viernes, 16 de febrero de 2024

Jorge Aulicino, traductor de Cervantes.

Fotogramas de Misión imposible,
doblada en España
El pasado 1 de febrero, este blog inició sus actividades del año con una columna del Administrador, donde se reflexionaba sobre el funcionamiento de la cabeza del traductor más allá de las teorías sobre la traducción; vale decir, los procedimientos pragmáticos de la  traducción y las perspectivas ideológicas que animaron los diferentes momentos de la historia de la traducción. Atento a esas reflexiones, hoy es el turno de abundar en la cuestión de Jorge Aulicino. 

La cabeza del traductor (2)

Luego de leer la columna del Administrador de este blog, Jorge Fondebrider, incluida el 1 del mes andante, pensé mucho qué tengo en la cabeza como traductor. Cierto es que Fondebrider sugiere que en gran parte la traducción está regida por modas. Por ejemplo, dice, estuvo de moda enmendarle la plana al autor traducido, caso Edgar Poe, cuya prosa se supone fue mejorada por Charles Baudelaire en francés y Julio Cortázar en castellano (me pregunto de pasada qué sentido puede tener "mejorar"; cuando la plana es enmendada en otro idioma: ni Baudelaire ni Cortázar reescribieron a Poe en inglés). Luego Fondebrider menciona a quienes usan el original como trampolín para sus propios fines poéticos, esto es, los que reescriben y conducen el texto por rumbos distintos a los que parece haber tomado el autor, y en esa tesitura pone a Borges y León Felipe, traductores de Walt Whitman. Continúa la enumeración, con ejemplos de otros criterios y otros traductores. Pero la conclusión es que la época dicta en gran parte el criterio de traducción. En ese sentido, hemos ido de la libre expresión del traductor -aunque estuviera enmascarado en letra pequeña en la página de los créditos y a veces ni siquiera fuese mencionado en la edición de sus traducciones- hacia la traducción que aspira a la mayor literalidad posible (digo esto yo, no Fondebrider, quede claro). Lo cual podría significar: de lo personal a la impersonalidad. Tarea, ya lo sé, imposible. Sin embargo, Píndaro, diría “Oh, alma mía, no aspires a la vida inmortal, pero agota el campo de lo posible”,donde "alma"; podría ser reemplazada por traducción en este caso.

Ahora bien: un nuevo dictado de época se me impone cuando leo los subtítulos de series y películas escritos en España. Si leo que un agente del FBI dice "aquí pone", en lugar de aquí dice; o "leches", o "capullo", o "me mola", o, incluso, "a tomar por culo", sin contar "follón", "flipar"; "cutre","liarse", "me la suda"... pienso que el agente del FBI súbitamente se ha convertido en uno de la Guardia Civil caminera. ¿A qué estímulo de la época corresponde que el traductor no distinga niveles de lenguaje -a veces, hablan así incluso los aristocráticos agentes del M16-? ¿O que no se repare en que un castellano tan marcadamente local quita verosimilitud a los personajes de series habladas en inglés, ruso, chino, coreano, etc.? ¿O que nadie piense que los espectadores de otras regiones del castellano no hablan ni entienden este lenguaje? Arriesgo un motivo: es política cultural de Estado, asimilada por los subtitulantes casi sin saberlo. El español que todos debemos entender no solo es el oficial de España, sino el más popular y corriente de esa parte del mundo... ¿Una forma torpe de colonización, según la cual los agentes del FBI, el señor y la señora Smith, y hasta Ethan Hunt, interpretado por Tom Cruise en la inmortal serie de películas Misión Imposible, son asimilados a las calles y discotecas de Madrid?

Joder.

2 comentarios:

  1. No puedo parar de reír! Hay otra cosa que no me cierra,no en la traducción . Ese uso de voy a por agua de los

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