viernes, 27 de julio de 2018

Enrique Winter escribe sobre Charles Bernstein


El poeta y traductor chileno Enrique Winter envía desde Bogotá su columna para el Club de Traductores Literarios de Buenos Aires. Trata sobre algunos de los problemas que le planteó la traducción de Charles Bernstein (foto; 1950), poeta, ensayista, editor y académico estadounidense.

¿Todo esto parece muy cerebral para la poesía?

La crítica Marjorie Perloff señala, a propósito del poema “Disrafia” de Charles Bernstein, que este explota alegremente figuras retóricas tales como los juegos de palabras, las anáforas, epístrofes, metátesis, epigramas, anagramas y neologismos para crear una red continua de palabras reconstituidas. No es una exageración extender esta observación a buena parte de la obra del estadounidense y, por cierto, a mi traducción, que intenta reproducirlas. El ejercicio consistió en trasvasar un idioma nuevo a uno viejo para que también se volviera nuevo. Además, y a diferencia del castellano, en el inglés es natural que los verbos actúen como sustantivos y viceversa sin cambiar una sola letra, incluso como adjetivos, licencia que Bernstein utiliza habitualmente. Hubo, por esto, algunos juegos que se perdieron, y confío en que la responsabilidad sea a lo menos compartida entre los límites de nuestro idioma y los míos.

Bernstein recurre a términos polisémicos desde los que se aventuran interpretaciones ambiguas al multiplicarse con los demás términos que los rodean. Intenté mantener la amplitud de probabilidades, incluso agregando algunas cuando me pareció pertinente. La primera vez que le pregunté al autor si quería decir una cosa u otra en un verso fue para “hankeringafterfrozen (prose) ambiance / (ambivalence)”. Me respondió que ambas y encima me dio dos más, y a las cuatro lecturas posibles que ofrecía conscientemente, agregó un par de definiciones y su interés por mantener determinadas aliteraciones, errores forzados y una opción que yo le había dado, distinta de las que él había previsto. Por supuesto, nunca más le pregunté un detalle, hasta que terminé una versión íntegra del libro; pero me quedó entonces claro que las variables en juego eran muchas más, y con engaños, de las que había previsto.

Bernstein presenta situaciones polisémicas no solo en base a cada palabra escrita, sino a las que no lo están y tienden a leerse de corrido. En algunos casos debí alterar levemente el sentido para mantener esta intención de los poetas del lenguaje. Así sucede, por ejemplo, en la extraña sintaxis de “When in tentsorfamilies in comparative” –verso que en “La niña torte” es parte de una serie de fingidas faltas de sentido o al menos de conectores, efecto que deseo reproducir en castellano– en que “in tents” significa literalmente “en carpas”, pero se lee como “intents” (propósitos), que está fuera de su campo semántico. En su traducción “Cuando en tiendas o familias en comparada”, si bien se leen las literales tiendas de campaña, el desplazamiento hacia la posible imagen de tiendas comerciales me parece justificado para mantener la doble lectura en que lo que no está ahí, “entiendas”, sea lo que se lea, por costumbre. Un deber político de la poesía es notarla, denotarla y, caso a caso, desplazarla. Lamentablemente hubo casos en que no fue posible, como con “commonfork” (tenedor común) que en inglés evoca de inmediato al tópico “common folk” (gente común) y –dado que el poema original se llama “Social pork”– a “commonpork”, es decir, a “puerco común”, que habría remitido exitosamente a “pueblo común”, pero que nada tiene que ver con el tenedor que de veras está escrito ahí.

De todos modos, fueron contadas las excepciones en que tuve que optar por uno u otro sentido, por ejemplo, entre los cinco que aceptaba el contexto de “draft” en “Materias de regulación”, ninguno de los cuales es ambiguo en castellano, o en “Realidad virtual”, donde traduje “testiness / (testimony)” por “testarudez / (testimonio)”, consciente de que lo primero significa (Bernstein jamás usaría esa palabra para esto, diría tal vez “produce”) más precisamente “irritabilidad”, pero que debido al ligero cambio de sentido mantiene un efecto más relevante: la relación intuitiva de “testarudez” con “testimonio”, por su asimilación sonora o, también en términos de Bernstein, su adyacencia. El universo de hastío sobre el absurdo de las vacaciones familiares se transmite con ambos conceptos, en tanto que las palabras dan cuenta de un universo propio, ajeno a sus referentes, como prefiere el autor. De sumo interés resulta comparar las estrategias de este poema con las de “Al mar” de Philip Larkin, para abarcar una misma sensación temática.

Considero que fueron menos los casos en que los modismos y las frases hechas no hallaron un cauce literal o figurado en castellano, como “No / pudiste escapar de donde / las papas queman” para “You / couldn’tfindyourway / out of a blanchedpotato”. La preferencia en tales situaciones fue conservar la imagen y el concepto, para que este último no perdiera materialidad, como en “Nutshells”, que traduje como “Resúmenes, cáscaras de nuez”. Debido a que Bernstein trabaja con los lugares comunes del lenguaje del poder y este es ejercido mundialmente desde su lengua, país y hasta ciudad, no sorprende que en la traducción nos encontremos con discursos que ya hemos escuchado en castellano de parte de los gobernantes, empresarios y medios de prensa de nuestros países.

