El pasado 3 de agosto, en el diario La Nación, de Buenos Aires, Josefina Vaquero publicó la siguiente
nota, donde se da cuenta de los dichos de Cristina Kirchner durante diversos
actos de campaña previos a las PASO. Por distintas razones, en cada uno de
ellos desenterró de la noche de los tiempos expresiones propias de su
generación que, por su uso claramente popular, llamaron la atención de la
prensa bisoña.
Pindonga, Cuchuflito y Cadorna.
Cuando la lengua informal
se mete en la campaña
se mete en la campaña
El tema está desde hace algunos días en boca de todos.
La semana pasada, durante la presentación en Mar del Plata de su libro, Sinceramente, la expresidenta Cristina Kirchner utilizó
las palabras “pindonga” y “cuchuflito” para referirse a las
segundas marcas que aparecen en los supermercados y, según presumió, en las
casas particulares, a raíz de la crisis de consumo: “Durante nuestra gestión,
los supermercados rebosaban de mercaderías de primera marca –señaló–. Ahora
aparecen y proliferan marcas que nadie conoce: La Pindonga, El Cuchuflito.
Hasta te venden productos que dicen, en lugar de leche, producto lácteo que
contiene leche”.
Hay que decir que no fue del todo original.
Diez años atrás, unos meses antes de asumir el poder, el expresidente uruguayo
José “Pepe” Mujica, durante un acto de campaña, dijo: “No den pelota a los que
dicen: 'Qué horrible que está el mundo' y que estamos poco menos que postrados.
¡Pindonga!”.
Casi nada es casual en los discursos
políticos. Buscar informalidad y empatía con una audiencia muy amplia, con
palabras que en el curso del tiempo cobran sentidos cambiantes, tiene también
su precio
Para el escritor y crítico literario Martín Kohan, “no
es nada sorpresivo ni inusual el uso de estas palabras. Hay toda una tradición
de campechanía en el discurso político, a veces con giros populares o, como en
este caso, un juego con palabras anacrónicas, muy de otra época. Podemos
considerar si acierta o no el gesto y el tono. Un ejemplo de torpeza sería el
de Sergio Massa tragándose las eses a propósito; no terminó de constituirse y
ya estaba siendo parodiado”.
Lo
que es seguro es que toda ocasión puede transformarse en una buena excusa para
echar mano de aquellos viejos y olvidados amigos, los diccionarios. El Inventario general de insultos, del español
Pancracio Celdrán, define “pindonga” junto a “pingo” y “pingajo”. De uso
figurado, viene del verbo latino de segunda conjugación pendeo, pendes, pendere: colgar, estar colgado del aire, estar
pendiente. También: depender de–, pender. Estar indeciso, dudoso, vacilar, ser
incierto. De ahí “mujer callejera”, de vida “alocada”, algo que, claro, se
consideraba propio de hombres y no de mujeres. Celdrán ejemplifica con un
fragmento de Leandro Fernández de Moratín, en su traducción de La escuela de los maridos, de Molière: “Pero ¿cuál es
más admirable, el descaro de la pindonga o la frescura de este insensato?”. Y
la escritora gallega Emilia Pardo Bazán escribe en su novela Insolación: “¿Hase visto hato de pindongas...? ¡No
dejarán comer en paz a las personas decentes...!”. Se usa también para expresar
negativa absoluta, como decir “¡Ni medio!” –este sería el uso de Mujica–, y de
ahí viene también “pindonguear”: deambular ocioso, callejear sin rumbo ni
propósito.
Oscar
Conde, autor del Diccionario etimológico del lunfardo, define su uso
porteño: “'Pindonga' en la década del 60 designaba al pene y era bastante
grosera. Pero luego se suavizó y existe en la expresión '¡la pindonga!', que
expresa admiración o asombro. La unión con el sustantivo marca es bastante
habitual, en alusión a un producto de mala calidad. Como también usamos así
otros lunfardismos que designan al pene: 'verga', 'garcha' o 'garompa'“.
