viernes, 10 de julio de 2015

Libros y librerías porteñas vistas desde México

Poeta, finísimo ensayista y editor, José María Espinasa integró la delegación mexicana que participó de la última Feria del Libro de Buenos Aires. Ya en su país, el 25 de mayo pasado publicó la siguiente crónica de esos días en La Digna Metáfora. Periodismo Cultural. Allí destacan sus observaciones sobre usos y costumbres locales en materia de edición y librerías, así como una mirada introspectiva que arroja luz sobre rincones de la propia circunstancia usualmente no advertidos.

Los libros, la feria y la ciudad de Buenos Aires

En la última semana de abril y las dos primeras de mayo la Feria del Libro de Buenos Aires recibió a la Ciudad de México como invitada y se programó la visita de un nutrido grupo de artistas y escritores que debieron ver con enorme envidia no tanto la Feria en sí, que –como las de su estilo, Guadalajara por ejemplo, es abrumadora por su tamaño y oferta-, sino la abundancia de librerías, lo bien surtidas y atendidas que están y los nuevos modelos que se promueven –está de moda librería con enoteca-. Al mismo tiempo aquí en México se daba la noticia de que Buenos Aires en la ciudad con más librerías per cápita del mundo.

No sé si esa información sea realmente cierta, pero de que un habitante de la ciudad de México ve la diferencia no hay duda. Muchas y bien distintas y en general por distintos rumbos, aunque con una alta concentración en la zona de Palermo: Librerías de novedades, librerías literarias, de libro antiguo, de libro usado, de saldo, de sesgo poético. Entre estas últimas hay que destacar Librería Norte, espléndida y muy bien atendida, en la que en determinados momentos se llenaba de escritores mexicanos entre los que se había corrido la voz. Y también Eterna Cadencia, más heterodoxa y con fondos raros. En cambio, la del Ateneo, situada en un cine adaptado y realmente un lugar muy bonito, es una librería común y corriente, sin ningún atractivo en su surtido

Ya dentro de la feria se podía observar el stand de Los siete logos (homenaje ingenioso al Roberto Artl de Los siete locos y equivalente en la FILBA del stand de independientes de la FIL Guadalajara, pequeño pero muy bien montado, en donde el lector podía encontrar los sellos Adriana Hidalgo Editores, Eterna Cadencia, Caja Negra, Entropía, Mardulce, Beatriz Viterbo y Katz editores. Ese puro stand valía la pena el viaje a la feria. Pero no era lo único, en otros espacios se podía ver la oferta de La Bestia Equilátera o de las universidades argentinas o de la Biblioteca Nacional.

Esta última publicó un libro que en teoría resultaba muy atractivo: Borges, libros y lecturas. Se trataba de las anotaciones y dedicatorias en los libros que Borges donó a esa institución de la que fue director en una época.  Sin embargo resulta en cierta manera decepcionante, pues las anotaciones son pocas –cosa lógica pensando en que una buena parte de la vida de lector del autor de El aleph estuvo limitada por la ceguera- y las dedicatorias en su mayoría protocolarias. Además la edición es más bien fea, un catálogo que no obstante –supongo- hará las delicias de los estudiosos borgianos. Por ejemplo, para un lector mexicano la búsqueda inmediata es los libros de Alfonso Reyes, 12 entradas con, al menos para mí, muy poco interés.

La presencia mexicana estaba representada por un stand en que se realizaban la mayoría de las mesas redondas y conferencias, con una surtida exhibición de material bibliográfico producido en México en fechas recientes, lamentablemente sólo en exhibición, pues las leyes aduanales para el libro en Argentina son severas y extrañas, con el fin de obligar a la impresión en el propio país y a su venta con precios asequibles de las ediciones foráneas. Son medidas sin duda discutibles y polémicas, pero por lo visto están funcionando (parece haber un renacimiento de la industria editorial argentina). Y contra lo que se pudiera pensar no ha perjudicado la circulación del material con características minoritarias.

Una curiosa reacción del contingente mexicano fue sorprenderse de la cantidad de cosas interesantes que se editan en México y que tienen poco o nulo acceso a librerías nacionales. Ir hasta Buenos Aires para enterarse de lo que se hace en México es un camino absurdo que nos habla de uno de los más graves problemas de la industria editorial mexicana: la carencia de librerías. 

Esa carencia responde, en buena medida, a la falta de lectores-compradores de libros, pero también al comportamiento absurdo de las principales cadenas libreras privadas en el país que ejercen, desde hace años, un malinchismo suicida. Las librerías independientes prácticamente se han extinguido. Mientras que las de Buenos Aires son librerías con una personalidad propia que las diferencia y una colectiva que las cohesiona, las mexicanas parecen sucursales de las malas librerías españolas. Es curioso: los libreros contestan: es lo que se vende. En realidad es exactamente lo contrario, lo que no se vende, lo que ya no se vendió en España y aquí quieren vender como única oferta posible.

Justamente librerías como Norte o Eterna Cadencia en Buenos Aires muestran que apostando por compradores individualizados y oferta más variada, a la larga se refleja en un aumento de lectores y una bonanza en ellas que las libra de las amenazas de la red y el capitalismo salvaje. En el volumen mencionado antes sobre los libros de Borges los compiladores, Laura Rosato y Germán Álvarez, en su magnífico prólogo cuentan que Borges no sólo donaba sus libros a la Biblioteca sino que muchas veces abandonaba volúmenes en parques y cafeterías o, incluso, en librerías, para ver si esos libros que no eran para él encontraban sus lectores. Curioso antecedente del programa Abandona un libro.

Una mínima auscultación entre los lectores que pasaron en la Feria por el stand de la Ciudad de México señala una curiosa presencia de autores mexicanos en el gusto de los lectores argentinos: Paco Ignacio Taibo, Juan Villoro y Fabio Morábito y sobre todo una preferencia del público por el foto libro. Ambas cosas, autores y fotografía, son señales de la buena salud del arte fotográfico y de la diversidad de tendencias literarias.

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