sábado, 9 de febrero de 2013

Una encuesta para traductores (6)

Concluimos la primera semana de encuesta a propósito de las diferencias entre escritura y traducción, y el status que le corresponde al traductor en el rango de los creadores.

Foto: Silvia Vergierski
Pablo Gianera
Nacido en Buenos Aires, en 1971, es ensayista, crítico y traductor. Escribió los libros Formas frágiles. Improvisación, indeterminación y azar en la música (Debate) y La música en el grupo Sur. Una modernidad inconclusa (Eterna Cadencia). Dicta clases en el Conservatorio Superior de Música Manuel de Falla. Publicó artículos sobre cuestiones musicales y literarias en diversas revistas nacionales y extranjeras. Integra el consejo de dirección de la revista Diario de Poesía y trabaja en el suplemento cultural del diario La Nación. Tradujo textos de, entre otros, Jack Kerouac, Georg Büchner, Mauricio Kagel, Günter Grass, Adelbert von Chamisso, Hans Magnus Enzensberger, Andreas Huyssen y Erich Auerbach.

1) ¿En qué se parecen la traducción y la escritura? ¿En qué se diferencian?
Suelo volver, porque me gusta, a una idea del prerromántico Johann George Hamann en su Aesthetica in nuce. Cito o, justamente, traduzco: “Hablar es traducir; traducir de un lenguaje de ángeles a un lenguaje humano, es decir, traducir pensamientos en palabras, cosas en nombres, imágenes en signos…”. Por lo tanto, toda traducción es escritura en la misma medida en que toda escritura es ya traducción. La ventaja –pero asimismo el martirio– del traductor en sentido restringido es que está obligado a traducir palabras en palabras, lo que adelgaza sus decisiones. Esto porque la sinonimia entre idiomas, y aun en el interior de un mismo idioma, es una superstición y porque sería imposible, por ejemplo, encontrar una palabra en castellano que de, de un golpe, la belleza solitaria de la alemana “Waldeinsamkeit”.      

2) ¿Debe notarse u ocultarse el hecho de que un texto sea traducción de un original?
Tal vez toda traducción sea en cierto modo un acto de ilusionismo cuya magia consista en deparar la impresión de que el libro fue escrito en el que idioma al que se lo tradujo. Tiene que respirar la naturalidad de lo necesario.   

3) ¿Debe ser más visible el traductor que la traducción?
En el número que la revista Sur dedicó a los problemas de la traducción, Alberto Girri recordaba una observación de Auden según la cual la fidelidad pasa por el hecho de que se reconozca que un poema de Goethe y otro de Hölderlin fueron escritos por personas diferentes. Cuando se lo practica con honestidad, el de traductor es el más modesto de los oficios: aspira a la invisibilidad.


Miguel Ángel Petrecca
Nacido en Buenos Aires en 1979, es poeta y traductor del chino. Su bibliografía como autor comprende El gran furcio (Buenos Aires, Gog y Magog, 2004) y El Maldonado (Buenos Aires, Gog y Magog, 2007). Ha publicado como traductor  Un país mental. 100 poemas chinos contemporáneos (Buenos Aires, Gog y Magog, 2011). En la actualidad, se encuentra en China seleccionando material para una antología de narradores chinos contemporáneos.

1) ¿En que se parecen la traducción y la escritura? ¿En qué se diferencian?
La escritura implica una incertidumbre mucho mayor, porque parte de nada o de muy poco y no sé sabe a dónde va. La escritura es activa y la traducción más bien pasiva, más semejante a la lectura, o a medio camino entre la lectura y la escritura. Por todo esto la escritura exige mucho más energía que la traducción. Puede funcionar como un descanso de la escritura y como entrenamiento de algunas funciones que se ponen en práctica durante la escritura. Pero es un arma de doble filo, porque también puede ser un desvío de la escritura.

2) ¿Debe notarse u ocultarse el hecho de que un texto sea traducción de un original?
La naturalización o asimilación absoluta no me parece para nada una virtud. Depende del caso, pero en principio no creo que esté mal que se note, Sobre todo en textos con una carga cultural muy fuerte, una buen traducción puede apuntar a una cierta naturalización y fluidez que al mismo tiempo no elimine del todo esa distancia, que enriquece a la traducción.

3) ¿Debe ser más visible el traductor que la traducción?
De nuevo, depende del caso. A veces me parece que es una virtud. Pienso en algunas traducciones que se nos graban en la memoria o nos impactan tanto o más que el original.

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