martes, 27 de agosto de 2019

En realidad, todo esto me sagrapa el calimestrol


El pasado 3 de agosto, en el diario La Nación, de Buenos Aires, Josefina Vaquero publicó la siguiente nota, donde se da cuenta de los dichos de Cristina Kirchner durante diversos actos de campaña previos a las PASO. Por distintas razones, en cada uno de ellos desenterró de la noche de los tiempos expresiones propias de su generación que, por su uso claramente popular, llamaron la atención de la prensa bisoña.
Pindonga, Cuchuflito y Cadorna.
Cuando la lengua informal 
se mete en la campaña

El tema está desde hace algunos días en boca de todos. La semana pasada, durante la presentación en Mar del Plata de su libro, Sinceramente, la expresidenta Cristina Kirchner utilizó las palabras “pindonga” y “cuchuflito” para referirse a las segundas marcas que aparecen en los supermercados y, según presumió, en las casas particulares, a raíz de la crisis de consumo: “Durante nuestra gestión, los supermercados rebosaban de mercaderías de primera marca –señaló–. Ahora aparecen y proliferan marcas que nadie conoce: La Pindonga, El Cuchuflito. Hasta te venden productos que dicen, en lugar de leche, producto lácteo que contiene leche”.

Hay que decir que no fue del todo original. Diez años atrás, unos meses antes de asumir el poder, el expresidente uruguayo José “Pepe” Mujica, durante un acto de campaña, dijo: “No den pelota a los que dicen: 'Qué horrible que está el mundo' y que estamos poco menos que postrados. ¡Pindonga!”.
Casi nada es casual en los discursos políticos. Buscar informalidad y empatía con una audiencia muy amplia, con palabras que en el curso del tiempo cobran sentidos cambiantes, tiene también su precio
Para el escritor y crítico literario Martín Kohan, “no es nada sorpresivo ni inusual el uso de estas palabras. Hay toda una tradición de campechanía en el discurso político, a veces con giros populares o, como en este caso, un juego con palabras anacrónicas, muy de otra época. Podemos considerar si acierta o no el gesto y el tono. Un ejemplo de torpeza sería el de Sergio Massa tragándose las eses a propósito; no terminó de constituirse y ya estaba siendo parodiado”.
Lo que es seguro es que toda ocasión puede transformarse en una buena excusa para echar mano de aquellos viejos y olvidados amigos, los diccionarios. El Inventario general de insultos, del español Pancracio Celdrán, define “pindonga” junto a “pingo” y “pingajo”. De uso figurado, viene del verbo latino de segunda conjugación pendeo, pendespendere: colgar, estar colgado del aire, estar pendiente. También: depender de–, pender. Estar indeciso, dudoso, vacilar, ser incierto. De ahí “mujer callejera”, de vida “alocada”, algo que, claro, se consideraba propio de hombres y no de mujeres. Celdrán ejemplifica con un fragmento de Leandro Fernández de Moratín, en su traducción de La escuela de los maridos, de Molière: “Pero ¿cuál es más admirable, el descaro de la pindonga o la frescura de este insensato?”. Y la escritora gallega Emilia Pardo Bazán escribe en su novela Insolación: “¿Hase visto hato de pindongas...? ¡No dejarán comer en paz a las personas decentes...!”. Se usa también para expresar negativa absoluta, como decir “¡Ni medio!” –este sería el uso de Mujica–, y de ahí viene también “pindonguear”: deambular ocioso, callejear sin rumbo ni propósito.

Oscar Conde, autor del Diccionario etimológico del lunfardo, define su uso porteño: “'Pindonga' en la década del 60 designaba al pene y era bastante grosera. Pero luego se suavizó y existe en la expresión '¡la pindonga!', que expresa admiración o asombro. La unión con el sustantivo marca es bastante habitual, en alusión a un producto de mala calidad. Como también usamos así otros lunfardismos que designan al pene: 'verga', 'garcha' o 'garompa'“.

