martes, 20 de febrero de 2024

Un escándalo bien francés (I)


La española María José Furió es escritora, traductora de francés, italiano, catalán e inglés al español, colabora además con editoriales y empresas españolas y extranjeras como lectora de textos ya publicados o de manuscritos para su posible traducción al castellano y en la revisión y editing de textos. La siguiente columna, de la cual hoy se da la primera parte, fue publicada el pasado 5 de febrero, en la revista Vasos comunicantes, n°68. Trata sobre el escándalo que se produjo en Francia, con la publicación de una nueva edición de Mein Kampf, de Adolf Hitler, en la erudita traducción de Olivier Mannoni (foto)

Deconstruyendo Mein Kampf: Traduire Hitler, de Olivier Mannoni (I)

La última polémica mayor en torno a una traducción ha tenido como asunto la de Mein Kampf (Mi lucha), del dictador alemán Adolf Hitler, y ocupó en Francia incontables páginas de publicaciones y horas de radio y televisión cuando se publicó la noticia de que, aprovechando que el 1 de enero de 2016 el título entraba en el dominio público, la editorial Fayard se proponía ofrecer una nueva traducción, siguiendo el ejemplo de la que se publicaría en Alemania. En ambos casos se trataría de una edición crítica y anotada a cargo de un equipo de prestigiosos historiadores expertos en el periodo nazi, algo imposible hasta entonces porque el depositario de los derechos de autor, el Ministerio Bávaro de Economía, no había permitido nuevas ediciones, ni siquiera las de carácter científico. El Institut für Zeitgeschichte de Múnich, con una gran experiencia en la publicación de fuentes históricas, incluido el periodo nazi, creó un equipo permanente de cuatro historiadores apoyados por una red de expertos. La fecha elegida para publicar su edición crítica fue precisamente enero de 2016, y esta edición sirvió de base a la francesa.

En el país vecino, ediciones Fayard propuso la nueva traducción en francés a un prestigioso traductor especialista en el III Reich, Olivier Mannoni (1960), en cuyo haber destacan la biografía más reciente del Führer: Adolf Hitler, une biographie – L’ascension: 1889-1939, de Volker Ullrich, en dos volúmenes para Gallimard, La Médicine nazie et ses victimes («La medicina nazi y sus víctimas»), de Ernst Klee, y una selección de los diarios de Goebbels y de Alfred Rosenberg. Mannoni entendió que su trayectoria hacía de su nombre la mejor opción. Así la resume en Traduire Hitler:

"Tras una cincuentena de traducciones de obras consagradas a la medicina nazi, al antisemitismo, a la Shoah por balas, a la organización de los campos de concentración, en Auschwitz y en Birkenau, era en definitiva lógico volver a la fuente, tomar de cara y en su integralidad la traducción de Mein Kampf y proponer un texto utilizable en francés para los historiadores, los lectores interesados así como para mis colegas. De modo que acepté, con la reserva de las condiciones habituales que exijo para este tipo de trabajos: no una publicación «en bruto» del texto fuente, sino acompañada de un aparato crítico sólido establecido por historiadores."

Habla el traductor
Tanto para responder a los diferentes debates que surgieron durante los más de diez años de gestación de la obra como a la necesidad de explicar las vicisitudes en torno a su trabajo sobre un texto de pésima calidad y enorme influencia, Olivier Mannoni escribe Traduire Hitler (2022), donde repasa con estilo vigoroso las controversias que estallaron en Francia en torno a la necesidad, interés y oportunidad de republicar el brulote del Führer. Un libro que le llegó cargado de simbolismos polarizantes: maldito o sagrado según la ideología del que hable, imán o radioactivo, una suerte de catecismo del nazismo, un talismán, un grimorio: «Una especie de fetiche, un objeto cuya dimensión simbólica, aroma escandaloso y “aura maléfica”, como decían unos y otros, había desbordado hacía ya mucho al contenido».

