El polígrafo y traductor Alberto Miyara, de larga trayectoria en el campo de las letras y la educación, publicó el siguiente artículo, el pasado 5 de septiembre, en el diario La Capital de la ciudad de Rosario, Argentina. Se ocupa de una particularidad del castellano que, seguramente, hará las delicias de los traductores procedentes de otras lenguas.
Palabras tritónicas: el acento en el acento
Para los castellanohablantes la existencia del acento tónico, oral o prosódico es algo natural y hasta innegociable. No concebimos un sustantivo, adjetivo o forma verbal sin su correspondiente acento, y cuando por algún motivo este está mal colocado (por ejemplo, cuando un cantante fuerza un acento donde no corresponde por necesidades de la melodía) se nos genera una confusión mayúscula. También tenemos clara la característica fundamental de una sílaba tónica o acentuada, a saber que la emitimos con una mayor intensidad de voz, aunque existen otros atributos que las distinguen de las sílabas átonas, débiles o no acentuadas (como una mayor duración de la vocal, o un timbre de voz ligeramente más agudo) de los cuales no siempre somos tan conscientes.
Así las cosas, nos puede resultar sorprendente enterarnos de que muchas y muy importantes lenguas del mundo prescinden del acento tónico. Es el caso, por ejemplo, del francés. Aunque estamos acostumbrados a pensar que en la lengua gala las palabras se acentúan en la última sílaba, esto no es exactamente así: en francés, lo que se enfatiza es la sílaba final de toda la frase. En una construcción como deux garçons intelligents, lo único que se pronuncia con mayor intensidad es la sílaba -gents, con lo cual puede afirmarse que ninguno de los demás vocablos de la frase contiene realmente un acento.
Dentro de los idiomas en que sí existe el acento tónico, no todos lo utilizan como recurso para distinguir significados, dado que en algunos está situado en una posición fija dentro de la palabra; así, en húngaro, checo o finés el acento cae siempre en la primera sílaba, mientras que en polaco se lo coloca invariablemente en la penúltima. Pero aun dentro de los idiomas que admiten la libre ubicación del acento, su uso como recurso léxico (es decir, para distinguir sentidos o funciones gramaticales) suele ser limitado. Por ejemplo, en inglés la palabra import significa “importación” cuando el acento cae en la primera sílaba, e “importar” cuando cae en la segunda, mientras que en italiano ancora significa “ancla” como vocablo esdrújulo, y “aún” como voz grave; pero el hecho de que estos pares de términos no sean distinguidos en la lengua escrita sugiere que en dichos idiomas la posibilidad de confusión a partir de las diferentes acentuaciones es mínima, por lo cual no vale la pena establecer un sistema inequívoco de señalización gráfica de la sílaba tónica.
De los idiomas europeos que utilizan el alfabeto latino y conocen un uso amplio como lenguas de cultura, solamente tres disponen de métodos precisos para indicar el acento en una palabra: el catalán, el portugués y el castellano. En los dos primeros existen ciertamente pares de palabras que hacen imprescindible el acento gráfico para distiguirlas, como parles “hablas” y parlés “hablase” en catalán, o bien olhara “había mirado” y olhará “mirará” en la lengua lusa.
Pero en castellano se verifica una necesidad aún más extrema del acento gráfico, debido a la existencia de una categoría de palabras que ha recibido una creciente atención por parte de los estudiosos del idioma, al punto de que se ha creado un neologismo para designarla.
Se conoce como palabras tritónicas a aquellas que, dada una misma configuración de letras y sonidos, admiten tres posibles acentuaciones, lo que da origen a otros tantos vocablos diferentes: uno agudo, uno grave y uno esdrújulo. Es el caso, por ejemplo, de la serie término/ termino/ terminó.
La categoría más extensa de palabras tritónicas está integrada por tríos en que la palabra esdrújula es un sustantivo o adjetivo (como círculo), la palabra grave es la primera persona singular del presente del indicativo de un verbo (en este caso, circulo) y la palabra aguda es la tercera persona singular del pretérito simple del mismo verbo (en nuestro ejemplo, circuló). En general, el significado de las tres palabras está estrechamente relacionado (como en depósito/ deposito/ depositó). En otros casos, se trata de términos etimológicamente emparentados, pero cuyos significados son bastante divergentes, como en la terna líquido/ liquido/ liquidó. Solamente en unos pocos casos el sustantivo o adjetivo carece de cualquier vinculación etimológica con las formas verbales, y la coincidencia de letras y sonidos es puramente fortuita: ápodo/ apodo/ apodó. Otros ejemplos de esta primera categoría: cómputo/ computo/ computó, júbilo/ jubilo/ jubiló, náufrago/ naufrago/ naufragó, artículo/ articulo/ articuló.
Una segunda categoría abarca series en que las formas verbales involucradas son la primera persona singular del presente del subjuntivo y la primera persona singular del pretérito simple del indicativo: límite/ limite/ limité. También en este grupo hay algún caso en que el parentesco gráfico y fonético se debe estrictamente al azar: álabe/ alabe/ alabé. Otros ejemplos de este grupo: célebre/ celebre/ celebré, intérprete/ interprete/ interpreté, partícipe/ participe/ participé.
La tercera categoría de palabras tritónicas comprende ternas que, estas sí, están en todos los casos vinculadas por la casualidad. En ellas, las dos formas verbales implicadas son la primera persona singular del pretérito imperfecto del subjuntivo y la tercera persona singular del futuro del indicativo: pícara/ picara/ picará. En esta categoría también se puede formar un conjunto tritónico con el plural de la palabra esdrújula; en este caso, las formas verbales que la acompañan en la tríada corresponderán a la segunda persona: pícaras/ picaras/ picarás. Otros ejemplos de este grupo: cítara/ citara/ citará, cáscara/ cascara/ cascará, máscara/ mascara/ mascará.
Finalmente, un pequeño grupo de palabras tritónicas incluye formas verbales con pronombres enclíticos que, una vez más debido a los caprichos de la morfología, constituyen un conjunto tritónico con otras dos formas verbales como las de las categorías anteriores. Tenemos así casos como ínstalo (“ínstalo a que cumpla con su deber”) /instalo/ instaló, o apúntale/ apuntale/ apuntalé. Se puede incluir aquí algún caso en que la forma con pronombre enclítico es inusitada, pero técnicamente posible, como en ámase (“en el cielo ámase al justo y recházase al injusto”)/ amase/ amasé; o en que alguno de los verbos involucrados pertenece a un registro culto o literario de la lengua, como en ábrase (“ábrase la camisa”) /abrase (“consuma en llamas”) /abrasé.
Si se incluyen las conjugaciones voseantes propias de la Argentina y otros países de Latinoamérica, se puede añadir todavía otra categoría, en que las ternas están compuestas por sustantivo o adjetivo, tercera persona del presente de indicativo y segunda persona singular del imperativo: pátina/ patina/ patiná, o médica/ medica/ medicá.
Esta flexibilidad en las acentuaciones es probablemente única entre los idiomas del mundo. El castellano, mucho más que otras lenguas, asigna un rol fundamental a la posición de la sílaba tónica a la hora de diferenciar significados. La presencia de un nutrido repertorio de palabras tritónicas es quizá el mejor testimonio de este acento que el idioma pone en, precisamente, el acento.
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