miércoles, 6 de febrero de 2013

Una encuesta para traductores (3)

Tercera entrega de la encuesta sobre el status del traductor como escritor.

Yolanda Morató
Española y Licenciada en Filología Inglesa y en Filología Hispánica por las Universidades de Huelva y Sevilla, respectivamente, Máster en Traducción e Interculturalidad por la Universidad de Sevilla, Máster “Modern Literatures in English” por el Birkbeck College (University of London) y Doctora en Filología por la Universidad de Sevilla, donde obtuvo el Premio Extraordinario de Doctorado con una edición y traducción del libro inglés de vanguardia El dibujo del califa (1919), de Wyndham Lewis.Actualmente es profesora asociada en el departamento de Filología y  Traducción de la Universidad Pablo de Olavide (Sevilla, España). Ha sido profesora de lenguas extranjeras, civilización y literatura en SUP EUROPE y ESITC (Francia), así como en Harvard y MIT (EE UU). Traductora de autores como Rebecca West, José María Blanco White, Martin Amis y Wyndham Lewis (del inglés), y de Maurice Barrès, Francis Carco y Manuel Chaves Nogales (del francés) entre otros, ha traducido y anotado Me acuerdo, de Georges Perec (Córdoba, Berenice, 2006) por el que ganó el premio de Traducción Tormenta en 2006. Por la autobiografía de Wyndham Lewis recibió el premio AEDEAN en 2008. Recientemente ha publicado una edición inédita con traducción de los artículos autobiográficos de F. Scott Fitzgerald, tal como éste se los planteó a Max Perkins, con el título Mi ciudad perdida. Ensayos autobiográficos.

1) ¿En que se parecen la traducción y la escritura? ¿En qué se diferencian?
La traducción y la escritura de un texto original tienen en común la búsqueda de la voz personal de un texto. Es decir, se parecen en que ambas son escritura. Sin embargo, la traducción tiene como desventaja la clara dependencia del texto original. Sin original no hay traducción. Hay muchos tipos de traducción; algunas de ellas son muy libres en la práctica: una prueba son algunos de los sonetos del Siglo de Oro español. Lope de Vega y Garcilaso tradujeron, a su manera, un soneto de Petrarca. Sus voces personales y sus versiones son ejemplos excelentes de traducción y creatividad. También hay varios tipos de contratos de traducción: en algunos de ellos el autor del original se reserva la aceptación del texto final traducido; en otros casos, la decisión final queda en manos del traductor y su editor. Todo ello condiciona las similitudes y las diferencias. Si se trata de buscar ventajas, hay una evidente para quienes quieren trabajar con textos creativos: es un producto acabado que ya cuenta de antemano con el inmenso e inestimable regalo del contenido.

2) ¿Debe notarse u ocultarse el hecho de que un texto sea traducción de un original?
Ocultar algo es, por definición, una acción con segundas intenciones. En el mundo del cine lo vieron claro desde hace mucho: los interminables créditos de las películas incluyen a todos los participantes del proyecto, sea cual sea su función. Esta pregunta deberían responderla los interesados en ocultar un dato objetivo, que, por ley y por ética, debe estar siempre presente.

3) ¿Debe ser más visible el traductor que la traducción?
 Si se respetan las leyes de propiedad intelectual (cosa que no siempre ocurre), el traductor es visible. Como en cualquier obra de arte o cualquier invención científica, habrá gente interesada en saber más sobre el autor y habrá gente que no. Es cuestión de consultar la página de créditos y la portada, u obviarlas. Claramente se trata de un asunto de índole cultural. En Argentina percibí un mayor interés de los lectores por saber quiénes traducen los textos que leen que en España. Por otra parte, ¿qué quiere decir que una traducción es visible? ¿Que se extranjeriza el texto en oposición a las prácticas domesticadoras? No me parece que haya una regla infalible con la que abordar el tema de la visibilidad de la traducción. Algunas de las teorías que lo analizan me parecen anticuadas, muy cercanas a la mentalidad del siglo XIX, con ese interés por lo exótico, por lo extranjero, como oposición a lo nacional. No me parece correcta la práctica de añadir «color» a la traducción si el autor del original no lo hizo en su texto. La verosimilitud de las historias y la manera de contarlas que tiene su autor, elementos que persigo reproducir cuando traduzco un texto, son clave, tanto en el original como en su traducción.

Francisco Segovia
Nació en la Ciudad de México en 1958. Ha trabajado como lexicógrafo (Diccionario del Español de México, Enciclopedia Británica, Oxford Spanish Dictionary, Fichero de Dudas del Español de México, Proyecto de Gramáticas y Diccionarios en Lenguas Indígenas de Chiapas), como profesor de literatura (Universidad Nacional Autónoma de México, Universidad de las Américas, Instituto Tecnológico Autónomo de México, El Colegio de México) y como lector y traductor independiente para varias editoriales españolas y mexicanas (Fondo de Cultura Económica, Anagrama, Destino, Versal). Ha formado parte del consejo de redacción de varias revistas mexicanas de literatura (La Orquesta, Diagonales, Fractal) y en algunas otras ha tenido una sección fija (Vuelta, Librero). En 1976 recibió la Beca “Salvador Novo”, del Centro Mexicano de Escritores, para escribir poesía; en 1988, una del Consejo Británico, para escribir en el King’s College de Londres un libro sobre Thomas Malory. En 1992, el Fondo Nacional para la Cultura y las Artes le otorgó la beca de Creadores Intelectuales. Ha tenido la beca del Sistema Nacional de Creadores entre 1999–2005, 2008–2011 y 2012–2014. Actualmente es investigador del Diccionario del Español de México, en el Centro de Estudios Lingüísticos y Literarios de El Colegio de México. Sus últimos libros son: Jorge Cuesta: La cicatriz en el espejo (ensayo, 2004). Ley natural (poesía, 2007), Elegía (poesía, 2007), Partidas (poesía, 2011). Algunas de sus traducciones principales  son:  "La tierra y la muerte", de Cesare Pavese, Guernica 6–7, (1978); "Poemas", de György Somlyó (1982); Marina Tsvietáieva, de Simon Karlinsky (1991), La Librería de los Escritores, de Marina Tsvietáieva (2007); Ella, de Eugène Guillevic (2010), y Poemas sueltos, de Marina Tsvietáieva (2011).

1) ¿En que se parecen la traducción y la escritura? ¿En qué se diferencian?
Se parecen en que ambos buscan palabras para expresar algo. Se distinguen en que el escritor busca palabras para decir algo que se no ha sido dicho antes, mientras que el traductor busca palabras para decir algo que ya se ha dicho.

2) ¿Debe notarse u ocultarse el hecho de que un texto sea traducción de un original?
Los poetas españoles de los siglos de oro a menudo firmaban los poemas que traducían, sin dar crédito al autor original. Esta costumbre se ha perdido, lo que señala que lo actual es declarar que una traducción es tal. Pero no es lo mismo que una traducción declare serlo y que una traducción “suene” a traducción. Para mí, lo mejor es que una traducción suene en español a español; no a adaptación, ni a modernización, que son objetivos de otra clase. Un texto arcaico (la epopeya de Gilgamesh, digamos) no debe ocultar su condición tratando de parecer que fue escrito ayer.

3) ¿Debe ser más visible el traductor que la traducción?
Creo que los buenos traductores se ponen al servicio del texto que traducen; no ponen a éste a su servicio personal. 

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