Bernstein también inventa palabras, escribe a veces por fuera de las fronteras del idioma. Rara vez las palabras que usa significan aquello para lo que normalmente las usamos. Las dobla, las hace hacer. Repliqué el uso de neologismos y esa posibilidad más extendida en su lengua y en otras germánicas de unir palabras, además de asimetrías tales como adjetivar plurales en singular. De igual modo mantuve las erratas deliberadas y omití los artículos y preposiciones que el autor omitió, pero solo en los casos en que el inglés lo obligaba a usarlos. En síntesis, lo que es raro en el original lo es también en la versión en castellano.

Por otra parte, en los poemas en que el autor usó los pies clásicos del inglés repliqué el gesto con el metro castellano. Pero Bernstein también aquí juega en varios planos y, una vez descubierto el soneto sin estrofas ni rima, se esconde de nuevo al modificar verso a verso los pies a medida que uno se acostumbra a ellos. Es decir, cambia los acentos internos, generando disonancias que incluso en un plano solamente rítmico nos llama a sacarnos las telarañas de lo que creemos que es poesía en el territorio devaluado del verso clásico. Pretendo que en la versión en castellano se produzca un efecto equivalente. Así, por ejemplo, en “El horno está apagado”, traducido en eneasílabos y endecasílabos, opté por un comienzo en falso como los de Bernstein, acentuando los primeros cuatro versos en la quinta sílaba –lo que les da un ritmo coherente solo a ellos– que sumo al de la octava en los tres siguientes hasta que el oído esté ya entregado al territorio más conocido del verso clásico, en que traduje el resto del poema salvo la palabra que lo “frena”. El quiebre se produce, como en el inglés, con el sintagma “En suma”. ¿Es esto forzado? No, responde a ciertas maneras naturales de decir lo que el original evoca.

En otros poemas de formalidad compositiva, del estilo de “En un mundo agitado como este”, Bernstein favorece distintos aspectos del lenguaje sin alterar ni el patrón rítmico ni la presentación, ampliación y reflexión que quiebra lo expuesto hacia una conclusión emotiva, propias de cada estrofa del soneto. En ellos fui fiel a que los cinco pies yámbicos con que lo adoptó la tradición anglosajona se convirtieran con comodidad en los endecasílabos acentuados en cuarta y octava sílabas o en sexta, con que el castellano lo hizo suyo desde el siglo XV hasta nuestros días.

Por supuesto que hay poemas traducidos en verso libre, empezando por aquellos que ni tienen versos y por los de respiración suelta, que a través de las variaciones se vuelve sostenida, en algunos poemas largos como “Materias de regulación”. En estos casos el referente seguido fue el de la oralidad en sus archivos de audio. Lo anterior no implica descuidar los cambios de velocidades de poemas también extensos como “Blanco inmóvil”, que traduje primeramente en metro, el cual luego acumula material a la manera de un aluvión hacia el verso libre, y “Abuso de sustancias”, que, aunque varía sus acentuaciones internas de acuerdo con la misma respiración, traduje de forma íntegra en metro, lo que creo favorece su tono personal.

En general, allí donde hay rima, aliteración o cacofonía en el original, la hay en la traducción, con leves adaptaciones del contenido, porque cuando Bernstein las usa hace esta misma adaptación, propia de la relación de la rima con el inconsciente. Aquella, como los demás factores mencionados, fue considerada en tanto principio, y por ello sopesada con los demás, caso a caso, sin que ninguno tuviera un peso absoluto. En “shellackedreminisces, sheets of firmness, straightgrapefruit&mocks&splits, pity, mercy” de “Mi vida de mónada”, por ejemplo, las aliteraciones van generando un sentido aparte del enunciado, de modo que las “sheets” pueden sentirse retroactivamente en “shellacked”, que es una antigua unión entre esa palabra y “lacked”. En castellano no tenemos esa juntura ni ese sonido, que pareciera llamarnos al silencio, pero se puede representar otra aliteración, y con ella el efecto retroactivo, por vía sonora, con “láminas” y “lacadas”, y haciendo rimar “reminiscencias” con “firmeza”. La enumeración en apariencia arbitraria que le sigue –con un ritmo marcado por monosílabos que en castellano requieren varios sonidos más– puede atarse de otro modo, en este caso, por las aliteraciones que permiten algunas de sus opciones de traducción literales, y que, sin estar en el original, son aquellas por las que opté: “pomelo & parodias & partes, pena, piedad”. Mecanismos similares de desplazamiento entre figuras poéticas de cada idioma con el objetivo de replicar los efectos sonoros y semánticos del original, incluidas sus metáforas extendidas, pueden encontrarse en muchas de estas versiones. En la mayoría de los casos no fue necesario cambiar de figura, sino solo de sonido madre, como en el caso de la aliteración y rima presentes en “Trina, topa, troca” respecto del verso “Swish, swash, swap”, y en buena parte del poema “Disrafia”, que consagra, según los críticos, la adyacencia sonora en el proyecto de Bernstein.

¿Todo esto parece muy cerebral para la poesía? Sí, parece. Luego Bernstein hace reír y también emociona. De sobra. Me preocupé de que eso sucediera en castellano. Me imagino que consciente de estas dificultades, quizás cómplices de la demora de la disponibilidad de su poesía en nuestra lengua, el autor me escribió que usara sus poemas solo como trampolín para mis propias versiones. No le hice caso, como el perro al que le sacan la correa y vuelve solito a casa. A una cada vez más amplia.

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