El pasado 8 de agosto, Lara Gómez Ruiz firmó un artículo en La Vanguardia, de Barcelona, que habla de lo que nadie quiere hablar: cuánto ganan los escritores. En la bajada se lee: "Cada vez son más los que se interesan por fórmulas editoriales alternativas".
Un cambio en la relación entre sellos y escritores
Los autores han dicho basta. No son la mayoría, pero los que están movilizados alzan la voz, cansados de que las editoriales impongan sus condiciones. Saben que se trata de un negocio, pero gran parte de las frustraciones vienen por las dificultades para llegar a fin de mes y la imposibilidad, en un gran porcentaje, de poder vivir de las letras. Recuerdan que, sin obra, no hay ganancias y lo hacen de distintas formas. Los pequeños alzan la voz; los grandes, como el superventas Joël Dicker, prefieren tomar el control por su cuenta y fundan sus propias editoriales. ¿Empieza la revolución?
Manuel Rico, presidente de la Asociación Colegial de Escritores (ACE), afirma que “la relación entre sellos y escritores está cambiando y cada vez son más los interesados en conocer sus cifras. Muchos ya no se fían de lo que les dicen. Quieren verlo con sus propios ojos”. Esa misma entidad desveló en 2019 que un 77,2% de autores tienen ingresos inferiores a 1.000 euros anuales por derechos de autor y explica que, sobre el precio de venta de un libro, un escritor suele llevarse entre el 10 y el 12%. En contadas ocasiones, puede alcanzar el 15. Si un ejemplar cuesta 20 euros, por norma general, un 30% se lo lleva el editor, otro 30% el distribuidor, un 30% el librero y, el resto, el escritor, que deberá descontar el IVA y el porcentaje que se lleva el agente literario, que acostumbra a ser de un 1%, en el caso de tenerlo . “No se lleva ni dos euros por libro vendido”, lamenta Rico.
Con este escenario como telón de fondo, que se repite en múltiples países y no solo en España, nació en marzo en EE.UU.Authors Equity , una nueva editorial que promete al autor “la mayor parte” de los beneficios, entre el 60 y el 70 por ciento, según confirmaron al Wall Street Journal “personas familiarizadas con el pago de royalties”. James Clear, autor de Hábitos atómicos (2018), es el primer escritor anunciado. “Es más beneficioso que las tradicionales y tiene mejor distribución que la autoedición. Está financiada mayoritariamente por autores, además de centrarse en ellos”, resumió a The New York Times.
Núria Tey, ex directora editorial de Penguin, recuerda que “se trata de un modelo de negocio que, si bien no es nuevo, es inusual”, por lo que “es normal que se nutra al principio de voces consagradas, aunque se espere que lo termine haciendo también con caras nuevas”. La editora añade que, “si se está tomando más en serio esta propuesta ahora, es porque Simon & Schuster está detrás”, distribuyendo los libros y proporcionando apoyo a la producción de algunos títulos, y porque “hay grandes nombres detrás que lo avalan”. Se refiere a Madeline McIntosh, ex directora ejecutiva de Penguin; Don Weisberg, ex director ejecutivo de Macmillan; y Nina von Moltke, ex presidenta de desarrollo estratégico de Penguin. “Son gente que lleva años y que parecen querer buscar otras formas de proceder distintas, pero no por ello mejores. Simplemente, distintas. Entre otras cosas, deja sin anticipo”.
Este adelanto acostumbra a moverse entre los 800 y los 4.000 euros. Son muy pocos los autores que reciben cifras millonarias. “El anticipo, por simbólico que sea, es algo fijo. El autor invierte dos años, a veces más, en la escritura. No cobra nada en ese tiempo. Con este modelo, el editor lo publica y tampoco le adelanta nada, ya que tiene que esperar a ver si vende o no. Si lo logra, gana más, pero no tiene nada asegurado. Es un éxito centrado en el autor ”, apunta Maribel Luque, directora literaria de la agencia literaria Carmen Balcells, que no descarta que esta política de remuneración llegue pronto a España. Anna Soler-Pont, de Pontas Agency, también lo cree así, y advierte que “si vas al 50% o más, el autor tendrá que asumir más, porque ya no es solo un autor, sino que pasa a formar parte del negocio. Es muy lícito, pero no todo el mundo tiene claro lo que conlleva”.
La agente María Cardona, de Aevitas Creative Management, recuerda que es importante que el anticipo no mate al autor. “Si es muy elevado y luego su obra no vende mucho, es más difícil que vuelvan a contratarlo”. Opina que esta fórmula puede resultar una opción válida para escritores con mucho dinero, dispuestos a correr riesgos, o que vendan mucho. Javier Castillo, el autor más vendido de ficción en castellano este Sant Jordi por su libro La grieta del silencio (Suma), podría ser uno de ellos. Admite que el reclamo es “atractivo”, pero no cree que el porcentaje que se lleva el autor por precio de venta en el modelo tradicional sea injusto. “Mis gastos son muy concretos: mi ordenador, mi Internet y mi tiempo. Una librería tiene el alquiler, los sueldos, la electricidad…”.
Víctor del Árbol, en cambio, sí cree que los porcentajes de royalties están “estancados”. Esto, según la escritora Laura Fernández, obliga al autor a “confiar en sí mismo todo el rato, y en los lectores, y en hacer el mejor libro posible para salir a flote. Otra opción, solo apta para superventas, es montarte tu propia editorial”. Esa es la opción por la que se decanta Riad Sattouf que, tras la novela gráfica El árabe del futuro, arranca una nueva serie sobre su hermano que se publicará en Francia con la editorial fundada por él mismo.
Joël Dicker también creó su propio sello tras la muerte en 2018 de su editor, Bernard de Fallois. “No puedo ir a ningún lado después de marcharse él y, al mismo tiempo, quiero escribir y compartir mis libros. Así surgió la idea de crear mi propia editorial. Para seguir como estaba con él”, anunció en sus redes en 2021.
Tres años después, el suizo explica a La Vanguardia que lo suyo “no es autoedición. Hay un equipo que estudia añadir otros autores al catálogo y que trabaja los textos”. Un modelo tradicional con la excepcionalidad de que Dicker forma parte del negocio, con los beneficios que ello conlleva, empezando por los derechos de autor. Eso sí, advierte que no todo es un camino de rosas y que los desafíos no desaparecen, sino que cambian. El mayor: “lidiar con el stock de papel en un momento en el que hay escasez”. Un objetivo, esta vez sí, compartido por todos.
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