viernes, 10 de mayo de 2013

¿Qué tiene que ver el rey que caza elefantes con el castellano?


El uruguayo Ricardo Soca (foto), factotum de elcastellano.org –el blog que, en su momento, sufrió las amenazas de uno de los abogados de la editorial Planeta por revelar contenidos de la Real Academia que la editorial se arrogaba como propios (ver entradas del 29 y 30 de septiembre de 2011 y del 25 de noviembe de 2011)– acaba de publicar el siguiente texto, que puede leerse en sintonía con la entrada publicada en este blog el 30 de abril pasado.

La crisis europea y el español panhispánico

Las dificultades por las que atraviesa actualmente España afectan también al español, por lo menos al estándar creado en Madrid por la Real Academia Española y sus subsidiarias agrupadas en la Asociación de Academias de la Lengua Española (Asale). En efecto, conviene al Estado español –que enfrenta apremiantes demandas sociales– que el diccionario excluya de sus definiciones las «deficiencias e injusticias de la economía de mercado», reconocidas en la vigésima segunda edición (2001):

"estado de bienestar 1. m. Sistema social de organización en el que se procura compensar las deficiencias e injusticias de la economía de mercado con redistribuciones de renta y prestaciones sociales otorgadas a los menos favorecidos" (subrayado mío).

En la 23ª edición, prevista para 2014, se excluye la mención a «las deficiencias e injusticias de la economía de mercado», que podría alentar a quienes buscan una justa compensación por el castigo que les imponen precisamente, esas «deficiencias» y esas «injusticias» que solo afectan a una parte de la sociedad. En efecto, la definición de estado de bienestar prevista para la vigésima tercera edición ha cambiado de la siguiente forma:

"estado de bienestar 1. m. Organización del Estado en la que este tiende a procurar una mejor redistribución de la renta y mayores prestaciones sociales para los más desfavorecidos."

Se pone así de manifiesto una vez más que el llamado «español panhispánico» es en realidad una lengua inexistente, no hablada en ninguna parte, creada en busca del mantenimiento del control de la lengua por parte de Madrid, de acuerdo con las conveniencias del reino de España. En cuanto a la participación de Asale en esta supuesta variedad del español, no es, en mi opinión, más que una tapadera para que se mantenga el control que la RAE ejerce desde hace trescientos años sobre la lengua y cuyas riendas no quiere soltar.

Si para muestra basta un botón, vale recordar que el titular del dominio web asale.org está registrado bajo el nombre Real Academia de la Lengua y que el DNS (domain name server) se hospeda en Madrid, en dos servidores de llamados crea.rae.es yns4.rae.es. Dado el hecho de que cualquier individuo o entidad puede registrar un dominio en la web, cabe preguntarse por qué la Asale, si es una entidad realmente existente y no un mero sello de la RAE, no puede registrar el suyo. Cabe preguntarse también por qué, si es una reunión de iguales, cada una de sus reuniones debe ser presidida por el rey de España.

Con esto queda claro que, si abrazamos la ideología panhispánica, los 430 millones de hablantes deberíamos ajustar nuestro idioma a las necesidades y conveniencias de un Estado que, en materia de lengua, no renuncia al antiguo poder colonial y no acepta, más que discursivamente, situarse en pie de igualdad ante sus excolonias. Tendremos que sujetarnos a una Asale hecha de súbditos del monarca que preside cada una de sus reuniones y que avala sin chistar cada una de las decisiones de la casa dieciochesca.

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