El Diccionario de la lengua de la Argentina de la Academia Argentina de Letras define a “cuchuflito” como “objeto o parte de un objeto de pequeño tamaño, cuyo nombre se desconoce”, y ejemplifica: “Se me rompió el cuchuflito donde va la manguera del retorno en el radiador”. El “cuchuflito” es lo que todos buscamos en la ferretería. Fue también el nombre de un personaje interpretado por el actor Juan Díaz, un muñeco en el Telecómicos del humorista Aldo Cammarotta a comienzos de la década del 60. “A partir de allí entró al lunfardo como sustantivo para designar a una persona de aspecto débil, muy flaca, y con el tiempo comenzó a aplicarse a personas o cosas insignificantes”, agrega Conde. El uso de ambas ha ido cambiando a lo largo de los años y su semántica se ha suavizado. En su origen resuenan los órganos sexuales: “'Cuchuflito' se parece mucho a 'cachufla', 'cachufleta', 'cuchufla' y 'cuchufleta', modos de llamar al órgano genital femenino. El sentido de 'pindonga' nace del cruce entre la voz española 'pindonga' (prostituta) y el lunfardo 'poronga'“, explica.

La causa de la elección que CFK hizo de dos términos anacrónicos puede ser muy simple: una cuestión generacional. Leonor Acuña, especialista en Historia de la Lengua (UBA), señala que se trata de dos palabras que se cargan de significado dependiendo del contexto en que se utilicen. “Yo uso 'pindonga' y uso 'cuchuflito', y tengo la misma edad de Cristina”. Matías Soich, doctor en Lingüística y licenciado en Filosofía (UBA), señala que ambas palabras forman parte de un cronolecto, una variable lingüística asociada a cierta edad. Y agrega que si bien es claro que la presentación de Sinceramente constituye un acto político, se trata de una situación comunicativa en que se mezclan el registro formal y el informal. “Dijo también 'un cacho de pan' o 'estar para atriqui'. Las palabras tienen diferentes matices y con ellas se intenta mitigar o, en este caso, no mencionar una marca concreta. Se generaliza y se enfatiza la menor calidad de los productos de esas marcas, con el diminutivo o con el sufijo –onga, que puede tener un valor peyorativo o afectivo. Es parte de una estrategia discursiva”. Santiago Kalinowski, lingüista y lexicógrafo, destaca la sonoridad expresiva de los términos y su característica enfática y eufemística. “'Pindonga' es fuerte porque remite al pene, pero sería intercambiable con 'pirulo' y ya se entiende la idea de algo indeterminado”.

Algunos días después, durante un acto en Mendoza, la expresidenta sumó “Cadorna” a la lista, justamente porque su hijo Máximo Kirchner le dijo que ese término era más actual. Según el Diccionario de la lengua de la Argentina, “Cadorna” viene del general italiano Luigi Cadorna, “personaje con el que se alude a una persona indeterminada, por lo común con el propósito de realzar la imposibilidad de un hecho”. Para Conde, estos sustantivos están presentes en el habla de los argentinos aún hoy, pero en personas de mediana edad para arriba. “La variante que fracasa casi siempre es cuando los políticos pretenden actuar el discurso de los jóvenes”, suma Kohan, “cada vez que alguno dice 'como dicen los chicos ahora' usan a continuación una frase que hace veinte años que no se usa más. En el caso de Cristina, el gesto fue doble: un registro más informal, popular, pero también anacrónico. Me parece que eso fue buscado, no quiso decir algo actual y se le escaparon dos términos de 1950. El registro que a ella no le sale es el del humor, entonces si hubo un paso en falso es el del propósito de la comicidad, y no el de la improvisación. Cuando improvisa, es sólida, pero pisa en falso cuando quiere ser cómica: hay gente que tiene gracia y gente que no. Ella lo que tiene es una ironía inteligente, por lo tanto despectiva, que irrita”. Y aclara: “La ironía no es necesariamente del orden de la complejidad, pero pone en juego dos registros: interpela al interlocutor en un gesto de entendimiento, y él puede entrar en ese pacto o puede decir: '¿Y esta quién se cree que es?'”.

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