viernes, 15 de julio de 2022

Una entrevista con Roberto Echavarren

El  pasado 12 de julio, la poeta, editora y docente francesa
Anne Gauthey publicó la siguiente entrevista con el escritor y traductor uruguayo Roberto Echavarren (foto), en sujetos.uy. Lo hizo en el marco de una serie de actividades de la editorial Milena París, destinadas a impulsar la traducción literaria en Uruguay. Desde esa misma perspectiva, el sábado 23 de Julio, a las 18hs, tendrá lugar el lanzamiento del ciclo “TRES, diálogos sobre la traducción literaria”, en la Fundación Mario Benedetti. En la oportunidad, se prevé una mesa con la presencia de Roberto Echavarren), Manuel Carballa (editor de Alter ediciones), Banu Karakas (traductora literaria turca del inglés y el castellano), con moderación de Gauthey (editora de Milena Paris).


“Traducir es penetrar un secreto e interpretarlo correctamente”

Roberto Echavarren es poeta, narrador, ensayista y traductor. De sus libros de poemas se destacan Centralasia (Premio Ministerio de Cultura de Uruguay, ediciones en Argentina, México y Brasil), El expreso entre el sueño y la vigilia (Premio Fundación Nancy Bacelo) y El monte nativo. Performance es un volumen mixto: antología de poemas, entrevistas, reseñas críticas alrededor de su obra. Ensayos: El espacio de la verdad: Felisberto Hernández, Arte andrógino (Premio Ministerio de Cultura de Uruguay), Fuera de género: criaturas de la invención erótica, Michel Foucault: filosofía política de la historia, Margen de ficción: poéticas de la narrativa hispanoamericana. Sus novelas: Ave rock, El diablo en el pelo, Yo era una brasa. Tres cuentos es su último libro de narrativa. Las noches rusas es una crónica acerca de la vida política y cultural de Rusia durante el siglo XX. La pieza Natalia Petrovna fue premiada y publicada por el Centro de España en Uruguay. La pieza África, la muñeca de Felisberto Hernández, basada en un caso real, fue publicada y se presentó en Montevideo a lo largo de 2012 y 2013. Dirige la editorial La Flauta Mágica, especializada en ediciones críticas bilingües de poesía en traducción y el rescate de obras poéticas imprescindibles en español.


–¿Cómo llegaste al camino de la traducción?

–Cuando era estudiante en la Universidad Goethe, de Frankfurt, editorial Tusquets me pidió una traducción de El ocaso de los ídolos de Nietzsche y editorial Barral me pidió una traducción de Punto y línea sobre plano de Kandinsky.

–¿Cuál fue tu escuela de traducción?
–No tuve escuela de traducción sino mi propia práctica. Para mí fue un maestro Haroldo de Campos, del grupo brasilero Noigandres. Tradujo de varios idiomas, alemán, ruso, inglés, tradujo poesía rusa, la Biblia, en fin, hizo de la traducción o de la transcreación, como él decía, una rama tan relevante como su obra. Sus Galaxias en versión integral portugués-español fue publicada en edición bilingüe por la Flauta Mágica, una serie de entregas sobre poesía que dirijo. Haroldo fue una inspiración, provocaba emularlo de algún modo. Desde su enclave de San Pablo dio a la traducción de poesía una jerarquía que no tenía en idioma portugués. Era un personaje erudito en materia de poéticas. Y un poeta muy fino, para quien la traducción era campo de cultivo para la propia obra.

–¿Cuál fue la obra que implicó mayores desafíos para traducir? ¿Por qué?
Troilo y Crésida, de Shakespeare, acerca de la guerra de Troya. Es la obra que escribió después de Hamlet. Consulté un diccionario especial del lenguaje de Shakespeare. Pero es más difícil traducir de una lengua que uno conoce menos, o menos bien. El ruso, por ejemplo. Cuanto menos se conoce la lengua, más laborioso y puntual es el trabajo de traducir.

–¿Hay que hablar el idioma de la obra para traducirla?
–Depende. Ezra Pound decía que sólo había que captar la música de un poema de Goethe, por ejemplo, para penetrar en él; no era necesario dominar la lengua. Él tradujo las odas confucianas sin saber chino, o muy poco. También está el caso de los poetas rusos que traducían poetas armenios o de otras lenguas minoritarias de Rusia, sin conocer el armenio o esas lenguas. Traducir era para ellos la única manera de ganarse la vida, cumpliendo encargos del Estado, ya que sus propias obras no podían publicarse. Les entregaban, supongo, versiones literales de los poemas y ellos las adaptaban a la manera de poemas. Quizá también “oyeran”, para ayudarse, los versos en el idioma original.

–¿Qué recomendarías para una buena traducción?¿Qué es una buena traducción?
–Pienso que lo primordial es captar la economía a la vez del pensamiento y de la música del poema. No agregar ni explicar nada. Captar la tensión dinámica en la que se resuelve el poema. Y por supuesto tener un sentido del matiz en que está empleada cada palabra o sintagma, y encontrar el equivalente justo en el segundo idioma. Esto exige sobriedad y contención. Es como verificar el color exacto de una piedra, trasladado a otra piedra equivalente. Es una construcción que debe estar guiada por la música y por un entendimiento perfecto del pensamiento. Tal vez las cualidades de la sensibilidad y del intelecto del traductor debieran ser equivalentes a los dones del poeta autor. Traducir es penetrar un secreto e interpretarlo correctamente como si fuera un pianista o un cellista, un inspirado ejecutante. Traducir es quizá la manera más minuciosa de leer, como leer una partitura.

–¿Como autor, fuiste traducido? ¿A qué idioma?
Dos libros míos de poemas (El expreso entre el sueño y la vigilia y El monte nativo) fueron traducidos y publicados en inglés. También mi novela Ave Roc. Y ahora el libro Las noches rusas, que en inglés son tres obras diferentes.

–La lengua castellana es diversa, no se habla el mismo castellano en España que en Uruguay. ¿Qué tipo de compromiso genera el traductor con el territorio a la hora de traducir su lengua? ¿Considerás que es correcto apelar a una "neutralidad" del castellano a la hora de pensar la traducción?
–El escritor argentino Macelo Cohen tuvo la idea de hacer una colección completa de las obras de Shakespeare en español traducidas por escritores hispanoamericanos, para superar y dar frescura a las traducciones anteriores basadas en el “vosotros” y en el “estáis” peninsulares y la hizo realidad. La editorial Norma publicó libro a libro cada pieza y en ese reparto me tocó como ya he mencionado Troilo y Crésida. Personalmente, no me gusta exagerar los manierismos locales. Aspiro a que el libro sea leído en diversos países, a ensanchar el público lector más que restringirlo. Eso si se trata de prosa. En poesía hay texturas locales intransferibles que deben ser recreadas en el segundo idioma, ateniéndose al momento y el enclave, al tipo de problemática intrínseca, histórica, local y determinada. Eso no quiere decir que la traducción abuse de localismos en el segundo idioma.

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