A esta altura, se sabe que Jorge Aulicino, además de poeta, es un gran traductor del italiano y que, entre sus trabajos más notables, está la Divina Comedia, obra de la que es un verdadero especialista. Por eso, nadie más calificado para opinar sobre la primera traducción al castellano de esa obra, en este artículo, especial para el blog del Club de Traductores Literarios de Buenos Aires.
La primera traducción al castellano de la Divina Comedia.
Hay obras, muchas, que una vez ingresadas al dominio público
deberían ser puestas a disposición de los lectores, libremente. Existen medios
digitales para que los considerados hitos de la literatura se consulten y
lleven con facilidad. Luego se podrían destacar en Google. Y sería ideal que al
mismo tiempo los editen los Estados del mundo en libros de papel, de distribución
gratuita en los colegios secundarios. Gratuita y no obligatoria. Esto es, que
los libros estén al alcance de los estudiantes, sin obligatoriedad de lectura.
Pero no se espere esto de la autoridad cultural, mucho menos de la Argentina en
este momento.
De todas esas obras que con entrada libre, una debería ser la
primera traducción al castellano de la Divina
Comedia, hecha tal vez por el llamado “marqués”; Enrique de Villena, mientras
consultaba el original, a 100 años más o menos de la muerte de Dante Alighieri.
Es la traducción al castellano más próxima a las fechas de la escritura del poema,
que lo fue entre 1301 y 1321. Nadie ha podido establecer el año en que Dante
terminó cada canto y lo hizo copiar; ni siquiera se conoce el original con la caligrafía
de Dante. Solo se puede decir casi con certeza que escribió todo el libro entre
el año de su destierro de Florencia y el año de su muerte en Ravena, que son
los anteriormente mencionados.
Hay toda una historia de debates sobre la primera traducción
de la Comedia al castellano atribuida
a Villena. Solo digamos que en la Biblioteca de España se conserva un volumen
de principios del siglo XIV que contiene, básicamente, el texto en lenguaje
original (la copia es de 1354) y una traducción al castellano escrita en los márgenes
de los folios y en otros espacios en blanco. El resto lo componen un soneto de
Petrarca, citas de Cicerón y diversos comentarios. De Villena dio testimonio
que permitió pensar que esa traducción le fue encargada por el propio marqués
de Santillana. Es posible, arguyeron algunos –e intentaron demostrarlo con
algún éxito, comparando caligrafías–, que otros metieran mano allí, incluido
Santillana, un entusiasta de Dante, que compró el manuscrito y lo mantuvo en su
biblioteca hasta su muerte. La biblioteca a su vez custodió el libro durante
300 años. Ahora está en la Biblioteca de Nacional de España bajo el número
10186.
Sea o no Enrique de Villena el único autor de la
traducción, ese texto es no solo la primera de una larga serie de traducciones
en territorio español, que siguió en la Argentina desde fines del siglo XIX,
sino la primera traducción de la Comedia
a otra lengua romance. Y quizá la primera traducción de la Comedia en términos absolutos.
El dantista y gran poeta mexicano David Huerta escribió en un
artículo para la Revista de la Universidad de México, en enero de 2008: “Es [la
traducción Villena], si se quiere, una curiosidad interesante para los
eruditos, los críticos y los historiadores, pero no carece de interés literario”,
al que puede unirse, dice Huerta, el interés por la vida y la obra de Villena,
autor de un tratado sobre el arte de comer, otro sobre el mal de ojo y una
traducción, también, de la Eneida, de Virgilio. Esto quizá responda a una
pregunta que puede formularse a mi propuesta inicial: ¿por qué razón un estudiante
o cualquier otro alfabetizado querría o debería leer la primera traducción
castellana de la Comedia?, la cual se responde con dos argumentos: 1) conocería
mejor el poema si ya ha leído otra versión, o podría empezar a conocerlo con
buen arte, y 2) confirmaría que, como sostenemos algunos traductores -y
críticos y docentes-, cada época necesita su propia traducción de los clásicos (esto
surgiría, claro está, de la comparación de esta con una versión, al menos, del
siglo XX o XXI).
Pero he aquí que en 2000 la Fundación José Antonio de Castro
publicó en Madrid las obras completas de Enrique de Villena en tres tomos. El
último tomo, que contiene lastraducciones y glosas de la Eneida y la Comedia –convenientemente
juntas como imaginariamente lo estuvieron Dante y Virgilio en el Infierno y el
Purgatorio– se vende en el sitio de la Fundación por 45 euros. Aquí copio la
dirección virtual por si lo quieren comprobar: https://fundcastro.org/product/divina-comedia-villena/
Me pregunto si el hecho de que la obra se Villena sea comercializada
por una fundación no es la causa de que resulte tan difícil, casi imposible, encontrar
el texto de nuestro primer traductor de Dante en internet o sobre cualquier
otro soporte gratuito. Por ejemplo, en la Biblioteca Virtual Miguel de
Cervantes, de la Universidad de Alicante, donde no está, como podría estarlo,
junto a tantos textos clásicos de los que hay allí copias que se pueden “bajar”;
en archivos PDF o leer directamente en la pantalla en HTML.
También creo que he escuchado que las fundaciones no tienen
fines de lucro, sino que se alimentan de donaciones, para realizar justamente
una labor de interés social. Como ejemplo de la calidad de la traducción de
Villena (o de quien fuera), deja Huerta este terceto de la historia de Francesca
y Paolo, la más famosa sin duda del Infierno:
la boca me besó
todo tremiendo: Galeoto fue el libro e quien lo escribió.
Non leímos de
aquel día adelante.
Agrego el también famoso comienzo del Canto III del Infierno:
Por mí se va a la
cibdat doliente,
por mí se va en
eternal dolor,
por mí se va entre
la perdida gente.
El mi fazedor
movió la justiçia,
la divinal potestat me fizo,
e la alta sabiduría e el primer Amor.
"Delante de mí non fu cosa criada
si non la eternal e yo eternalmente duro,
[por tanto] dexat toda esperança vosotros que entrades-
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