lunes, 25 de febrero de 2019

Un volumen escrito a cuatro manos y publicado en Uruguay sobre el trabajo del traductor

El escritor Carlos María Domínguez, en el número del 3 de febrero pasado de El Cultural, suplemento del diario uruguayo El País, de Montevideo, comentó El traductor, artífice reflexivo, un volumen de ensayos publicado en 2018 a cuenta de autor por las traductoras Eliane Hareau y Lil Sclavo (foto). Lo que sigue es la reseña.

Los puntos ciegos en la traducción

El trabajo del traductor, su invisibilidad, los criterios, las opciones, los puntos ciegos en que caen las palabras al cruzar de una lengua a otra, ocupan el centro de las reflexiones de Eliane Hareau y Lil Sclavo en un libro que reúne sus trabajos en foros y congresos. Ambas cuentan con trayectoria académica y profesional, y parten de las concepciones del filósofo francés Antoine Berman para profundizar en una actividad que expande su campo teórico a destiempo de la desatención de la industria editorial sobre el valor intelectual de la mayoría de sus productos.

El mundo de la traducción, sin embargo, la complejidad de sus operaciones, ha convocado el interés de Eugenio Coseriu, Jacques Lacan, Paul Ricoeur y A. Rodríguez Monroy, entre otros, bajo el reconocimiento de que el traslado de los significados y las formas entre los idiomas pone en juego factores culturales, éticos y subjetivos cuya relevancia ha sido ignorada. Las autoras registran el dominio de una tradición francesa que no dudan en calificar de anexionista, por la actitud de borrar las huellas de la alteridad en la incorporación de los signos extranjeros a su lengua, y una tradición alemana que se distingue por la hospitalidad de recibir y preservar las diferencias. Conciben la traducción como una reescritura con todos los derechos de interpretación que habiliten la finalidad del trabajo, y no dudan en reclamar una crítica de la traducción y un espacio en las páginas preliminares de los libros para explicitar los criterios con que ha trabajado el traductor.

Nacidos del mundo académico, los trabajos reiteran temas, citas, referencias, y si expanden en forma espiralada un rico abanico de problemas, a menudo dan por evidencias lo que apenas son premisas, con un énfasis militante que convoca a la discusión. A los tópicos más generales suman apartados específicos, como los problemas de traducción de Rayuela al francés, o la historia y análisis de las sucesivas traducciones del Ulises de James Joyce al español, desde la presentación de las últimas páginas de la novela por Jorge Luis Borges en la revista Proa (1925), pasando por la traducción completa de José Salas Subirat, la de Valverde, la de García Tortosa y Venegas, y finalmente la de Zabaloy. No se comenta la última traducción del argentino Rolando Costa Picazo.

Es un libro especialmente atractivo para el mundo académico pero ajeno a los públicos no familiarizados con el arte de seguir la piedra detrás de los muros del idioma.

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