“A
lo largo de la historia, los errores de traducción han creado conflictos
diplomáticos y malentendidos que han durado siglos. Estos son los más relevantes.”
Así dice la bajada, algo exagerada por cierto, del artículo anónimo publicado
en El Confidencial, de España, el 11
de marzo de este año.
Los siete errores de traducción que cambiaron la historia
Cuando lees la traducción al inglés de los menús de
raciones de los bares españoles no puedes más que soltar una carcajada. La
tortilla de bonito se convierte en beautiful omelet, el
pincho moruno en I puncture morish y
el choco a la plancha se convierte en I collide to the iron.
Internet está repleto de chanzas
sobre traducciones infames realizadas por gente que cree que
Google Translator es igual de eficaz que C3PO,
pero la cosa no tiene tanta gracia cuando están en juego asuntos serios.
Parece mentira que en un mundo
globalizado, y en un territorio como la Unión Europea , se
sigan cometiendo errores de traducción en cuestiones diplomáticas. Pero ocurre. En noviembre de 2013 toda
la prensa española (dejándose llevar por las agencias) aseguró que un portavoz
de la Comisión
Europea había tildado de “basura” un anuncio del ministro Wert.
En realidad, el portavoz de Educación, Dennis Abbot,
había utilizado la palabra rubbish, que
sí, puede significar “basura”, pero en ese contexto la traducción correcta
habría sido “sandeces” o “disparates”. Y no es lo mismo, como se empeñó en
corregir Abbot (sin mucho éxito).
Este error de traducción –por otro
lado, muy conveniente para la prensa– no supera la categoría de anécdota, pero
¿qué habría ocurrido con una malinterpretación de este tipo en un contexto de guerra?
¿Qué sucede cuando se da por buena una mala traducción y todo el mundo cree que
es cierta? Estos son siete de los errores de traducción más graves de la
historia.
1. Los cuernos de Moisés
Durante el gótico tardío, y hasta bien entrado el
renacimiento, los artistas cristianos dibujaron y esculpieron a Moisés con dos
cuernos en la cabeza. Y todo debido a un error del que, paradójicamente, está
considerado el patrón de los traductores: San Jerónimo.
Su traducción al latín de las
versiones en griego y hebreo de la
Biblia –la
Vulgata – ha sido el texto oficial de la iglesia católica
durante milenio y medio (entre 382 y 1979), pero contenía un curioso error. La
expresión hebrea keren or, que
se refiere al estado resplandeciente del rostro de Moisés, fue traducida
equivocadamente como “cuernos”. No tenía sentido pero ¿quién va
a dudar de un texto sagrado?
2. La amenaza de Khruschev
En 1956, con la Guerra Fría en pleno apogeo, el líder soviético Nikita Khrushchev pronunció un discurso en la embajada
polaca de Moscú, durante un banquete en el que estaban presentes numerosos
embajadores occidentales. Los asistentes se quedaron de piedra cuando el líder
comunista dijo: “Os guste o no, la historia está de nuestro lado. ¡Os enterraremos!”
En plena carrera armamentística la
prensa occidental interpretó sus palabras como una amenaza directa, pero los soviéticos se apresuraron a
explicar que todo había sido un malentendido. La frase de Khrushchev se había
sacado de contexto.
En realidad, se trataba de una
referencia al Manifiesto Comunista en
el que Max asegura que la burguesía produce sus propios enterradores. La
traducción correcta de su discurso –que no siempre debe ser literal– debería
haber sido algo así como “os guste o no, la historia está de nuestro lado.
Viviremos para ver como os entierran”. No es que sea la frase más amigable del mundo,
pero se trataba de una proclama ideológica, no
de una amenaza.
3. El sueño húmedo de Jimmy Carter
Cuando el presidente estadounidense Jimmy Carter viajó a Polonia, en 1977, el
Departamento de Estado contrató a un intérprete ruso que sabía polaco, pero que
nunca había traducido profesionalmente ese lenguaje.
En aquella época, Polonia seguía
estando bajo la órbita comunista, y Carter trató de ganarse al pueblo con un discurso amigable. Pero al traductor le pudo el entusiasmo.
Carter comenzó diciendo, “salí de los Estados Unidos esta mañana”, y el
traductor dijo “he dejado Estados Unidos para no volver nunca”. Cuando el
presidente dijo “he venido para conocer vuestras opiniones y entender vuestros
deseos de futuro”, el traductor dio a entender que Carter deseaba sexualmente a
los polacos. Incluso una inocente frase sobre lo feliz que le hacía estar en
Polonia se convirtió en “estar feliz de ver las partes privadas de Polonia”.
Fue un desastre.
La delegación contrató
apresuradamente a otro traductor. Este sabía bien polaco, pero no inglés, así
que volvió a hacerlo mal, pero no fue gracioso, simplemente era incapaz de
traducir.
