En su edición de hoy, puede leerse en El País, de Madrid, una nota firmada por Roberta Vázquez, presuntamente a partir de un informe de Celia Fernández, a propósito de la creciente influencia de los libros en inglés en Europa.
El inglés invade el mundo editorial
Una mujer pasea por una librería en Berlín y se sorprende ante la sección de libros en inglés que hace años solía ocupar apenas un par de estanterías. Estas se han multiplicado de manera exponencial. Ya alejada de la sección de ficción en inglés, repara en un libro con la portada en este idioma que parece haberse colado entre las novelas en alemán. Sin embargo, una pegatina tranquiliza —o advierte— al lector: “Traducido al alemán”. ¿Se trata de un error de fábrica? ¿De una broma?
Ni lo uno ni lo otro. Es una estrategia de marketing para intentar frenar la canibalización de las ventas de libros en inglés en Europa. Según los datos de la Asociación de Editores de Reino Unido (UK Publishers Association), el total de exportaciones de sus miembros a Europa creció en 2022 un 8% respecto al año anterior. El fenómeno es palpable en países como Alemania, donde las ventas aumentaron un 27%, o Países Bajos (6%) y en los países escandinavos (en Suecia aumentaron un 4%).
Siempre ha habido lectores en inglés en el norte de Europa. “Pero parece que se ha llegado al punto en el que muchas editoriales europeas se están poniendo a la defensiva ante la depredación de sus mercados y exigen soluciones”, asegura David Graham, director general del Gremio de Editores Independientes (IPG) del Reino Unido, que en la Feria del Libro de Londres organizó un panel sobre este fenómeno.
Cada vez más personas saben inglés —es el idioma de internet, de Netflix, de la globalización— y cualquier libro está al alcance de un clic. A menudo, además, la versión original es más barata, ya que no requiere de la traducción, el rediseño y un largo etcétera de tramitaciones y personas a las que pagar. Por eso además el original se estrena antes. Caballo ganador.
Sin embargo, lo que ha terminado por impulsar las ventas de libros en inglés, aseguran los editores, ha sido BookTok, el lugar de TikTok donde, en vez de bailar, se habla de novelas y ensayos. Antes, leer el original tal y como el autor lo había creado era cosa de intelectuales. “Lo sorprendente es hasta qué punto el inglés se ha adentrado en el ámbito de la ficción comercial del mercado de masas”, señala Graham.
En el Reino Unido, por ejemplo, #BookTook ha contribuido a un fenómeno cuasi contrario: cada vez más británicos menores de 35 años leen ficción extranjera (en inglés). Las redes sociales potencian que ciertos libros salten a la palestra no sólo por su interés literario sino también por la iconografía de sus portadas y el valor del libro como accesorio cultural.
El término accesorio cultural se utiliza en ocasiones despectivamente, como una moda pasajera promovida por lectores ególatras. Sin embargo, según Angelica Thumala, investigadora de la sociología del libro, mostrar los libros en redes sociales refuerza la experiencia: “Paradójicamente, la cosa digital le recuerda a la gente la importancia de la superficie, la materialidad y la sensualidad del libro como objeto”. Es más, dice, si bien puede haber personas para las cuales los libros son signos externos de educación o de conocimiento de las tendencias, “los libros no tendrían ese prestigio si no ofrecieran experiencias reales, de placer, transformación, conocimiento, empatía, etcétera”.
Accesorios o no, los editores están reaccionando ante el avance de la literatura en inglés en territorio europeo. No es casualidad que la portada de la versión holandesa de la novela de R. F. Kuang Yellowface (2023) sea idéntica a la original. Hugo Roman, el editor francés de la estrella de la literatura Colleen Hoover, describió hace poco en un artículo de Le Monde el momento en el que reeditaron todos los títulos de la escritora manteniendo las cubiertas originales: “En el Salón del Libro de París nos inundaron las lectoras, la mayoría de las cuales ya poseían el libro”.
Tampoco es azar que VBK, uno de los grandes grupos editoriales holandeses, pasara en junio a formar parte del gigante anglosajón Simon & Schuster. A partir de ahora, podrán producir y distribuir en Europa los libros en inglés junto a las traducciones al holandés. “El tiempo de comercialización es menor y podemos hacer el marketing al mismo tiempo”, dice su directora general, Geneviève Waldmann. Otros editores europeos buscan conseguir como mínimo licencias para publicar su edición al mismo tiempo que la anglosajona.
La editorial británica de ficción extranjera Fitzcarraldo ha publicado en sus 10 años de vida a cuatro autores extranjeros ganadores del Nobel. Su director y fundador, Jacques Testard, se refiere al inglés como la ventana al mundo de los escritores. “Hay algo un poco deprimente en el poder que tenemos los editores ingleses en el mercado de la traducción, porque la mejor manera de que cualquier autor sea traducido a muchos países diferentes es que esté en inglés. Es el idioma que todo el mundo lee y es el legado del imperialismo”.
En una industria editorial que, salvo excepciones, parece girar cada vez más en torno al nuevo escritor de moda, David Graham señala que las verdaderas víctimas, además de los pequeños editores, serán los autores y autoras no-superventas. Los best sellers encontrarán editores que les traduzcan, pero los autores “medios” que a pesar de su excelencia literaria dejen de ser económicamente viables no darán con el editor que hace 10 años les habría publicado, y los lectores que no lean en inglés no se encontrarán nunca con ese autor.
A la larga, estamos ante un escenario catastrófico porque, sostiene David Graham, “habrá menos diversidad, menos pluralidad de voces en el mercado… la amenaza, además de comercial, es cultural”.
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