miércoles, 22 de septiembre de 2021

Por suerte, no todas las novedades son nuevas


El pasado 21 de septiembre, Silvina Friera publicó en el diario Página 12, una entrevista con Elisabet Riera, escritora, editora y propietaria del sello español Wunderkammer, que comienza a ser distribuido en la Argentina. Según la bajada, “En esta editorial conviven las más diversas corrientes, a través de autores como Victor Hugo, Ruben Darío, Gérard de Nerval, Éliphas Lévi, Clare Jerold, Raymond Roussel, Lizzie Doten, Vladimir Nabokov y Pierre Loti, entre otros”.

Llega a la Argentina el sello literario Wunderkammer

El gabinete de maravillas editoriales cumple cinco años y llega a la Argentina con sus rarezas literarias, textos singulares, únicos, obras olvidadas o ignoradas de grandes autores y obras excepcionales de autores desconocidos. Hay mujeres soñadoras que logran materializar proyectos inauditos, a contramano de los consumos hegemónicos. Elisabet Riera, escritora, periodista y editora española, fundó un pequeño sello, Wunderkammer (palabra alemana que significa “cuarto de maravillas” o “gabinete de curiosidades), donde conviven simbolismo, malditismo, erotismo, dandismo, sibaritismo, alquimia y surrealismo, a través de autores como Victor Hugo, Ruben Darío, Gérard de Nerval, Éliphas Lévi, Clare Jerold, Raymond Roussel, Lizzie Doten, Vladimir Nabokov y Pierre Loti, entre otras y otros. La editorial le rinde homenaje al editor francés Jean-Jacques Pauvert (1926-2014) con un diseño vintage, cubiertas impresas manualmente en una vieja Minerva con tipografía Bodoni fundida por Swamp Press, y una estampa a color del naturalista Ernest Haeckel de regalo en cada ejemplar.

Riera (Barcelona, 1973), autora de las novelas La línea del desierto, Fresas silvestres para Miss Freud, Llum y Efendi, cuenta en la entrevista con Página/12 que después de la primera parálisis y el pánico total por la pandemia en 2020, las ventas de los libros de Wunderkammer –editorial que publica de 6 a 8 títulos anuales– se trasladaron al canal online. “No puedo decir que el parón nos afectó demasiado, salvo en las presentaciones y actividades presenciales. De hecho la gente leyó más. Veremos ahora si el hábito permanece o no”, plantea la editora, autora de varios manuales sobre cultivo de marihuana y el libro de semblanzas biográficas Vidas gloriosas.

–Wunderkammer toma como modelo editorial el quehacer del editor francés Jean-Jacques Pauvert, que reeditó textos de autores considerados transgresores y pornográficos, como el Marques de Sade. ¿Por dónde pasa la transgresión en el siglo XXI? ¿Qué implica ser una editorial transgresora o una editora transgresora?
–Para mí la transgresión en estos momentos pasa por reivindicar lo heterodoxo dentro de un mercado que tiende cada vez más a la uniformización de los gustos y las formas, a la homogeneidad. Si todos los que hacemos libros apuntáramos hacia ese amplio término medio, terminaríamos en una suerte de dictadura del pensamiento único. La diversidad editorial, la posibilidad de leer literatura fuera de lo común, las rarezas, los márgenes… es indispensable para un pensamiento libre. Eso intento transmitir con mi catálogo y también con la forma de hacer los libros en la que es nuestra colección principal: con un punto artesanal y unos atributos singulares que apelan a los sentidos (la textura, el volumen, el color), y que son irreproducibles en formato digital sin que se pierda gran parte del valor del libro. Reivindico el libro también como objeto, y por tanto toda la cadena de oficios que hay detrás. Transgredir, pues, es ir contracorriente de la tendencia de consumo mayoritaria que se nos impone.

–¿Qué es una rareza literaria? ¿Cómo la definirías?
–Me gusta la rareza en el sentido del término anglosajón rare, como algo escaso y de gran valor. Como una piedra preciosa. Tiene una connotación positiva que no tiene la palabra “raro”, que nosotros usamos con cierto desprecio. Raro en nuestro catálogo son grandes obras de autores desconocidos u olvidados, o textos menores de autores muy conocidos. Raymond Roussel es un raro (y es genial). Villiers de l’Isle Adam es un raro (y nos dejó al inolvidable Axel o a la Eva futura, como un visionario). Éliphas Levy es un raro, y la poeta médium Lizzie Doten, y tantos más. No en vano uno de los títulos con los que arrancamos la editorial fue Los raros, de Rubén Darío, una serie de semblanzas biográficas que el autor escribió durante una estancia finisecular en París, y en la que reúne a autores que serían todos ellos propios de nuestro catálogo. La mayoría murieron en el olvido o en la miseria, o ambas cosas a la vez.

–¿Por qué empezaste la editorial publicando "Lo que dicen las mesas parlantes", de Victor Hugo?
–En primer lugar, porque fue un flechazo, un coup de foudre en toda regla. Paseaba por los puestos de los bouquinistes junto al Sena, en París, y vi de lejos un libro que llamó poderosamente mi atención, por el inusual formato alargadito y por el color verde absenta de la cubierta. Era Ce que disent les tables parlantes, de Victor Hugo. Me quedé boquiabierta porque no tenía ni idea de la faceta espiritista de Hugo. Lo había publicado Pauvert en los años cincuenta, rescatando ciertos manuscritos perdidos. Por supuesto me lo compré. No solo se convirtió en el primer título de la editorial sino que su diseño sirvió de modelo para la colección Wunderkammer.

–En un momento de la edición de libros en donde pareciera que se ha cancelado la idea de belleza (o se la ha abandonado por anticuada), ¿qué significa apostar por la edición artesanal?
–Como dije al principio, significa recuperar la idea de fascinación no solo por la lectura sino por el objeto libro y todos los oficios que hay detrás. Nuestras cubiertas se imprimen manualmente en una vieja máquina Minerva que tiene cien años y que ya solo se usa para esta función. Es de una belleza sobrecogedora asistir al trabajo de este impresor: ver cómo compone la portada con las tipografías móviles, letra a letra, cómo ajusta cada tornillo de la máquina, cómo vierte la cantidad de tinta justa… y de repente, tras toda esta preparación silenciosa, se hace la magia: la Minerva empieza a rugir y, golpe a golpe, una a una, va dejando su huella en cada cubierta. Es emocionante.

–Si los algoritmos filtran lo que se lee, si supuestamente saben lo que le interesa leer a los usuarios, ¿habrá un algoritmo que pueda cumplir la función del editor? ¿Cómo está afectando el algoritmo al universo de la edición de libros?
–Esta es la cuestión que me parece realmente insustituible de un editor, algo a lo que yo no renunciaría jamás: mi elección completamente subjetiva y personal de los títulos que publico, aunque en alguno sepa que voy a vender muy pocos ejemplares. Un editor de carne y hueso (y alma) no solo edita pensando en las cuentas, sino en el aporte cultural que supone cada libro y también, por qué no, en factores mucho más emocionales y a veces incomprensibles. Eso nos distingue de las máquinas y los algoritmos, afortunadamente. De no ser así, nos acecha el pensamiento único.

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