El pasado 4 de diciembre, Omar Genovese publicó en el diario Perfil la noticia sobre el destino que, como a tantos otros grandes escritores, le reserva la llamada “cultura de la cancelación”. En la bajada se lee: “La ola conservadora estadounidense no deja títere con cabeza: la lista de las obras canceladas no deja de crecer. Hasta el padre de la literatura moderna cayó en sus garras”.
Mark Twain: aniversario y cancelación
El 30 de noviembre de 1835 nacía, en un pequeño caserío llamado Florida, Missouri, Estados Unidos, el escritor Samuel Langhorne Clemens, conocido como Mark Twain. Autor de Las aventuras de Tom Sawyer y Las aventuras de Huckleberry Finn, destacadas en la formación de lectores a nivel mundial, en una extensa obra que incluye más de 45 libros en géneros como relatos cortos, novelas históricas, ensayos y libros de viajes. A 186 años de su nacimiento, cabe recordarse que Twain fue reconocido por William Faulkner como “el primer verdadero escritor estadounidense” y Ernest Hemingway señaló que con él “surge toda la literatura moderna”.
Recientemente, la publicación cultural 48 Hills (www.48hills.org), de la ONG San Francisco Progressive Media Center, recordó al escritor como enemigo del imperialismo. “Me opongo a que el águila ponga sus garras en cualquier otra tierra”, es la cita con la que Bruce Mirken inicia un recorrido sobre sus escritos al respecto, entre ellos, To the Person Sitting in Darkness (1901), donde con sarcasmo enumera las brutalidades contra africanos y asiáticos infligidas por Gran Bretaña, Rusia, Alemania y otras naciones, para también reclamar a su país por la ocupación de Filipinas.
En 1905, seis años después que Joseph Conrad publicara El corazón de las tinieblas, Twain denuncia a Leopoldo II de Bélgica en El soliloquio del rey Leopoldo, donde asume su voz para relatar la barbarie del régimen en el Congo Belga. Escribió sobre él: “Ha destruido deliberadamente más vidas de las que han ocurrido en todos los campos de batalla de este planeta durante los últimos mil años.”
Pero vayamos a los gritos que llegan de “una discusión cultural”. Las aventuras de Huckleberry Finn se eliminó como texto de lectura escolar en Duluth, Mi-nnesota, en el año 2018, acusado por “uso de insultos raciales” (la palabra nigger, negro de forma despectiva). Bajo este tipo de lupa “progresista”, sumado a las vindicaciones del movimiento Black Lives Matter, los 14 mil consejos escolares de educación pública estadounidense son escenario del enfrentamiento entre conservadores y progresistas, como si la línea Mason & Dixon de la Guerra de Secesión fuera una grieta norte-sur nunca resuelta.
Así, a principios de noviembre, miembros de la junta escolar del Condado de Spotsylvania, Virginia, sugirieron la quema de libros que enseñan sobre raza y sexualidad existentes en la biblioteca, a partir de uno en especial: 33 Snowfish, de Adam Rapp. Este puritanismo es un concreto avance contra la teoría crítica de la raza, estudiada en el ámbito universitario a expensas de los demócratas, que examina cómo la historia del racismo impacta en el país. El gobernador electo de Virginia, Glenn Youngkin, durante su campaña prometió prohibir dicha teoría en las escuelas. La ola de amenazas contra quienes trabajan en los distritos escolares es tal que el FBI monitorea tal ambiente.
Otros libros que los conservadores cuestionan y corren riesgo de ir a la pira: The Bluest Eye, la novela más vendida de Toni Morrison; Ruby Bridges va a la escuela, libro autobiográfico para niños de la luchadora por los derechos civiles; En la casa de los sueños de Carmen María Machado; Fun Home: A Family Tragicomic de Alison Bechdel; Martin Luther King, Jr. y la marcha sobre Washington, libro para niños de Frances E. Ruffin y el ya desterrado en Virginia en el 2013, Beloved del Premio Nobel de Literatura Toni Morrison.
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