Algunos partidos de la izquierda protestaron con grandes aspavientos arguyendo que era una forma de adular a la extrema derecha, con una representación política rampante en la mayoría de los países occidentales y de forma significativa en Francia, donde en las dos últimas elecciones presidenciales, en 2017 y 2022, el partido Rassemblement National de Marine Le Pen ha disputado la segunda vuelta. En contrapunto a las polémicas oportunistas, concebidas para trasladar la atención del público a los partidos que las generan, a menudo en el contexto de una campaña electoral, Mannoni relata las dificultades que supone bregar con el lenguaje hitleriano e integra ese relato en una reflexión más amplia sobre la denominada «lengua del III Reich». Un fragmento del ensayo, que le ha valido a su autor el Premio Charles Oulmont 2023, resume muy bien el estrago:

A lo largo de treinta años, desde los primeros textos de la Revolución conservadora hasta el final de la segunda guerra mundial y la caída del nazismo, los cantores del movimiento völkisch, los miembros de los cuerpos francos de 1919, los adeptos de las corrientes nacionales-alemanas, luego el pequeño partido de los obreros alemanes (DAP), y, para terminar, del Partido Nacional Socialista de los Obreros Alemanes (NSDAP), desmembraron y dislocaron la lengua alemana, que se apoyaba sin embargo en un inmenso capital cultural y literario. Para entonces se encontraba reducida a una jerga donde fórmulas forjadas por los militantes o los intelectuales en el poder habían sustituido paulatinamente a la lengua cotidiana. «El dominio absoluto que ejercía la norma lingüística de esta pequeña minoría, o incluso de un solo hombre —escribió Victor Klemperer en LTI, el texto fundamental para todo aquel que quiera comprender en qué consistió el uso del idioma por parte del nazismo—, se extendió al conjunto del área lingüística alemana con una eficacia tanto más decisiva porque la LTI no estableció ninguna diferencia entre lengua oral y escrita. Más, todo en ella era discurso, todo debía ser arenga, conminación, galvanización. […] El estilo obligatorio para todo el mundo era, por lo tanto, el del agitador charlatán».

Lejos de ser un texto erudito destinado a un público de especialistas, Mannoni saca provecho de su experiencia en prensa para reflexionar sobre el peso político del libro en el momento de su primera publicación en 1925 —en concreto, el discutido tema de si la «solución final al problema judío» era un punto programático recogido en el libelo—, y sobre la trascendencia de la traducción planteada por Fayard, concebida como contribución a una historiografía rigurosa que mire al pasado y sea útil a largo plazo. Mannoni les recuerda con ironía a quienes denunciaron que la nueva edición armaba a la ultraderecha y podía ofender a los supervivientes del genocidio que, en francés, seguía a la venta la versión de 1934, publicada por las Nouvelles Éditions Latines, y existía una versión circulando en internet, ambas sin notas. La novedad consistía, por lo tanto, en el enfoque científico de la edición. También, como descubriría el propio traductor, en la exigente fidelidad a la expresión de Hitler que se le pidió.

La cuestión de la retraducción de libros históricos es un tema recurrente de discusión entre profesionales de la cultura. En referencia a Mein Kampf, Mannoni lo tenía claro aun antes de tener que «bajar a la mina» y hundir sus «botas de traductor en el cenagal» del discurso hitleriano. A lo largo de su carrera, en sucesivos libros sobre el nazismo es habitual que sus autores citen el original alemán, por lo que decidió que resultaba más coherente traducir como si nunca hubiese existido una versión francesa a la que acudir. Y esto porque, al buscar la cita correspondiente en francés, comprobó que la versión de 1934 es «legible y fluida», dos adjetivos que en nuestra profesión tienen un significado ambivalente:

"…legibilidad y fluidez. Dos principios respetables en sí de no ser porque el original es rigurosamente ilegible y no tiene otra fluidez que la de los pasajes wagnerianos donde su autor se deja arrebatar por el lirismo. La traducción de 1934 borra lo ilegible —¿podría hacerse de otro modo en esa época?— y restituye mal la sandez de los pasajes inflados de lirismo". (p. 5)

«Avanzar por una ciénaga calzado con suelas de plomo»
En 2015 el equipo se reestructuró y se amplió con la incorporación de nuevos historiadores e investigadores-docentes. Las ediciones alemana y francesa han inspirado otras, publicadas ya en Italia, Países Bajos y Polonia, países directamente interesados por el periodo. Sentenciaba Brayard en una amplia entrevista a Mémoire d’Auschwitz: «Mein Kampf es una fuente fundamental para comprender el siglo XX y debe tratarse en consecuencia. Pero al tratarse también de un libro complicado necesita de gran número de explicaciones, es preciso deconstruirlo». Afirmación que Mannoni corrobora desde su condición de traductor: hay que «desentrañar lo que en el relato de Hitler puede calificarse de mentira, de distorsión, de insinuación, de media verdad o de afirmación probada».

