de dos o tres lenguas maestras, si no es que una sola, los inclinará a ver nuestro tiempo sumergido en un caldo idiomático inagotable, constituido por innumerables lenguas y decenas o cientos de miles de traducciones conectándolas a todas ellas, desde las más habladas hasta las más remotas, traducciones hechas a menudo a partir de otras traducciones, y les causará admiración ese ejercicio difundido de metamorfosis, de mimetismo cerebral y de identificación portentosa. Incluso pensarán que traducir de un idioma a otro debió de haber sido nuestra preocupación constante y nuestro entretenimiento principal. Con apenas dos o tres lenguas funcionando en todo el planeta, no faltarán tampoco quienes pongan en duda que en nuestra época pudieron haber existido cientos de miles de idiomas, articulados en complejos árboles de parentesco, con otro tanto número de dialectos derivados de aquellos idiomas, lo bastante disímiles como para hacer dificultosa la comunicación entre regiones y poblados próximos. Se preguntarán entonces cómo pudo ser posible vivir en un mundo así, trasladarse en un mundo así, enamorarse en un mundo así, y una vez que se les demostrara que efectivamente las cosas habían marchado de este modo, concluirán que el número de traductores necesarios para sobrellevar esta monstruosa diversidad lingüística debió de haber sido enorme, inconmensurable, que la traducción en todas sus facetas había ocupado prácticamente todos los intersticios de nuestra vida cotidiana, y cuando los historiadores les probarán, documentos en mano, que no fue absolutamente así y que sólo una porción microscópica de la población se dedicaba a esos menesteres, sacudirán la cabeza agradeciendo haber nacido en una época tan alejada de la nuestra.
¡me encanta!
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