A contrapelo de lo que sucede en Argentina, donde en medio de la mayor crisis se siguen abriendo librerías independientes, en España, éstas desaparecen. Es lo que se lee en la nota publicada por Eva Ibáñez, el pasado 22 de abril, en público. En la bajada se lee: "Se venden más libros que nunca, pero las librerías independientes cada vez lo tienen más complicado para sobrevivir en un mundo dominado por las grandes superficies y unas ciudades consumidas por los turistas".
El modelo turístico se cobra una nueva víctima, las librerías de barrio
Las librerías independientes, además de quedar bajo la sombra de las grandes superficies, están luchando por sobrevivir en ciudades ya dominadas por el turismo. El caso más extremo lo reflejan aquellas librerías, como La Galatea de Salamanca, que han tenido que cerrar sus puertas porque sus instalaciones se venden para construir más pisos turísticos.
Un librero de Sevilla, que vivió recientemente el cierre de la emblemática librería Verbo, declara en una conversación con Público que en las ciudades "cada vez hay menos residentes de toda la vida" y, en este sector, "es fundamental que la gente del barrio te responda".
Los tejidos urbanos están rompiéndose. Todos los negocios y comercios se ven forzados a homogeneizarse y concentrarse, cada vez más, en el público turista, olvidándose de los vecinos. En este sentido, "las librerías pueden ser un espacio de resistencia", asegura Pablo Cerezo, que forma parte del personal de la librería Pérgamo, la más antigua de Madrid.
Un negocio ahogado por Amazon y el turismo
Sólo en la ciudad de Sevilla, desde junio hasta el día de hoy, han sido 11 las librerías que han tenido que cerrar sus puertas. El cierre más reciente y sonado fue el de la emblemática librería Verbo, donde cientos de personas al día solían curiosear los libros ubicados en lo que antes eran los asientos del Teatro Imperial. El pasado 19 de febrero, colgó el cartel de liquidación ante su cierre inminente.
Juan, librero en Sevilla desde hace casi 20 años, vivió los comienzos de la librería Verbo y también su fin. Cuenta a Público que ha visto cómo "el turismo ha echado a la gente del centro de Sevilla", lo que ha provocado que "cierre una librería detrás de otra".
"Cada vez hay menos residentes de toda la vida", afirma Juan. Y, en un negocio como una librería, "es fundamental que la gente del barrio te responda". Los turistas, por lo general, no buscan literatura, y menos en un establecimiento de barrio. "Si compran libros, lo hacen en la Casa del Libro", por ser otro modelo de negocio basado en "exponer las novedades, a modo de supermercado". Además, estas superficies "pueden ofrecer obras en más idiomas", respondiendo mejor a las necesidades del público turista.
La llegada de turistas también se refleja en los precios de los alquileres, que "no dejaban de subir y se chupaban gran parte del presupuesto", afirma Juan. Una subida de precios que no solo está echando a la gente del centro de la ciudad, sino que también está haciendo insostenible el poder tener un espacio donde montar un negocio local. "Si no hubiéramos tenido que hacer frente a estos precios del alquiler, las librerías seguramente seguirían abiertas", añade.
Una librería que vivió algo parecido a lo que le ocurrió a la de Salamanca, es una situada en la misma calle que Verbo, que tuvo que convertir en apartamentos turísticos parte de sus instalaciones para sobrevivir. Se trata de un proyecto de rehabilitación de los pisos superiores del edificio de la librería, que seguirá abierta al público en la planta de abajo.
La sociedad de consumo y la necesidad de inmediatez a la hora de adquirir productos también se han apoderado del sector. Afirma el librero que "ahora la gente ya no quiere esperar tres o cuatro días, prefieren tener el ejemplar en su casa al día siguiente", servicio que solo pueden proporcionar las grandes cadenas como Amazon.
La librería más antigua de Madrid sobrevive
Sin embargo, las librerías independientes ofrecen una "experiencia y una comunidad en torno al libro", más allá de lo que supone ir a puntos de venta más comerciales, donde los lectores "simplemente buscan comprar títulos y ya está". Así lo cree Pablo Cerezo, librero de Pérgamo, que fue un reducto rojo en el barrio de Salamanca fundado en 1946.
