El poeta chileno Armando Roa Vial ha demostrado ser uno de los más consecuentes
traductores trasandinos de literatura en lengua inglesa. Suma ahora a su ya
vasta obra una antología del poeta estadounidense John Berryman, que motivó la charla con Javier García, publicada por el diario La Tercera, de Chile, el 25 de octubre pasado.
“John Berryman testimonia los chascarros
y la infinita torpeza de los seres humanos”
El poeta
chileno publica la antología Paisaje de
invierno, selección de versos del autor estadounidense de los Dream Songs, quien se suicidó en 1972, a
los 57 años. El nuevo volumen se presentará el martes 30 de octubre, en el
MAVI.
Navega por canciones de The
Beatles, los versos de Ezra Pound, pasando por versos de poetas medievales
anglosajones a autores de la generación Beat. Armando Roa Vial (52) es abogado
de profesión, pero lleva dos décadas dedicado a la traducción de poetas de
lengua inglesa. Es más, por estos días, prepara la traducción de parte de la
obra de un sobreviviente de los Beat, Michael McClure (86). También es autor de
una reconocida obra poética, que le ha valido, entre otros galardones, el
Premio Pablo Neruda 2002, con títulos como Zarabanda
de la muerte oscura y Hotel Celine.
Traductor de textos de
Kenneth Rexroth, Ezra Pound, Shakespeare y el ejemplar medieval Beowulf, Roa Vial ahora vuelve a
librerías con una antología de la producción de John Berryman (1914-1972), uno
de los mejores poetas norteamericanos de la segunda mitad del siglo XX.
El volumen Paisaje de invierno, impreso por
Descontexto Editores, con el apoyo de Juan Carlos Villavicencio, será
presentado el próximo martes 30 de octubre, a las 19 h., en el MAVI (Museo de
Artes Visuales). El traductor y autor de Ejercicios
de filiación, que imparte un taller sobre la crisis del lenguaje a partir
de Wittgenstein y hace clases en la Universidad Católica de Valparaíso, estará
acompañado el martes del poeta y Premio Nacional, Oscar Hahn, y del académico y
comunicador, Cristián Warnken.
Acá, conversamos con
Armando Roa Vial sobre la traducción en Chile y claro sobre Berryman, el poeta
suicida, que creó un personaje llamado Henry que atraviesa su poesía, y que se
lanzó desde el puente de la avenida Washington en Minneapolis, Minnesota, en
1972, a los 57 años.
–¿Cómo fue tu primer acercamiento a la traducción?
–Los primeros textos que yo
traduje fueron canciones de los Beatles. A ellos les debo harto mi amor por la
traducción, de su música me interesaba también saber qué decían las canciones.
Y bueno, siempre he tenido una devoción especial por la literatura en lengua
inglesa. El tratar de leer esas obras, en sus fuentes originales, fue un
estímulo para mejorar el inglés y desarrollar el ejercicio de traducción, que
para mí también es un ejercicio de lectura privilegiada. Un traductor es un
lector más microscópico. Lo más probable que los primeros poetas que traduje
fueron textos de William B. Yeats y William Carlos Williams. Después Ezra Pound.
–Da la
impresión que la tradición de traducción, en Chile, se asocia primero al
francés…
–Si uno analiza el trabajo
de traducción en el país, en el siglo XIX y el XX, el francés y la tradición
alemana es más fuerte. Eso comienza a cambiar, a partir de la década del 50,
con Nicanor Parra, Armando Uribe, que se acercan al ejercicio de traducción.
También influye, a diferencia de países como Argentina o México, que la
traducción no tiene una fortaleza y solo se vea como un trabajo derivativo o
una labor de segunda mano.
–¿Cómo ves el
actual panorama de la traducción en el país?
–Hay mayor acceso a otras
fuentes literarias. En el caso de Chile, yo creo que se está reformulando el
concepto de traducción. Se está viendo como un proceso creativo. Sobre todo la
conciencia de la literatura como una actividad dialógica, la presencia muy
fuerte de la intertextualidad, ha facilitado la conciencia de la traducción.
Ahí está el gesto de Nicanor Parra con el Rey Lear que es una
traducción-apropiación.
–Tú también
hablas de la traducción como “un ejercicio de reescritura”, ¿no?
–El mantener una fidelidad,
palabra por palabra, en una traducción, es imposible. Los lenguajes tienen
tonos, colores, sonidos distintos, y en ese sentido la traducción es una
instancia donde uno puede, con grados variables de fidelidad, desarrollar un
ejercicio más de lector, desde una sensibilidad distinta. Tratando de
incorporar los hallazgos que puedan revitalizar, en las traducciones, nuestro
idioma.
–¿Cómo nació la idea de hacer esta antología de John Berryman?
–Berryman es un poeta al
que siempre le he tenido mucha estima. Hay diversas razones, que hacen que uno
se acerque a su poesía. Es una obra testimonial, autobiográfica, a pesar de lo
cual usa máscaras, bueno la más famosa es Henry. Uno tiene la sensación de que
en esta poesía se trasuntan las grandes problemáticas de sentido de los seres
cotidianos, en un contexto en que las creencias están en una suerte de
crepúsculo. Entonces hay un acercamiento existencial al problema del sentido de
la vida, que tiene una fuerza muy particular, muy distinta a poetas de su
generación. Y su experiencia es ciertamente trágica, marcada por el suicidio y
los fracasos afectivos. Un poeta que testimonia a través de su obra las fisuras
del yo. El uso que tiene del lenguaje es muy fascinante. Berryman trabaja desde
un lenguaje clásico shakesperiano hasta el argot y el lenguaje coloquial. Sus
juegos sonoros lo acercan al blues y el rap.
–¿Qué significaban para Berryman los Dream Songs dentro de su producción
poética y fue muy compleja para ti su traducción?
–Berryman es de las obras
que me ha costado más traducir. Por varias razones: tratar de mantener ciertas
estructuras rítmicas complejas y los neologismos. La polisemia en Berryman
adquiere grados insospechados. También es un poeta que tiene un gran sentido
del humor. En la cultura americana se han escrito grandes épicas de la tribu
como el Canto a mí mismo, de Walt Whitman, los Cantos de Pound, pero faltaba
una gran épica del individuo concreto común y corriente. Y los Dream Songs es una suerte de épica del
mundo privado del individuo con sus luces y sus sombras. En los Dream Songs, Berryman testimonia los
chascarros y la infinita torpeza de los seres humanos.
–Se habla de la falta de fe de Berryman, pero la religión, Cristo y la
Biblia, están presentes en su literatura…
–Él crece en un hogar
católico y claro hay un acontecimiento que marca su vida, cuando a los 12 años,
tras el suicidio del padre, encuentra él su cadáver. El pierde la fe, pero
siempre merodeará esos temas sobre el sentido. De hecho tenía un gran interés
por la teología y la historia de las religiones. Toda su poesía es una búsqueda
y se alimenta mucho de Kierkegaard, que era como una figura tutelar para él.
Dos años antes de morir, él tiene un proceso de reconversión, en su último
libro está presente la figura del Dios salvador que viene a ayudar a quien
saltará al vacío.
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