martes, 12 de julio de 2022

A propósito de la traducción al castellano de un texto en latín de un patriota boliviano


“El texto filosófico de un boliviano escrito en latín será presentado en la Feria del Libro de La Paz; se trata de un estudio histórico minucioso y bien documentado.” Eso dice la bajada de la nota publicada por el escritor Ignacio Vera de Rada en Página Siete, de La Paz (Bolivia), el pasado 3 de julio.

Del latín al español, la tesis de Mariano Antezana

Apenas se inició el confinamiento total en Bolivia –y en el mundo– por la covid (marzo de 2020), por intermediación de Mónica Navia, recibí una llamada de Alejandro Antezana Salvatierra en la que éste me propuso un trabajo de traducción del latín al español. Salvo algunos intentos de traducir algunas poesías cortas de Goethe y de resolver mis ejercicios de traducción cuando estudiaba en la Facultad de Filología de la Universidad de Salamanca, jamás había tenido experiencia traduciendo “en serio” un texto a nuestro oceánico y hermoso idioma, el español.

Recuerdo que hacía poco había estado tratando de recordar muchas cosas del latín a fuerza de leer en su idioma original la Epístola a los Pisones, del inmortal Horacio, lectura que me llevó no solamente a recordar ciertos vocablos y las complicadas declinaciones gramaticales del latín, sino también, claro que sí, a deleitarme con la música que arranca a su lira el excelente poeta latino.

Acepté. El reto, sin embargo, era inmenso. De lo que se trataba era de traducir nada menos que una tesis de filosofía de fines del siglo XVIII, elaborada por Mariano Antezana, político altoperuano, militar insurgente y antepasado de Alejandro. Alejandro me facilitó los manuscritos, me comentó un poco de qué se trataba y cuál era el objetivo de todo y comencé a trabajar. Eran solamente 16 folios, pero, a primera lectura, de una densidad conceptual muy compleja.

Lo primero que debe hacer el traductor es leer el texto a traducir de forma íntegra e ir familiarizándose con su “espíritu”. Al hacer esto, me di cuenta de que, dada la densidad que presentaba el documento, el tratamiento de la traducción suponía conocer ciertos vocablos científicos y físicos específicos (de la filosofía natural, para hablar en los términos específicos de entonces); no era, como hay muchos textos en lengua latina, una tesis sobre filosofía moral (al modo senequista) o un texto de tipo epistolar (como el del mismo Horacio), tipos de literatura que, si bien profundos en cuanto a fondo, alegorías e imágenes, en cuanto a forma no son tan difíciles de traducir en tanto se los sitúe adecuadamente en el correcto marco histórico y la cultura literaria específica en que fueron escritos. Aunque la tesis de Antezana también presentaba muchas palabras vinculadas con Dios, la metafísica, la ontología y las costumbres.

Lo segundo que se debe hacer es situar el texto a traducir en el marco histórico en que fue escrito, ya que, por ejemplo, el latín de Lucrecio no es el mismo que el Newton, como el de Virgilio no es el de los pensadores que publicaban sus estudios en latín hasta fines del siglo XVIII en buena parte de las universidades, como es el caso de Antezana. No solamente porque el uso de la lengua latina fue variando con el paso del tiempo y dependiendo del lugar, sino por el objetivo del autor; así, por ejemplo, el latín de Horacio, ya que posee fines estéticos además de filosóficos, acude a diversas técnicas como el hipérbaton o la alteración del modo convencional del enunciado, a diferencia del que usó Newton en sus Principia marhematica, que es más seco, funcional y, podríamos decir, utilitario.

Ya habiendo hecho esas dos cosas, lo tercero que se debe hacer es averiguar cuál es el fin (y el público) de la futura traducción. Me refiero a que no toda traducción, por muy buena que sea, está compuesta por las palabras puntual y exactamente equivalentes del idioma original. Una traducción de Homero para gustosos del hexámetro medido y rítmico no será igual a una traducción hecha para estudiantes de secundaria. Lo mismo con los tercetos de la Commedia del Dante, los cuales no serán traducidos de igual manera para el gustoso de la rima consonante perfecta y la textura tersa del verso trabajado y para el estudiante que solamente desea comprender el fondo y las ideas del poema del maestro florentino. El tratamiento en la traducción es muy diferente. Esto de la identificación del objetivo y el público de la traducción se aplica sobre todo a obras literarias, y no tanto a obras científicas o tratados filosóficos.

Sin embargo, en el caso de la tesis de Antezana el caso era extraño, pues aunque se trataba de una tesis de filosofía, lo lógico hubiese sido traducir el texto de manera funcional y sin reparar mucho en los giros gramaticales superfluos que, por lo general, tienen todos los textos relativamente antiguos. Pero, al mismo tiempo, en la primera parte (epigramas) la tesis presenta una introducción que tiene características literarias, al igual que en la parte titulada “De la ciencia de las costumbres” (Ex scientia morum), ya en los ejercicios filosóficos propiamente, que contiene una prosa más o menos literaria, vinculada con la autenticidad de la religión católica como la única verdadera y aceptable para todo ser humano racional y de buena voluntad en el mundo. Creí, por consecuencia, que una traducción que respetara los giros literarios y la esencia estética sería más adecuada y enriquecería estéticamente el producto final.

Los ejercicios de filosofía son breves aunque densos. En ellos se habla del pensamiento y las teorías de Newton, Leibniz, Descartes y de la Encarnación del Verbo y la Eucaristía como sacramento. Se habla de las inflexiones y refracciones de la luz y del Cogito, ergo sum cartesiano. En realidad, se trata ya de la parte expositiva: un conjunto de ejercicios lógicos que permiten demostrar la veracidad epistemológica de la investigación filosófica.

A más de dos años de ese trabajo, Plural Editores ha publicado la traducción en una edición cuidadosa y esmeradamente trabajada por Luis Antezana Ergueta y Alejandro, quienes elaboraron varias páginas de la biografía de Mariano Antezana, de su carrera académica, de cómo era el proceso de revisión, aceptación y posterior defensa de las tesis en esa época y de referencias históricas vinculadas con la universidad en la que Antezana presentó la tesis (Universidad de Córdoba) y con el ambiente político y militar de la época. El libro, aparte, incorpora los facsímiles de la tesis en latín, además de la traducción, claro, en la que colaboró también el profesor Benito Ochoa.

El libro ya ha sido lanzado en la Feria Internacional del Libro de Santa Cruz y se espera que haya más fechas de presentación en el marco de la Feria de La Paz. Este esfuerzo conjunto representa un buen aporte no solo en tanto traducción de un documento filosófico de un boliviano escrito en latín, sino también en tanto minucioso y bien documentado estudio histórico referido al proceso académico por el que debían pasar los trabajos para obtener diversos grados en las universidades de aquella época, estudio excelentemente realizado por Luis y Alejandro Antezana.

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