El Diccionario de la lengua
de la Argentina de la Academia Argentina de Letras define a “cuchuflito”
como “objeto o parte de un objeto de pequeño tamaño, cuyo nombre se desconoce”,
y ejemplifica: “Se me rompió el cuchuflito donde va la manguera del retorno en
el radiador”. El “cuchuflito” es lo que todos buscamos en la ferretería. Fue
también el nombre de un personaje interpretado por el actor Juan Díaz, un
muñeco en el Telecómicos del humorista Aldo Cammarotta a
comienzos de la década del 60. “A partir de allí entró al lunfardo como
sustantivo para designar a una persona de aspecto débil, muy flaca, y con el
tiempo comenzó a aplicarse a personas o cosas insignificantes”, agrega Conde.
El uso de ambas ha ido cambiando a lo largo de los años y su semántica se ha
suavizado. En su origen resuenan los órganos sexuales: “'Cuchuflito' se parece
mucho a 'cachufla', 'cachufleta', 'cuchufla' y 'cuchufleta', modos de llamar al
órgano genital femenino. El sentido de 'pindonga' nace del cruce entre la voz
española 'pindonga' (prostituta) y el lunfardo 'poronga'“, explica.
La
causa de la elección que CFK hizo de dos términos anacrónicos puede ser muy simple:
una cuestión generacional. Leonor Acuña, especialista en Historia de la Lengua
(UBA), señala que se trata de dos palabras que se cargan de significado
dependiendo del contexto en que se utilicen. “Yo uso 'pindonga' y uso
'cuchuflito', y tengo la misma edad de Cristina”. Matías Soich, doctor en
Lingüística y licenciado en Filosofía (UBA), señala que ambas palabras forman
parte de un cronolecto, una variable lingüística asociada a cierta edad. Y
agrega que si bien es claro que la presentación de Sinceramente constituye un acto
político, se trata de una situación comunicativa en que se mezclan el registro
formal y el informal. “Dijo también 'un cacho de pan' o 'estar para atriqui'.
Las palabras tienen diferentes matices y con ellas se intenta mitigar o, en
este caso, no mencionar una marca concreta. Se generaliza y se enfatiza la
menor calidad de los productos de esas marcas, con el diminutivo o con el
sufijo –onga, que puede tener un valor peyorativo o afectivo. Es parte de una
estrategia discursiva”. Santiago Kalinowski, lingüista y lexicógrafo, destaca
la sonoridad expresiva de los términos y su característica enfática y
eufemística. “'Pindonga' es fuerte porque remite al pene, pero sería
intercambiable con 'pirulo' y ya se entiende la idea de algo indeterminado”.
Algunos
días después, durante un acto en Mendoza, la expresidenta sumó “Cadorna” a la
lista, justamente porque su hijo Máximo Kirchner le dijo que ese término era
más actual. Según el Diccionario de la lengua de la Argentina, “Cadorna”
viene del general italiano Luigi Cadorna, “personaje con el que se alude a una
persona indeterminada, por lo común con el propósito de realzar la imposibilidad
de un hecho”. Para Conde, estos sustantivos están presentes en el habla de los
argentinos aún hoy, pero en personas de mediana edad para arriba. “La variante
que fracasa casi siempre es cuando los políticos pretenden actuar el discurso
de los jóvenes”, suma Kohan, “cada vez que alguno dice 'como dicen los chicos
ahora' usan a continuación una frase que hace veinte años que no se usa más. En
el caso de Cristina, el gesto fue doble: un registro más informal, popular,
pero también anacrónico. Me parece que eso fue buscado, no quiso decir algo
actual y se le escaparon dos términos de 1950. El registro que a ella no le
sale es el del humor, entonces si hubo un paso en falso es el del propósito de
la comicidad, y no el de la improvisación. Cuando improvisa, es sólida, pero
pisa en falso cuando quiere ser cómica: hay gente que tiene gracia y gente que
no. Ella lo que tiene es una ironía inteligente, por lo tanto despectiva, que
irrita”. Y aclara: “La ironía no es necesariamente del orden de la complejidad,
pero pone en juego dos registros: interpela al interlocutor en un gesto de
entendimiento, y él puede entrar en ese pacto o puede decir: '¿Y esta quién se
cree que es?'”.
No hay comentarios:
Publicar un comentario