“El estudio del
Centro Universitario de las Industrias Culturales Argentinas da cuenta de la
catástrofe que vive el sector desde que asumió el gobierno de Cambiemos: caída
en ediciones y ventas, cierre de librerías y suspensión de compras para
escuelas.” Esto es lo que dice la bajada de la nota publicada por Silvina Friera en Página 12, el pasado
12 de diciembre.
Ahora bien, para
darle contexto a lo que sigue, corresponde aclarar que Rodolfo Hamawi, director
del Centro Universitario de las
Industrias Culturales Argentinas, fue
miembro de la Cámara Argentina del Libro,
donde fue Secretario General y estuvo a cargo de la Comisión del Libro Social y
Político. Luego, a partir de 2009, fue Director Nacional de Industrias
Culturales, durante el gobierno de Cristina Kirchner. Desde ese puesto,
promovió el MICA, los mercados de industrias culturales, que fueron parte
central de la política cultural del kirchnerismo. También impulsó la entrega de
Premios Nacionales a distintas áreas de la Cultura por parte del Estado. Como se recordará fue echado por el gobierno al que representaba, con la acusación de no haber honrado debidamente la deuda de 400.000 euros, contraída en 2014 por la Argentina con el Salón del Libro de París, situación ocurrida cuando el muy sonoro Jorge Coscia fue Ministro de Cultura y que nunca fue debidamente aclarada por la cantante Teresa Parodi, sucesora del anterior ministro, pero del mismo signo partidario.
Los brotes verdes nunca llegan a
asomar
"Sin libros no hay futuro posible”. El reclamo –que se
materializó durante la última Feria del Libro de Buenos Aires– sigue vigente.
El horizonte de recuperación es más una promesa que un dato concreto de la
realidad. “La industria editorial argentina entre 2014 y 2017. De los records
históricos al #LibrosLibres y la crisis del sector”, se titula el texto que
analiza los problemas del sector editorial, especialmente en el último año y
medio, incluido en el primer “Informe CUICA sobre la Situación de las
Industrias Culturales argentinas en el período 2014/2017”, un trabajo que
abarca además al sector audiovisual, las artes escénicas, el diseño y la
música. La caída del consumo en el sector editorial fue “mucho más abrupta”,
con cifras superiores al 25 por ciento, tanto en la producción como en las
ventas. “La situación es aún más compleja en las pequeñas y medianas pymes de
la industria”, se advierte en el texto del informe Cuica (Centro Universitario
de las Industrias Culturales Argentinas), dirigido por Rodolfo Hamawi, que
depende de la Universidad Nacional de Avellaneda (Undav). El descenso de la
producción de ejemplares impresos fue del 25 por ciento: de 83,5 millones en
2015 a 62,6 millones en 2016. Más de 20 millones de ejemplares menos, según
datos del ISBN (International Standard Book Number) administrado por la Cámara
Argentina del Libro (CAL). Si se toma el 2014 –año del record histórico de
producción de ejemplares, con más de 128,9 millones de ejemplares impresos–, el
descenso es superior, más del 50 por ciento; tendencia que se acentuó durante
el primer semestre de 2017. La disminución de la producción de ejemplares
impresos acumula un 39 por ciento en comparación con 2015.
Las compras estatales pasaron de 1150 millones de pesos
corrientes en 2015 a sólo 100 millones de pesos corrientes en 2016, un descenso
del 91,3 por ciento. “La política de compras del Estado nacional había tomado
impulso a partir de la sanción, en 2006, de la Ley de Educación Nacional, donde
los libros tenían como destino ser material de promoción de lectura en escuelas
públicas de los niveles inicial, primario y secundario. Esta política de
adquisiciones fue suspendida en su totalidad y, pese al anuncio de lanzamiento
de nuevas compras en 2017, estas quedaron restringidas, y en muy menor volumen,
a un segmento de 10/12 sellos que se dedican a producir manuales escolares de
grado, en la mayoría de los casos grandes empresas multinacionales con
capacidad de lobby”, subraya Nicolás Sticotti, autor del informe del sector
editorial. Una de las primeras medidas que anunció el actual gobierno nacional
fue el levantamiento de algunas restricciones sobre la importación de servicios
gráficos que habían regido durante la gestión anterior. El Ministerio de
Cultura de la Nación celebró la decisión en las redes sociales a través del
hashtag #LibrosLibres. Desde entonces las importaciones han llegado en 2016 a
duplicar las de 2015, pasando de 40,3 a 78,5 millones de dólares. En el primer
semestre de 2017 las importaciones alcanzaron los 51,4 millones dólares.
