miércoles, 29 de mayo de 2024

"De vez en cuando perduran esas reseñas de libros traducidos en las que se cuelan frases como «obra traducida por la editorial X» o en las que ni siquiera se menciona que se trata de una traducción"

"La prestigiosa traductora literaria, Premio Nacional a la Obra de un Traductor en 2023, fue protagonista en abril de un encuentro con estudiantes en la Universitat Jaume I de Castelló." Eso dice la bajada de la entrevista de Eric Gras con Celia Filipetto, traductora argentina radicada en España, publicada por El Periódico Mediterráneo, el pasado 19 de mayo. 

"La traducción está en el origen mismo del habla"

Hablar de Celia Filipetto es hacerlo de una de las traductoras más prestigiosas y excelentes del ámbito literario en español. No en vano, el pasado 2023 fue reconocida con el Premio Nacional a la Obra de un Traductor, fruto de los más de 300 títulos publicados bajo su rúbrica a lo largo de las últimas cuatro décadas en las que ha ejercido la traducción literaria. El jurado destacó «la meticulosidad y la búsqueda rigurosa de la palabra precisa», y remarcó «la sutileza de sus traducciones, capaces de moldear la lengua con elegancia para lograr el tono y el ritmo adecuados a cada original».

El pasado 11 de abril, la traductora protagonizó un encuentro en la Universitat Jaume I de Castelló gracias al programa Escritores en las universidades 2024, y por tal motivo aprovechamos la ocasión para entablar con ella una conversación en torno a la traducción, a sus procesos y a su necesaria visibilización en la «industria» del libro, entre otras muchas cosas.

George Steiner decía que traducir es también leer, y que traducir es escribir, como escribir es traducir y leer es traducir. Parece un trabalenguas, pero podría decirse que es acertada tal afirmación, ¿no?
El oficio de traducir supone leer y escribir. Leer en otra lengua y luego escribir eso que has leído en la tuya propia. Ahora bien la traducción está en el origen mismo del habla. En su ensayo Traducción: Literatura y literalidad, Octavio Paz dijo: «Aprender a hablar es aprender a traducir; cuando el niño pregunta a su madre por el significado de esta o aquella palabra, lo que realmente pide es que traduzca a su lenguaje el término desconocido. La traducción dentro de una lengua no es, en este sentido, esencialmente distinta a la traducción entre dos lenguas, y la historia de todos los pueblos repite la experiencia infantil: incluso la tribu más aislada tiene que enfrentarse, en un momento o en otro, al lenguaje de un pueblo extraño».

La traducción conlleva cierta alteración del relato original. Sin embargo, la idea es intentar mantenerse fiel al sentido y significado. Imagino que ya habrás respondido a esta pregunta cientos de veces: ¿cuál dirías que es la traducción perfecta, si es que existe tal cosa?
Las traducciones son perfectibles. En cierto modo no se terminan sino que se entregan porque hay un plazo. Además, el tiempo y la práctica influyen en la manera de traducir. La experiencia acumulada nos permite a los traductores mejorar. En cuanto a la traducción perfecta y a la idea de perfección, permíteme que te cite el aforismo de Jorge Wagensberg: la perfección existe porque es imaginable, pero no es perfecta porque es inalcanzable.

Teniendo en cuenta aquello de traduttore, traditore... ¿Qué prima más, la fidelidad absoluta al texto o sacrificar algo la literalidad para ganar en la percepción expresiva, en la riqueza expresiva del texto?
Cuando traen a colación la famosa frase me acuerdo siempre de un texto de Borges de 1926. Dijo entonces Borges que, al parecer, cualquier texto original es incorregible de puro bueno y que los traductores somos unos chapuceros irreparables, padres del frangollo y de la mentira. Que se nos infiere esa sentencia italiana y que ese chiste basta para condenarnos. Y dijo, además, que sospechaba que la observación no asesoraba ese juicio condenatorio y que los opinadores menudeaban esa sentencia por otras causas. Porque era fácil de memorizar; porque los pensamientos o seudopensamientos dichos en forma de retruécano parecen recomendados por el idioma; porque existe la cómoda costumbre de alacranear; porque existe la tentación de ponerse un poco de ingenio. En cuanto al debate entre traducción literal y traducción libre, Peter Newmark lo resumió muy bien: la traducción debe ser tan libre como haga falta y tan literal como sea posible. El secreto de toda receta está en las dosis y los detalles.

Muchas veces se ha definido la tarea, la labor, el oficio del traductor o traductora como un ejercicio de inmersión total (a nivel lingüístico e histórico, cultural…). El vuestro es un trabajo de exploración, indagación, averiguación y búsqueda, ¿o me equivoco?
Imaginemos un reloj mecánico. Quitémosle la tapa como hace el artesano relojero, en su interior aparecen las piezas con sus distintas formas, tamaños y funciones. Pues bien, a veces me veo frente al texto como ese artesano relojero, abro la tapa del libro y se me presenta el texto, con su estilo, su estructura, su sintaxis, sus figuras del lenguaje, sus funciones, su tono, su cadencia y cuanto subyace en el idioma de partida, es decir, la cultura, las referencias históricas, literarias, jergales… Y en efecto, exploro, indago, averiguo y busco para construir las nuevas piezas en mi idioma y volver a montarlas en otro libro, igual al libro original pero distinto.

