martes, 29 de septiembre de 2020

Un encomio a la labor del traductor mexicano Ángel María Garibay (1892-1967)


El pasado 27 de agosto, Hugo G. Freire publicó en el diario mexicano Milenio la siguiente reflexión sobre el trabajo del traductor Ángel María Garibay (foto), a propósito de la literatura azteca. 





La literatura azteca y el arte de la traducción 

El libro del sacerdote mexiquense Ángel María Garibay La Literatura de los Aztecas, publicado en 1964, nos lleva a preguntarnos si la traducción es una ciencia o un arte. ¡Enorme dilema! Ya que hay algunos que afirman que es una ciencia y los que se sienten orgullosos que se le considere un arte. 

Quienes dicen que es una ciencia lo atribuyen a que se ha concebido una teoría y una práctica, mismas que sirven como guías, normas o consejos que dan juicios a los traductores para que ya no cometan los mismos errores. La manera de ver como ciencia a la traducción se ha generalizado principalmente en centros educativos. 

Los teóricos que ven la traducción como un arte nos dicen que los traductores son artistas porque siempre están sujetos a un trabajo creativo y no sólo práctico y le atribuyen a que la interpretación, a la lengua en la que se traduce, tiene tantos sinónimos o variantes que sólo la unión de la creatividad y del conocimiento de la cultura, de las circunstancias o el entorno donde se desenvuelve el texto, dará una excelente traducción. Además agregan que el traductor debe considerarse un coautor o, mejor dicho, como si fuera él mismo el escritor original. 

Estos dos puntos de vista suenan interesantes, nosotros recordaremos que una disciplina cualquiera que esta sea para que se llame ciencia, en lo más estricto del término, debe estar sujeta a lo que conocemos como método científico: observación, análisis, construcción y deconstrucción y desde luego la comprobación de los hechos. De acuerdo a la investigación realizada, nos sumamos más hacia el arte que a la ciencia. 

Hablemos ahora del sabio María Garibay y lo que él nos dice de sus traducciones de la lengua náhuatl: “El que es cuerdo sabe que no se puede dar en ninguna versión todo el contenido del original. Por eso se ensayan varias, para captar la belleza o la exactitud científica, según los fines del estudio.” 

El libro La Literatura de los Aztecas es una versión corta de todo el trabajo que realizó el cura Garibay del mundo literario de los nahuas, aquí hallamos poemas: épicos sacros, épicos históricos, líricos, religiosos, dramáticos. Así como proverbios, discursos didácticos y una muestra de una saga histórica: La caída de Tula. 

Si él en esta recopilación acomoda en sus secciones el nombre de un género literario, debemos tomarlo, sin más, como lo indica, ya que trató de semejar la literatura de estos pueblos con algo que conocía de forma admirable, los textos griegos. Los mismos que fueron traducidos por él y nos llegaron por la popular e histórica colección “Sepan Cuantos…” de editorial Porrúa. 

Se inicia con la creación del Quinto Sol por los dioses en Teotihuacan y la negativa de éste para recorrer todo el cielo si no le dan sangre humana y que además los dioses se sacrifiqué como lo hizo él, los dioses aceptan y todos se sacrifican. 

En el primer relato y en toda la obra, el concierto de nombres de los dioses es magistral, sabemos quiénes son y lo que representan: Tonacatecuhtli, dios de la vida, Nappatechtli, dios de los cuatro rumbos del mundo, Tlahuizcalpantecuhtli, dios de la aurora, Xochiquetzal, flor rica de plumas. Al principio estas palabras, como la de los humanos: Micohuatzin, Xayacamachan. Los lugares: Tepantoco, Temazcatitlan. La naturaleza: Chalchihuitl, Acxocuauhtli, se vuelven difíciles, pero conforme lees, te familiarizas. 

Con el libro nos damos cuenta de la vasta tradición que la literatura y sobre todo la poesía tenían en la lengua náhuatl, sus profundos conocimientos de las emociones y de las actitudes humanas lo vemos reflejado con excelente maestría llevándonos a pensar que se cultivaron desde tiempos ancestrales. 

Gocemos de algunos ejemplos: “Si en verdad eres estrella, no te alumbres con tea” “Sin darse cuenta el corazón se agria” “No dos veces se vive” “Yo soy cantor me yergo en la altura. Brilla el ave dorada donde las juncias se tienden. Hermoseo mi canto y lo adorno con flores.”

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