lunes, 12 de agosto de 2024
Los porcentajes no son inamovibles
viernes, 9 de agosto de 2024
Menos diversidad y menos pluralidad
jueves, 8 de agosto de 2024
El estado del castellano en Alemania
miércoles, 7 de agosto de 2024
"Los actuales métodos de control y censura literarias se ejercen invariablemente en el nombre de la libertad"
La siguiente, es una columna publicada el pasado 6 de agosto por el escritor, traductor y editor mexicano Eduardo Rabasa (foto), en el diario Milenio, de su país. Apunta a uno de los flagelos de nuestro tiempo, que alcanza todas las distintas alternativas del mundo de la cultura. De ahí a que, pese a no estar centrada en la traducción, se reproduzca a continuación.
La policía discursiva
El año pasado un amigo que es un reconocido novelista publicó una novela que transcurre en un país que no es el suyo, al que sin embargo ha viajado más de 60 veces, precisamente como parte del proceso de preparación para escribir la novela. Si bien el personaje principal guarda correspondencia con el autor en cuanto a nacionalidad, género y grupo étnico, existe un personaje secundario, que para los lectores quizá sea el más fascinante de la novela, que es una chica joven, originaria del país donde transcurre la historia, que pertenece obviamente a un género y grupo étnico distintos de los del autor.
En una reseña en el New York Times, una también reconocida novelista, al reseñar la novela en cuestión, se preguntaba si el autor tenía derecho de escribir el personaje de la chica, y un poco la novela como tal, por todas las diferencias identitarias que separan al escritor del personaje, así como por situar la historia en un país y un entorno radicalmente distinto del de su vida real. Y en un acto de generosidad, tras reflexionarlo terminaba por expedirle el permiso para escribir la novela (que obviamente ya estaba escrita y publicada), e invitaba a los lectores a juzgar por sí mismos si en efecto tendría o no el derecho de enunciación de escribir una novela tal.
De aquí se desprenden varias cuestiones interesantes. En primer lugar, de manera un tanto borgesiana, podríamos imaginar una metarreseña de la reseña, preguntándose si la novelista que la escribe, que tampoco pertenece ni al país ni al grupo identitario en cuestión, tiene a su vez derecho a cuestionar el derecho de escribir la novela. O, dicho de otro modo, ¿quién expide en la actualidad las credenciales que determinan los límites a los que se le permite llegar a la imaginación al momento de situarse narrativamente en el lugar de alguien más que no sea exactamente igual a quien escribe?
Pues como estableció ya desde 1970 Michel Foucault en su conferencia inaugural de la cátedra de historia de los sistemas de pensamiento en el Collège de France, publicada en español en el libro El orden del discurso, ya desde entonces existía una “policía discursiva”, que justamente entre varias cosas vigilaba la correspondencia entre “el orden del discurso literario” y el autor, a quien “se le pide que revele, o al menos que manifieste ante él, el sentido oculto que lo recorre; se le pide que lo articule, con su vida personal y con sus experiencias vividas, con la historia real que lo vio nacer”. Así, mediante un meticuloso análisis de los distintos “procedimientos de sumisión del discurso”, Foucault considera que mediante diversos métodos de control se impone una doctrina literaria, anticipándose por cincuenta años a muchas de las actuales tendencias de limitación del campo literario y homogeneización de una parte considerable de su producción.
Parecería entonces que hoy todos los caminos conducen ya sea a la literatura del yo (pues si se escribe sobre uno mismo no hay peligro de estar hablando indebidamente a nombre de nadie más), o a aquella que se ocupa de las grandes tragedias sociopolíticas de nuestros tiempos, donde el apabullante peso de la realidad sofoca cualquier desvarío imaginativo mediante el cual quien escribe pudiera extralimitarse sobre aquello que le corresponde abordar en su literatura. Y lo que no deja de ser paradójico de los actuales métodos de control y censura literarias es que se ejercen invariablemente en el nombre de la libertad, y de estar velando por los derechos de alguien que tampoco parecería en ningún momento haberle otorgado su derecho de representación a nadie más.
martes, 6 de agosto de 2024
Leer esto da cringe
lunes, 5 de agosto de 2024
Neo-nazis queman una biblioteca en Liverpool
Saqueos en tiendas, incendio de una biblioteca y temores de un padre por los niños, mientras los disturbios sacuden las calles de la ciudad
El caos comenzó cuando la gente empezó a reunirse cerca de la mezquita de County Road en la calle Walton alrededor de las 20:30 horas. Los canales de redes sociales de extrema derecha habían pedido que la gente se reuniera allí durante la noche.
La policía se apresuró a levantar un muro de agentes con equipo antidisturbios para proteger el edificio de los enmascarados que empezaron a atacar violentamente a la policía. Pronto se lanzaron ladrillos y piedras a los agentes, mientras se desplegaban más de 15 furgonetas antidisturbios en el lugar de los hechos, procedentes de varias fuerzas policiales, incluida la policía de Lancashire y del norte de Gales. Después de una hora, la gente empezó a abrirse paso alrededor de la barricada policial, y un gran grupo atacó a la policía cerca de una sucursal de KFC.
Mientras se seguían lanzando ladrillos a los agentes que portaban escudos antidisturbios, se pasaban fuegos artificiales entre la gente, que los disparaba hacia la policía mientras que, con regularidad, se prendía fuego a los contenedores en un aparente intento de bloquear la carretera. La policía hizo retroceder a los alborotadores, que, en un momento dado, se abalanzaron sobre ellos, y los agentes se vieron obligados a retroceder cuando los manifestantes empezaron a usar fuegos artificiales más grandes.
Los alborotadores enmascarados fueron acorralados en Home Bargains, donde dirigieron sus mirada hacia los negocios locales. Primero fue una tienda, donde un padre, desde una ventana, suplicó a los saqueadores que no incendiaran el edificio porque los niños estaban arriba, y luego la Biblioteca y Centro Comunitario Spellow, donde se rompieron cristales y rápidamente se produjo un incendio. Las llamas fueron visibles dentro del edificio en cuestión de minutos.
Se colocaron cinco contenedores comunitarios en el suelo y se les prendió fuego, y a medida que el fuego en la biblioteca crecía, la policía hizo retroceder a los alborotadores; varios de ellos procedieron a seguir saqueando las tiendas locales. Cuando el Servicio de Bomberos y Rescate de Merseyside reapareció en el lugar, la policía se vio obligada a utilizar cuatro furgonetas antidisturbios y se dirigió hacia la multitud para dispersarla antes de que la policía, armada con escudos antidisturbios, corriera hacia ellos y los empujara más allá del cruce de Hale Road. En ese momento, el reloj ya había marcado las 23.35 horas.
Usando un cartel arrancado del suelo fuera de Home Bargains, los saqueadores levantaron las persianas antes de robar alcohol, cigarrillos y cigarrillos electrónicos, y los repartieron entre ellos.