Me sirvo ahora de César Aira, quien aseguraba que «a un traductor se le están planteando todo el tiempo los pequeños grandes problemas de la microscopía de la escritura», para preguntarte por la relevancia y estatus del traductor dentro del ámbito literario. ¿Seguís siendo invisibles para la gran mayoría o crees que poco a poco vuestra figura es reconocida?
En el ámbito literario fuimos, hemos sido y seremos los últimos, auténticos caballeros andantes de la literatura. La frase la he tomado del libro I ferri del mestiere [Las herramientas del oficio] de Fruttero y Lucentini. En cuanto a la visibilidad estamos bastante mejor que hace cuarenta años cuando empecé a traducir para el sector editorial. Abundan cada vez más los libros en los que los traductores aparecemos no solo con nuestro nombre en la cubierta sino también en los prólogos o en las notas que preceden algunos de nuestros trabajos. Existen numerosos premios a la traducción que nos ponen bajo los focos. Con eso y con todo, de vez en cuando perduran esas reseñas de libros traducidos en las que se cuelan frases como «obra traducida por la editorial X» o en las que ni siquiera se menciona que se trata de una traducción. Debemos seguir insistiendo a título individual y a través de nuestras asociaciones profesionales para mejorar las condiciones de trabajo y el reconocimiento de nuestra labor.

Traduces del inglés, el italiano y el catalán. Aunque cada trabajo de traducción responde a unos motivos y maneras de abordarlo diferentes, ¿existe en tu quehacer profesional alguna regla de oro? ¿Y cómo te organizas, cuáles son los pasos que sueles seguir?
Como todos los traductores editoriales, tengo una metodología de trabajo, pero dudo que exista una regla de oro. Si la hay, me gustaría conocerla. Los pasos que sigo dependen del tipo de libro y del plazo. Antes de empezar, procuro leer alguna otra obra del autor y busco en internet material de apoyo como comentarios, análisis, entrevistas. A veces leo y anoto la obra antes de empezar a traducir; otras, leo los primeros capítulos y me pongo a escribir el borrador. Resuelvo las dudas y los problemas de traducción a medida que se presentan. A diario repaso el texto elaborado el día anterior y lo cotejo con el original. Cuando termino el borrador, hago una segunda lectura y cotejo con el original solo cuando se me atraganta alguna frase o no acabo de entenderla cabalmente; si el plazo lo permite, dejo reposar el texto unos días y hago una tercera lectura.

Has traducido a un listado de autores y autoras impresionante. En tu web citas a Colin Barrett, Gilbert K. Chesterton, Carlo Collodi, David Constantine, Elena Ferrante, Natalia Ginzburg, Ring Lardner, Jhumpa Lahiri, Nicolás Maquiavelo, Flannery O’Connor, Seumas O’Kelly, Dorothy Parker, Cesare Pavese, Luigi Pirandello, Donal Ryan, Domenico Starnone, Robert L. Stevenson, James Thurber y Mark Twain. ¿Alguna predilección?
Todos los autores que he traducido me han enseñado mucho, con ellos he aprendido a traducir cada vez mejor. Predilectos, todos. Pero aprovecho la ocasión para recomendar a los lectores de Mediterráneo el último libro que traduje. Se trata de Las propiedades de la sed, de la novelista estadounidense Marianne Wiggins, editado por Libros del Asteroide. Es una lectura altamente recomendable.

El traductor o traductora es, o puede ser también, un descubridor, ¿no es así? Quiero decir que, en ocasiones, sois vosotros los que hacéis de scouts literarios para las editoriales y, por ende, para los lectores.
Muchos de mis colegas, tanto aquí, como en el extranjero, desempeñan a veces el papel de descubridores. En mi caso, he trabajado siempre por encargo. Traducir me lleva muchas horas, apenas me queda tiempo para leer otros libros que me interesan y mantenerme mínimamente al día con la lectura de otras traducciones, que me permiten aprender de mis compañeros de fatigas.

Para finalizar, y contextualizar esta entrevista, participaste el pasado 11 de abril en el programa Escritores en las universidades 2024 con una charla/encuentro en la Universitat Jaume I de Castelló. Hablaste de Dorothy Parker. ¿Qué opinión te merecen este tipo de iniciativas? ¿Crees que es un modo acertado de acercar la traducción a estudiantes y personas interesadas en la literatura?
En el marco del programa Escritores en las universidades 2024, una iniciativa de la Asociación Colegial de Escritores y las universidades, visité como dices, el 11 de abril pasado, el club de lectura organizado por el profesor Josep Marco, del Departamento de Traducción y Comunicación de la Universitat Jaume I de Castelló. En esa ocasión hablé de algunos de los cuentos de Dorothy Parker que traduje para Lumen. Estuve en clubes de lectura organizados por librerías de Barcelona, como Casa Usher, Documenta, o en colegios como el Orlandai, pero nunca había estado en uno formado por estudiantes de traducción. Encontrarme frente a frente con los lectores de mis traducciones es un buen banco de prueba para mí. Me permite conocer sus reacciones y comentarios y explicarles con ejemplos prácticos las dificultades y las soluciones que he encontrado y compararlas luego con la versión publicada. Desde luego es un modo acertado de acercar la traducción editorial a los lectores.


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