El pasado 8 de mayo, Juan Mendoza publicó en la revista Ñ, el siguiente artículo sobre la e
ditorial La Perdiz, de Arturo Jacinto Álvarez, un personaje de la cultura argentina.
ditorial La Perdiz, de Arturo Jacinto Álvarez, un personaje de la cultura argentina.
Lo que editaba la Editorial La Perdiz
En 1949 se publica en Buenos Aires La cruzada de los niños de Marcel Schwob. Se trata de una traducción al español de Ricardo Baeza con prólogo de Jorge Luis Borges y cinco ilustraciones de su hermana Norah. Es uno de los pocos títulos que entre los años 40 y los años 70 llevó adelante el proyecto de editorial La Perdiz. Un año antes, el catálogo de la editorial había aparecido patrocinado por la revista Sur. En el folleto se anunciaba la publicación de Un almuerzo sagrado (1948) de Arturo Jacinto Álvarez; Una carta de las que no se envían (1948) de la Condesa Noailles; Sonetos del Jardín, de Silvina Ocampo y Las vísperas de Fausto, de Adolfo Bioy Casares. Un quinto título que se anunciaba, nunca llegaría a ver la luz: La oscura Cornelia, de Henry James.
Arturito, como también se lo conoció en el ambiente, fue el editor de la mítica editorial. De entre todos sus títulos, los exquisitos lectores contemporáneos conocen la edición de Esvén, suerte de autobiografía velada –y no tanto– del propio Arturo. La descripción que de la obra hizo Rosa Chacel hace pensar en un precursor de las ficciones del yo, y en las extrañas formas de la anticipación que la literatura transporta: “La novela es, simplemente, el soliloquio mental de un chico que habla a su perro, cuando éste ya no existe…”
Para los afectos al coleccionismo y a la historia del arte, las noticias de las excentricidades de Arturito surcan como una marca de agua la historia cultural del siglo XX. Nacido en Buenos Aires en 1921, en 1924 la historia lo sitúa en París con tan sólo tres años de edad. Algún tiempo después, ya aparece como personaje literario en El paraíso de Mujica Laínez y en Adán Buenosayres de Leopoldo Marechal. Sylvia Molloy lo personifica en El común olvido y María Moreno lo encuentra, vivo, una tarde de 1998 en el Hogar Martín Rodríguez de Ituzaingó. Muchos años antes, Felisa Pinto lo encuentra en Buenos Aires en el Hotel Crillon, Séptimo Piso, Habitación 728. Arturito vivía en una habitación de hotel presidida por dos esfinges en la puerta de entrada: Adela y Josefina. Pero no eran las esfinges las piezas de arte más famosas de su colección. Entre 1946 y 1955, Arturito fue el propietario del Parade, el telón que Pablo Picasso pintó en 1917 por encargo para un ballet del régisseur ruso Serguei Diaghilev, con música de Erik Satie y textos de Jean Cocteau. El nombre de Erik Satie no pasa desapercibido para los lectores de Ricardo Zelarayán –Zela había escrito, en 1988, el texto de presentación para la primera audición de Satie en Argentina, en el Teatro San Martín–.
¿Cómo el telón fue a parar a manos de Arturo? Lo adquirió en cuotas en una tenida entre el Museo Nacional de Bellas Artes y la Embajada de Francia. Después del Golpe del 55 –como metáfora de paralelismo cifrado entre la historia del peronismo y la estancia del Parade en la Argentina–, Arturito vendió o donó el telón al Pompidou. Un tiempo antes, cuando Picasso se enteró que el Parade era propiedad de Arturo, se limitó a decir que su pintura estaba en manos de un muchacho argentino que tenía una colección de Constantin Guy.
Arturito fue el primer dandy queer de la Argentina, organizador de tertulias que presidía con sobretodos de cachemire y botellas de Chandon. Muchas de estas cosas, el lector contemporáneo las puede reconstruir a partir de la aparición hace poco de un texto que Claudio Golonbek firma con el título de Editorial La Perdiz (1947-1973). Pastiche y extravagancia. Golonbek se enteró de la existencia de Arturito y su proyecto editorial por una erudita semblanza de Hugo Beccacece. A partir de allí, como un lector literal, comenzó con la pesquisa de todos los ejemplares del catálogo. Además de tomarse en serio –hasta agotar stock– el trabajo del coleccionismo, Golonbek edita una publicación en formato fanzine que distribuye digitalmente a un selecto grupo de lectores. En la descripción del objeto se indica: “Son proyectos que integran una plataforma informativa multidisciplinaria orientada a desarrollar investigaciones y contenidos originales. El formato de las publicaciones apunta a sumar tanto research como ensayo en producciones intelectuales y académicas en las que se prioriza el valor de la opinión.” El Fanzine tiene sus colecciones: Focus On Art trata sobre temáticas vinculadas al mercado de arte. Sniper On Books concentra “investigaciones sobre libros, documentos, objetos coleccionables y memorabilia.” Peeping On Artists reproduce estudios laterales, ensayos, labores gráficas, traducciones…
La idea de publicar materiales propios que en archivística reciben el nombre de ephemera / literatura gris, participa del mundo de la Literatura Sin ISBN, Literatura Gris. Esta suerte de Literatura Semi-Publicada –representada por textos que son efectivamente publicados pero que, por su propio carácter de difícil acceso no llegan a una gran cantidad de lectores– intenta reconstruir el propio contexto de circulación del que los propios objetos históricos tratados también participan. Entre las páginas del material de Golonbek, se reproducen las portadas del catálogo de La Perdiz. En un retrato, se ve la fisonomía que Arturo Jacinto Álvarez tenía en 1961. Parece un personaje entresacado en esos años de una oficina de la calle Madison de Nueva York. ¿Y hasta del interior de un cuadro de Edward Hopper tal vez?
Regresando a la historia de la Editorial La Perdiz, aquel catálogo iniciado a fines de los años 40 roza otros proyectos de su época, como el de la revista Disco de Rodolfo Wilcock (aparecida entre 1945 y 1947). Con el paso del tiempo, el proyecto editorial de La Perdiz –el significante no traiciona– est perdiz en la espesura. Como un amante de lo vintage, lo anacrónico, lo intempestivo, el análisis de Golonbek al respecto es categórico: las editoriales contemporáneas adeudan a los lectores actuales una urgente reedición de Esvén.
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