4. Los canales de Marte
En 1877 el astrónomo italiano Giovanni Schiaparelli realizó una de las primeras
descripciones de la superficie de Marte. El director del observatorio de Brera,
en Milán, creyó ver antiguos “mares” y “continentes” en la superficie marciana,
pero también “canales”.
En 1908, el astrónomo
norteamericano Percival Lowell revisó el trabajo de Schiaparelli y
llegó a la conclusión de que los canales habían sido construidos por seres inteligentes para llevar el agua, que escaseaba en
la superficie marciana, desde los casquetes polares hasta las regiones
desérticas. Esta afirmación desató la locura por los marcianos, pese a que
provenía, claramente, de un error de traducción.
Schiaparelli nunca pensó que los
canales de Marte fueran construcciones. En realidad el había empleado la
palabra italiana canali que se refiere a una estructura totalmente
natural como las gargantas o los cañones.
5. La palabra que hizo estallar la bomba atómica
El 26 de julio de 1945 las potencias aliadas durante la II Guerra Mundial
publicaron la declaración de
Potsdam, que trataba los términos de la rendición del imperio
japonés y aseguraba que, si no se entregaba, se enfrentaría a una “pronta y
total destrucción”.
La declaración era un ultimátum en toda
regla. El primer ministro japonés, Kantaro Suzuki, convocó una rueda de prensa y dijo el
equivalente a “Sin comentarios. Seguimos pensándolo”. El problema es que eso no
es lo que entendieron los aliados. Suzuki cometió el error de usar la palabra mokusatsuque puede significar “sin comentarios” pero
también “lo ignoramos y lo despreciamos”. Sólo 10 días después de la
conferencia de prensa el presidente Truman reveló
al mundo lo que significaba “pronta y total destrucción”. Nunca sabremos si una
traducción correcta habría cambiado en algo las cosas.
6. El tratado de Waitangi
En ocasiones los errores de traducción son inintencionados,
en otras responden a los intereses de quienes pretenden cambiar el significado
real de algo. En este último grupo se encuadra el Tratado de Waitangi, que
firmaron los maoríes de Nueva Zelanda en 1840 y supuso, de facto, la
transformación de la isla en una colonia británica.
Británicos y maoríes firmaron dos
versiones del tratado, una en inglés y otra en maorí. Ambas copias son
parecidas, excepto en lo que realmente importaba. La versión maorí dice que los
nativos aceptan la permanencia de los británicos a costa de la protección
permanente por parte de la corona. La versión británica dice que los maoríes se
someten a la corona a cambio de la protección británica. ¿Truco o trato?
7. La palabra que costó 71 millones de dólares (y una vida)
En 1978, Willie Ramirez fue ingresado en un hospital de
Florida. El paciente se encontraba muy grave, pero su familia tenía
dificultades para explicar lo que le ocurría porque no sabía hablar
inglés. Le dijeron a los médicos que creían que Ramirez sufría una
intoxicación alimentaria, pero el personal –supuestamente bilingüe– del
hospital tradujo “intoxicado” por intoxicated, que en inglés se usa tan sólo para
personas que se han drogado o han tomado demasiado alcohol.
Aunque los familiares de Ramirez
pensaban que éste sufría una gastroenteritis en realidad tenía una hemorragia
intracerebral. Pero los doctores, al creer que el
paciente estaba sufriendo una sobredosis, erraron por completo en el
tratamiento. Debido a esta negligencia Ramirez se quedó tetrapléjico y el
hospital tuvo que pagar una indemnización de 71 millones de dólares.
Copio lo que comenté en el Facebook al respecto de esta nota: Podría agregarse un episodio menor pero de igual índole registrado por la película Reds (Rojos) que cuenta la conversión del escritor y periodista John Reed, autor de "Diez días que conmovieron al mundo", en agitador y propagandista de la Revolución Rusa. Reed se da cuenta, al dar un discurso de solidaridad frente a milicianos de una república de mayoría islámica del ex imperio zarista que ciertas palabras suyas, traducidas por Grigori Zinoviev al ruso, provocan un inusitado entusiasmo. Los milicianos gritan, vociferan y descargan sus fusiles al aire.Le pregunta luego a Zinoviev el motivo de tanta excitación frente a un saludo que había resultado aburrido, hasta un cierto momento, para los bolcheviques musulmanes. Zinoviev le responde que, como traductor, se había tomado una pequeña licencia: en lugar de la expresión "guerra justa", usada por Reed, había traducido "guerra santa": "Fue una adaptación sobre la marcha de nuestras ideas a las de estos camaradas". (Desde el punto de vista ideológico, no era una traducción tan mala: podía ampararse en el símil o analogía)
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