"La relación con el librero, las relaciones que se forman entre los propios clientes, son aspectos que solo pueden ofrecer este tipo de librerías por su alcance", y es por lo que están apostando los jóvenes libreros que gestionan Pérgamo, la librería más antigua de Madrid que está muy apoyada en su clientela fiel, los vecinos del barrio. "El libro es una muy buena excusa para juntarse con gente, a hablar, a debatir, a pensar", y por ello la librería ofrece experiencias como el vermut literario o presentaciones de libros.
Pérgamo, que ahora vende "más libros que nunca", también tuvo que cerrar sus puertas unos meses en 2021, hasta que un empresario y antiguo cliente de la librería decidió rescatarla. Y es que la capital no ha sido una excepción respecto a los cierres de estos negocios: históricos rincones literarios como Nicolás Moya, que también sobrevivió a la Guerra Civil, pero no a Amazon, colgó el cartel de liquidación en 2019. Áurea Clásicos, la librería de referencia sobre la cultura clásica, cerró sus puertas en 2023; el mismo año que cerró Vitorio, especializada en libros antiguos y abierta desde los años 50.
"Los cambios en los tejidos urbanos están dejando ciudades muy fragmentadas", argumenta Cerezo, "donde la gente no tiene experiencias comunitarias que no pasen necesariamente por consumir o tomarse una cerveza. En este sentido, las librerías pueden ser un espacio de resistencia".
"Una sociedad cada vez más pauperizada y 'low cost'"
Se puede pensar que el problema está en que los libros son caros. Cerezo cree que tiene más que ver con que se está yendo a un modelo de sociedad "cada vez más pauperizada, de low cost, de alto consumismo y de muy baja calidad", en la que "alguien puede pagar 2,5 a un rider para que le lleven la comida a casa". De esta manera, uno puede olvidarse de que el trabajo de esa persona vale mucho más que 2,5 euros, y, en comparación, un libro puede parecer caro.
En este sentido, cuando Cerezo vende un libro, siente que la gente "no solo te está confiando lo que cueste el libro, te está confiando su tiempo". Y eso, afirma, "es un compromiso muy grande en la sociedad de hoy en día". Las lógicas del libro van a contracorriente de los ritmos a los que estamos sometidos en nuestro día a día, en el que cada vez es más difícil escapar de los estímulos y simplemente parar y abrir un libro, porque tal y como lo refleja Cerezo, "el ritmo del libro es pausado. Y la sociedad capitalista no lo es".
También se cree que el cierre de las librerías está más relacionado con la "muerte del libro", pero, según Pablo Cerezo, "la literatura nunca ha sido el fútbol. Nunca ha sido una cosa de masas". Estamos hablando de que la "población alfabetizada no tiene más de un siglo, y nunca ha habido una mayoría de la población que leyese".
Con estas narrativas, afirma el librero madrileño, se está hablando de "un pasado idílico que no existió nunca". Son discursos que, en una supuesta defensa del libro, acaban romantizándolo y "haciendo daño a una librería como sector económico", que tiene que sobrevivir como cualquier otro negocio. "Hay que problematizar el debate y sacar al libro de estas lógicas estrictamente románticas que tenemos del mundo del libro como este ente que está por encima del bien y del mal".
Entender bien las problemáticas a las que se enfrentan los negocios literarios servirá también para que las soluciones ofrecidas por las administraciones públicas sean más adecuadas a su realidad. Muchas de las subvenciones ofrecidas tanto a nivel autonómico como nacional giran en torno a la digitalización de las librerías. Al respecto, Cerezo afirma que no sirve que le den "un ordenador cada seis meses para digitalizarse", ya que le vendría mejor "que hubiese un tope al alquiler, o que estuviese exento de pagar impuestos sobre el alquiler".
El libro no está muerto. El Barómetro de Hábitos de Lectura de 2023 reflejó que los lectores frecuentes, aquellos que leen al menos una vez a la semana, alcanzan el 52%. Pero ahora es más importante que nunca luchar contra las lógicas consumistas que llevan a quererlo todo en un click y acercarse a las librerías de barrio, y evitar así que las ciudades se conviertan en espacios vacíos de cultura y de negocios locales.
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