El déficit en la balanza comercial aumentó un 387 por ciento, de un rojo de
13,1 millones de dólares a 50,7 millones.
Los únicos datos disponibles sobre trabajo formal en el
sector editorial son elaborados por el Observatorio de Industrias Creativas de
la Ciudad de Buenos Aires. El sector de “Edición de libros, folletos,
partituras y otras publicaciones” promediaba en 2014 unos 5.963 trabajadores en
blanco. En 2016 hubo una caída de alrededor de 215 puestos, es decir que pasó a
5.748 trabajadores, un desplome del 3,61 por ciento. En el sector “Impresión”,
el mismo informe muestra que en 2014 se empleaban unos 20.403 trabajadores, y
que para 2016 cesantearon a más de 840 trabajadores, es decir que pasó a 19.561
puestos de trabajo, un descenso de 4,12 por ciento. La situación de crisis
golpea aún más a los trabajadores tercerizados o freelance. Los correctores y
diseñadores freelance expresaron la situación que atraviesan en una de las
entrevistas realizadas para el informe Cuica: “Hasta febrero-marzo-abril de
2016 no lo noté claramente, quizás porque las editoriales estaban armando la
producción para la Feria del Libro de Buenos Aires de ese año. Pero a partir de
junio de 2016 la disminución en la cantidad de títulos nuevos que me enviaban
para corregir desde las editoriales se hizo patente. Durante el segundo
semestre de 2016 debí reemplazar trabajos que habitualmente hacía para una sola
editorial con trabajos para otras editoriales (con lo que significa tener que
conseguir esos trabajos). Es decir que si antes trabajaba cinco libros por mes
para una editorial X, ahora trabajaba dos libros para esa editorial X y debía
reemplazar los otros tres con alguna editorial Y (o con tesis, monografías,
etc., trabajos ‘personales’). Algunos meses lograba reemplazar el ingreso,
otros no. En este 2017 el panorama es bastante similar. O aún peor. Hace
algunos días, a fines de mayo, recibí un mail de una editorial bastante grande
para la que trabajo (actualmente corrijo para tres editoriales) donde me
informaban que el sello decidió reducir sensiblemente la cantidad de títulos a
producir este año. De manera que creo que la situación económica general y las
particularidades del universo del libro en papel ya no afecta a pequeñas o
medianas editoriales sino a todas, no importa su tamaño”.
Las librerías fueron uno de los eslabones más golpeados del
sector editorial durante 2016. Varias ya han cerrado. A la caída de las ventas
se le han sumado otros factores que agravan aún más el panorama: el aumento de
tarifas en los servicios, el alza de los costos de alquiler y el incremento de
los costos de logística que afecta sobre todo a las librerías del interior. Hay
retrasos en la cadena de pagos del sector: las ventas que se cobraban en 30 a
60 días han estirado los plazos a 90, 120 e incluso 180 días. “El proceso
inflacionario con su correlativo incremento de costos, la disminución de las
ventas producto de la caída general del consumo, y sobre todo, las decisiones
políticas de apertura indiscriminada de importaciones y desaparición de las
compras públicas al sector que se habían consolidado en los últimos años para
el desarrollo de planes de lectura, han llevado al sector a una crisis en la
que todavía no han aparecido los ‘brotes verdes’”, concluye el informe Cuica.
No hay comentarios:
Publicar un comentario