En el diario mexicano La Jornada,
del pasado 1 de septiembre, la periodista Ericka Montaño Garfias entrevistó
al escritor peruano Fernando Iwasaki, con motivo de la
presentación de su libro Las palabras
primas, ganador del Premio Málaga de Ensayo.
Las academias de la lengua española
se convierten “en curiosidades culturales”
En momentos en que las academias
de la lengua se han convertido en curiosidades culturales, queda en los
escritores, periodistas, medios de comunicación y profesores la tarea de cuidar
al español que hablan alrededor de 570 millones de personas pero que, pese a
ello, no ha logrado erigirse en una lengua que domine las ligas mayores del
conocimiento, la filosofía, las finanzas o la diplomacia.
Esas son algunas de las reflexiones que
el escritor Fernando Iwasaki (Lima, 1961) hace en entrevista con La
Jornada, con motivo de su libro Las palabras primas (Páginas
de Espuma), con el que obtuvo el noveno Premio Málaga de Ensayo, el cual fue
presentado en la Fundación Elena Poniatowska Amor.
Esa obra la escribió desde la
melancolía por las palabras que se fueron y el idioma que hablaban su abuelo y
su padre –japonés, en una variante muy particular.
“Toda la importancia que los
hispanohablantes tenemos en el arte, la música, la poesía, el cine o la
gastronomía no se refleja en la filosofía, la ciencia, la diplomacia de alto
nivel o la economía (…) para que un académico mexicano, por ejemplo, sea
reconocido en todo el mundo por sus conocimientos sobre Sor Juana, tiene que
publicar en inglés”.
Rescatar vocablos
El futuro del español, considera
Iwasaki, tiene que verse desde tres aspectos: “La parte relacionada con el
proceso de escritura o lectura del español y que se vincula con los aparatos
que ponemos sobre la mesa (teléfonos inteligentes y tabletas); eso condiciona
muchísimo el desarrollo de una lengua, desde mi punto de vista.
“En segundo lugar está el tema de los
hablantes y nuestra relación con nosotros mismos, la cual creo es la más
saludable porque los latinoamericanos somos menos intransigentes que los
españoles a la hora de asimilar mutuamente nuestras palabras. Y el tercer
aspecto, el que más me preocupa, es el futuro del español en el dominio de las
ligas mayores del conocimiento. En Europa sería impensable que el español sea
alguna vez lengua oficial de la Unión Europea, porque sólo lo hablan en España
y a veces ni siquiera. Por eso el futuro de nuestra lengua está en América
Latina”
–¿A quién le correspondería proteger el idioma: a los jóvenes, las
academias, los periodistas y los escritores?
–La academia es una especie de notaría,
un lugar donde se almacenan previo registro las palabras que se sabe que las
personas utilizan, no tienen otra función. Las academias son casi una
curiosidad cultural. Hay algunas, como la Mexicana, que son muy influyentes,
pero son notarías. Lo verdaderamente jugoso se hace fuera.
“Creo qué son los medios de
comunicación, los que escribimos en prensa, los que publicamos libros, los que
impartimos clases, los que tenemos que expresarnos bien. Los jóvenes están para
transgredir las normas, entonces que un chiquito diga: ‘yo no voy a poner las
tildes’, bueno, pues que no las ponga, pero un día las pondrá porque no es lo
mismo: ‘la pérdida de tu madre’ que ‘la perdida de tu madre’.”
–¿Y qué hacemos con todas esas palabras que ya se perdieron?
–Se me ocurren algunas cosas: así como
pagamos por Netflix, Spotify o iTunes, por no hablar de las plataformas para
ver futbol, las academias podrían crear algo para patrocinar una palabra que
está en peligro de desaparecer. Si eso supone que a lo mejor yo les deje 25
dólares al año para que ese vocablo exista es que ya estoy haciendo algo
importante.
“No lo hará todo el mundo, pero los que
trabajamos con las palabras y las amamos a lo mejor nos lo pensamos, y pueden
ser palabras de tu país o del Siglo de Oro. Me encanta la palabra rosicler que
es la luz de la mañana, pero cuando la escribes en el teléfono te la cambia por
reciclar; eso es algo penoso.”
–¿Qué palabra patrocinaría?
–Es una palabra que utilizo mucho,
aunque no se usa tanto, coruscante. La uso porque me dijo una
vez el director de la Real Academia Española que cuando escribimos en la prensa
–y esto es bueno que lo sepan todos los profesionales de la comunicación–, los
algoritmos cazan las palabras y van indicando a las academias esta palabra se
está usando; entonces podemos hacer eso con especies de animales, nombres del
los aperos de labranza, porque estos instrumentos de México serán los mismos
que los de Perú, pero se llaman diferente, y como nadie quiere ser un campesino
hoy, se van a perder los nombres.
No hay comentarios:
Publicar un comentario