Los
Neardenthales de la RAE parecen estar alcanzando la siguiente etapa evolutiva,
aunque, convengamos, se saltaron al homo sapiens para convertirse en obispos preconciliares (aunque, considerándolo mejor, los obispos preconciliares son también una rama distinta de los homínidos). Tal parece ser que, aconsejados por el clero,
decidieron aceptar las conclusiones del Concilio de Trento y acordarles a las
mujeres la posibilidad de que tengan alma. Quien lo dude que lea el siguiente
artículo publicado por la escritora y periodista Patricia Kolesnicov, en la edición del diario Clarín del 22 de diciembre pasado.
Presidenta no, pero
sirvienta sí
La
charla fue hace un tiempo y el caballero tenía argumentos gramaticales.
“Presidente” –decía el señor– es como “cantante”. Y –decía– aunque parece un
sustantivo es otro tipo de palabra, un participio presente, o lo quedó de los
participios presentes del latín. Una palabra que señala a quien hace la acción:
quien preside, quien canta. Justamente, no tiene
género. “¿Vas a
decir la cantanta?”
En la mesa corrió el silencio de la duda. Fue un instante y lo cortó la
voz decidida de la escritora Claudia Piñeiro: “¿Y ‘sirvienta’ tampoco decís? ¿O
‘presidenta’ no pero ‘sirvienta’ sí”? Gol.
La respuesta de Piñeiro era efectiva y lo era porque, sin decirlo, cruzaba
un argumento formal –la coherencia de ese sistema hermoso que es la lengua– con
uno social: en la práctica, en nuestra vida urbana, en nuestra clase media, hay sirvientas, la lengua se acomodó a la realidad y la
palabra “sirvientes” dejó de funcionar para nombrarlas a ellas solas.
Lo
mismo se puede alegar para “presidenta” –que la Academia ya acepta– sólo que en
una etapa anterior: todavía el idioma cruje, resiste: el participio no se
terminó de volver sustantivo.
Pienso en esto porque ayer la Real Academia presentó su diccionario
actualizado y algunas de las novedades pasan por cuestiones de género. “El
Diccionario nunca se elaborará con criterios de corrección política”, dijo su
director, Darío Villanueva, como si cupiera alguna sospecha. Sin embargo, la
institución cambió –¡a esta altura!– la acepción de palabras como “jueza” y
“embajadora”, a las que hasta ahora definía como las esposas de jueces y
embajadores. No por corrección política sino por dar cuenta de
la realidad: hay juezas. Como hay sirvientas.
Hace
unas semanas, en la Feria del Libro de Guadalajara, una académica, Concepción
Company, se preguntaba si el castellano es machista. Y tomaba el viejo tema de
“los chicos y las chicas”. Con “chicos”, claro, alcanza para todos. Razonaba:
“El masculino no refiere al sexo, refiere a una marca gramatical, se llama
género no marcado, porque es indiferente al sexo”.
En
mis épocas esto se decía así: “el neutro coincide con el masculino”. Claro que
“chicos” abarca a todos pero ¡qué casualidad que así sea! Es que todavía el
“humano por default”, es varón. Todavía los muñequitos con que se representa a
las personas en las infografías son iguales a los de los
baños... de varones. Todavía la publicidad se dirige a los
varones (salvo que hable de cosas “de mujeres”, como un desinfectante para
cuidar a los hijos). Y, lo que es mucho más importante: todavía ganamos, en
conjunto, un 27 por ciento menos que los muchachos y es más difícil que
alcancemos los cargos más altos en las empresas privadas (sólo el 20 por
ciento, según un estudio que la consultora Mercer presentó el año pasado).
Ahora bien: si fue un estado del mundo el que construyó esta lengua, ¿cambiar las palabras no es agarrar el tema por los pies? ¿No
hay que cambiar la vida y saber que la vida ya se llevará por delante las
deficiencias del lenguaje?
Otra escritora, Gabriela Cabezón Cámara, me responde a esto. Le digo que
decir “Lxs alumnxs” es imposible, que por favor, que la historia de la lengua
también es algo que dice la lengua, que no se tapa el sol con una x en las
vocales. Claro, me contesta. “Las palabras cuentan su historia y la x habla de
una incomodidad, de una pelea, se trata de poner en cuestión el lenguaje y
dejar huella de lo que se está haciendo”. Porque, salvo la muerte, no hay
hechos consumados, siempre puede reabrir la pelea. En el lenguaje, también.
Creo, como lo vengo mostrando o tratando de demostrar en varios estudios que debemos defender nuestra lengua standard, sistematizarla como los españoles hicieron con el neolatin. Lamento que tengamos q pelear con neutros -se lo dan y repiten los locutores y otros por lo que suponen hipercorrección y con los hispanistas nuestros y con el pintoresquismo de los lunfardòlogos. Trataré de alcanzarle lo último q publiqué sobre esto a Patricia. Si podés Jorge, mandame x privado sus datos. Y a quien le interese. Besos y felicidades a todo el CLUB DE TRADUCTORES!!
ResponderEliminarHola Ana. No tengo los datos personales de Patricia, pero ella trabaja en Clarín, por lo que entiendo que podés mandarle allí lo que sea en un sobre a su nombre, dirigido a la sección "Cultura". Ignoro si ahora mismo está o si se fue de vacaciones.
EliminarY gracias por los buenos augurios. Ojalá 2018 sea un buen año para todos.