Con la firma de Brisa Bujakievich, InfoBAE publicó ayer una nota que muestra un informe de la Universidad de Cambridge sobre la inquietud de los escritores por el avance de la Inteligencia artificial. En la bajada se lee: "El documento académico advierte sobre transformaciones profundas en el oficio narrativo y expone la inquietud creciente entre autores frente al uso masivo de tecnología en la producción cultural".
La declaración de una autora, incluida en el informe, resume la sensación generalizada: “Estas compañías tomaron nuestra creatividad para crear productos que directamente compiten con nuestro trabajo. Es un doble abuso.”
Las herramientas generativas se posicionan rápidamente en el mercado literario. Sistemas como ChatGPT, Sudowrite y Novelcrafter pueden asistir con tareas que abarcan desde la edición hasta la creación integral de obras. No solo generan borradores, sino que también permiten publicar libros enteros, impactando las dinámicas tradicionales de edición y publicación.
El informe refleja, además, el surgimiento de un “mercado de dos niveles”: por un lado, la ficción literaria de alta gama subsiste como bien exclusivo, similar al fenómeno de los vinilos en la música; por otro, el grueso de la producción textual —incluyendo redacción publicitaria o traducción— se erosiona frente a sistemas automáticos. Profundizando el cambio, locutores de audiolibros reportan la clonación de sus voces mediante síntesis artificial.
Más allá del aspecto económico, los escritores encuestados destacan una pérdida de humanidad en los textos generados por IA. Explican que la prosa automatizada imita el estilo, pero carece de profundidad emocional y autenticidad. Un experimento citado en el informe revela que incluso escritores experimentados se vieron engañados por fragmentos creados por inteligencia artificial.
El documento advierte que los textos producidos por estos modelos tienden hacia la repetitividad y la falta de originalidad, ya que los algoritmos refuerzan patrones estadísticos promedio. Los novelistas detectaron palabras recurrentes típicas de la IA, cuyos usos alertan sobre su origen mecánico.
El estudio, aunque centrado en el Reino Unido, subraya que el problema se extiende globalmente. Especialistas consideran que la comunidad literaria enfrenta una amenaza sin fronteras. El marco legal vigente no responde adecuadamente a las nuevas formas de explotación masiva de contenidos. Las regulaciones actuales, según investigadores, favorecen a las grandes compañías tecnológicas frente a los derechos de autor individuales.
La investigación plantea la necesidad de reformular las reglas sobre derechos de autor. Actualmente, el modelo de “opt-out” permite que las firmas tecnológicas utilicen textos sin supervisión, salvo expresa oposición de los autores. La responsabilidad de frenar el uso y la copia recae injustamente en los creadores, lo que conduce a un desequilibrio sistémico.
Clementine Collett, investigadora principal del Minderoo Centre, considera imprescindible una revisión de la ley: “Los novelistas exigen políticas y normativas que obliguen a las empresas de IA a revelar información sobre sus fuentes de entrenamiento, lo que facilitaría la aplicación de la ley de derechos de autor”. Además, insiste en que los escritores deben recibir compensación y tener la opción de otorgar o rechazar permisos para el uso de su obra.
El informe concluye que la supervivencia de la literatura depende de la protección activa de los creadores y el fomento de editores independientes. Mientras tanto, la incertidumbre crece respecto a si los gobiernos responderán a este llamado o permitirán la progresiva automatización de uno de los oficios más característicos de la humanidad.
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