En 2015 había transcurrido casi un año desde que Mannoni entregara la que resultó ser una primera versión sin que el editor diera señales de vida, por lo que llegó a creer que no se publicaría nunca. Cuando los de Fayard rompieron su silencio fue para pedirle que retomara su versión con objeto de, diríamos, devolvérsela a Hitler. El nuevo equipo quería la crudeza sintáctica, el confuso fárrago de vacuidades, las diatribas, la simpleza expresiva, es decir, puro Hitler, un Hitler raw. Propuesta que Mannoni aceptó sintiendo que debía sumergirse de nuevo en el «cenagal» de un texto que, sin poder considerarse estrictamente programático del genocidio que seguiría, sí era el punto de partida de la catástrofe de la que aún hoy quedan huellas. El trabajo de desarticular una versión fiel pero que intuimos aún hija de una alta cultura, respetuosa con la academia y la tradición, le llevó en total diez años. Historizar el mal es simultáneamente una operación de despojamiento por parte del traductor y de acompañamiento del lector. Podría decirse que el delirio hitleriano aparece amarrado por las camisas de fuerza de la historiografía y la crítica filológica. Además, los especialistas armonizaron «la interpretación de algunos conceptos ideológicos nazis que posteriormente adquirieron un rol importante».

Marie-Bénédicte Vincent, una de las historiadoras que han colaborado en la edición, explicaba en una entrevista que la historiografía del nazismo está en constante evolución. Al principio se centró en los altos dignatarios del régimen nazi, empezando por Hitler; de ahí surge la gran discusión entre los finalistas y los intencionalistas, a los que se refiere Mannoni. En los años sesenta, una nueva corriente de investigación se interesó por las estructuras del régimen nazi: partido, burocracia, ejército y grandes organizaciones. «Se trataba de descentrar la mirada llevándola a otros factores de evolución y de transformación del régimen». Desde los años noventa, los estudios han puesto el acento en las representaciones que circulaban cuando el nazismo ganaba relevancia, con conceptos como el hombre nuevo y su derivado: los «adoctrinados fanáticos capaces de cometer los peores crímenes». En la actualidad, el interés de los investigadores se vuelca en los verdugos. Esta evolución de los estudios históricos explica por qué las nuevas traducciones del «manifiesto hitleriano» no entrañan una regresión, sino «una profundización en la comprensión de los procesos de radicalización de las masas bajo el nazismo».

Esta radicalización y los discursos que la alimentan son el eje de las reflexiones que desgrana Mannoni en el capítulo «Ecos lúgubres» de su ensayo, mostrando cómo las corrientes nacional-populistas actuales beben del nazismo primigenio. Mannoni se detiene en el término de «Gran Reemplazo» y la bastardización de la población europea a través de las parejas interraciales, uno de los asuntos que las ultraderechas europeas han reintroducido en el léxico y el debate sobre raza e inmigración en los últimos años, y analiza luego cómo el antisemitismo de ayer y el antiislamismo de hoy beben de la misma lógica racista y conspiranoica. Siendo uno de los temas de la polémica si la nueva edición podía dar armas a los extremistas, la historiadora belga Chantal Kesteloot respondía que Mein Kampf recoge la expresión más radical del ultranacionalismo, el pangermanismo y el antisemitismo tal como circulaban en los años veinte en Alemania. Su novedad entonces era el radicalismo heredado de la Primera Guerra Mundial. El original alemán se convirtió en un libro fetiche que hizo rico a Hitler, en arma de propaganda y regalo de boda a las parejas recién casadas. A finales de la Segunda Guerra Mundial se habían impreso no menos de doce millones de ejemplares del libro. De forma que el cortafuegos al peligro de alimentar a la ultraderecha es, insiste, la edición científica.

(continúa mañana)

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