viernes, 1 de julio de 2022

Fealdades de la historia argentina de un libro

El escritor irlandés James Joyce (1882-1941) fue el mayor de diez hermanos. Otro de ellos fue John Stanislaus Joyce (1884-1955), quien publicó diversas obras a propósito de su célebre hermano. La más conocida de todas fue el volumen póstumo My Brother's Keeper: James Joyce's Early Years (1958), que se ocupa de narrar los primeros veintidós años de vida del autor de Ulises. El volumen fue publicado con edición e introducción del especialista Richard Ellman y un prefacio de T.S. Eliot.

La gran editorial argentina Fabril Editora –fundada en 1958 por Jacobo Muchnick (1907-1995)–, en la que, durante los años sesenta, se publicó mucha de la más importante literatura mundial, se ocupó tres veces de James Joyce. Así, existen una versión de Dubliners (1914), traducida como Gente de Dublín por Oscar Muslera, y otra de la pieza teatral Exiles (1915), traducida como Exiliados por Osvaldo López Noguerol. Ambos volúmenes fueron publicados en 1961, en la colección Libros del Mirasol. A ellos se suma My Brother's Keeper: James Joyce's Early Years, traducido como Mi hermano James Joyce por Berta Sofovich, con los textos de Ellman y Eliot, también en 1961 y con una reedición de 1968, dato que habla de un libro de gran circulación al que, en su momento, se le prestó mucha atención.

Cuando Adriana Hidalgo, en 1999, fundó la editorial que lleva su nombre, lo hizo llevándose de El Ateneo –la librería y editorial fundada por su abuelo Pedro García– a dos editores: Edgardo Russo y Fabián Lebenglik, quiénes, en rigor, fueron los que le dieron su perfil a la incipiente editorial.

Cualquiera que haya tratado con Russo, más allá de toda otra consideración, puede decir que vivía por y para los libros. Por eso, no debe extrañar que, además de considerar los títulos nuevos, se ocupara también de recorrer los viejos catálogos para rescatar de ellos autores y, como en el caso del libro de Stanislaus Joyce, buenas traducciones al castellano.  

Lebenglik, sabiendo de mi interés por la cultura irlandesa, le propuso a Russo que yo llevara a cabo la revisión del texto. Cuando la hice, considerando el excelente trabajo de Berta Sofovich, me limité a actualizar la ortografía y poco más que eso. Pero les propuse a ambos editores sumar un número significativo de notas que le permitieran al lector entender muchos de los detalles referidos a la historia y cultura irlandesas, presentes en el texto y probablemente desconocidos para los lectores de lengua castellana. Aceptaron y fue así como en la primera edición publicada por Adriana Hidalgo en 2000, lo único nuevo fue mi trabajo que, de hecho, consta en los créditos como “notas adicionales”.

Pasó el tiempo y, según las muchas referencias que Russo hizo al asunto, un día se fue en malos términos de Adriana Hidalgo. Lebenglik quedó a cargo de la dirección editorial. Russo, por su parte, fundó Interzona y, más adelante, Cuenco de Plata. En 2015, cuando justamente estaba terminando de editar la traducción del Ulises de Joyce, realizada por Marcelo Zabaloy, murió de un paro cardíaco.

Ahora bien, en 2022 se cumplió el centenario de la publicación de Ulises y, por lo tanto, James Joyce estuvo presente en reediciones de todo tipo que gozaron de la atención de todos los medios del mundo. Adriana Hidalgo, que este mismo año relanzó su sello como A.hache, volvió a publicar Mi hermano James Joyce. Lo hizo con un campaña de prensa que rindió sus frutos porque se festejó el evento como si fuera la primera vez que se editaba el libro que, de hecho, ya estaba en el catálogo de la editorial en su edición anterior. 

Como consecuencia de una serie de trabajos que hice para la editorial, los cuales, a partir de sus malos tratos, terminaron de manera desafortunada, entre los cambios más notables que registra la nueva edición, se eliminó mi nombre de la página de créditos y se lo puso, en letra muy pequeña, en una de las primeras notas al final del libro, señalando que cuando dice J.F. la nota me corresponde. Todo un gesto. 

Considerando la falta de investigación y la consecuente y notable desmemoria de los jóvenes periodistas culturales, salvo el detalle arriba aludido, el libro, de novedad, no tiene nada.  Supongo que nadie va a despeinarse: así funciona esto.

No hay comentarios:

Publicar un comentario