viernes, 9 de marzo de 2012

Marietta Gargatagli se acuerda de Doña Petrona, pero no de su asistente Juanita

Marieta Gargatagli publicó en El Trujamán del 15 de febrero pasado esta espléndida crónica sobre Doña Petrona que, para decirlo en los términos adecuados, está para chuparse los dedos.

Petrona C. de Gandulfo o la traducción culinaria

En las ficciones extranjeras los personajes comen manjares grandiosos. Sin embargo, sólo recuerdo haber imitado dos veces algo nacido en mundos imaginarios. La primera ocurrió en mi infancia cuando deslumbrada por los sándwiches temblorosos del Goofy de Disney (para mí Dippy) preparé una versión genial de diez pisos con todo lo que había en la nevera (para mí heladera) de mi casa. La segunda mímesis la produjo el Diario de un loco de Lu Xun donde leí que los habitantes estrambóticos de cierto pueblo agregaban una hoja de laurel al freír el pescado. Detalle memorable que repito cada vez que me acuerdo. Pero nada más.

Que las imitaciones sean tan escuálidas me lleva a pensar que todo lo que se come en otro lugar, real o imaginario, debe tener mucho de intraducible. Quizá porque se cocina lo que se conoce y los humanos seres son escépticos frente a las mezclas de pronóstico incomible.

Estas reflexiones fueron desmentidas por una señora santiagueña (de Santiago del Estero, Argentina) que noveló un canon culinario a la medida de un país de inmigrantes. A la cocina criolla de origen español o americano fue añadiendo la comida italiana, suiza, francesa, alemana, inglesa, rusa, árabe o húngara que constituían formas paralelas de comer que no necesariamente estaban llamadas a reunirse en una sola mesa.

Petrona Carrizo de Gandulfo (1896-1992) fue un ama de casa próspera que por algún motivo perdió la prosperidad. Comenzó, en los años veinte, mostrando en teatros y escaparates (para mí vidrieras) qué se podía hacer con las nuevas cocinas a gas, estuvo un cuarto de siglo en la radio y, desde 1951, pasó a la televisión donde siguió enseñando esa cocina mestiza que traducía de la realidad.

Rebekah Pite, investigadora de Historia Social de la Universidad de Michigan, analizó en la tesis doctoral: "La creación de una mesa común: Doña Petrona, la mujer y la alimentación en Argentina del siglo xx", la función de aquella matrona mediática en la formación de las «ecónomas», término (usado en Argentina y Uruguay) que relaciona a las mujeres con la economía doméstica y con el acceso a la tecnología. Aprendizaje que ampliaba el espacio de socialización femenina porque cartas, consultas telefónicas y programas en vivo formaban una suerte de cocina colectiva, donde se aprendía algo más que una receta.

Desde otro ángulo, el protagonismo de esta mujer tremendamente popular fue revivido en la obra teatral Patria Petrona de Alfredo Arias,1 homenaje al imaginario pop de aquella diva de delantales almidonados con volantes (para mí volados), cuyas tartas (para mí tortas) de 36 huevos y un kilo de mantequilla (para mí manteca) sobre las que se derramaban litros de crema chantilly, dulce de leche y chocolate mostraban un paraíso donde el lenguaje a lo Manuel Puig, el colesterol y la abundancia de los ganados y las mieses convivían con felicidad.

El Libro de doña Petrona, con más de cien ediciones y tres millones largos de ejemplares, es un long seller que puede ser leído como eficaz recetario de cocina, como tratado de antropología o como teoría de la traducción culinaria. Presentar un panettone, un strudel o los criollísimos huevos quimbo como opciones intercambiables de las amas de casa, cualquiera fuera el lugar donde hubiesen nacido, supone naturalizar lo exótico y convertirlo en cotidiano. Porque comer manjares extranjeros en un restaurante no es lo mismo que cocinarlos como si fueran algo propio.

La exuberante pedagogía culinaria de aquella señora fue puramente local y en nada transmisible. Aunque no del todo. El lema «dadme una sartén y reflejaré el mundo»2 a lo mejor conviene a nuestro presente. Los descendientes de europeos que dejaron el Viejo Continente entre 1800 y 1950 superan los mil millones. Migraron, como ahora, porque las sartenes estaban vacías. Quizás en aquel espejo, nuestra Europa multicultural debería reflejarse y quizá traducirse.

* (1) Referencia tomada de «Arias y la patria petronista» de Hugo Beccacece, La Nación, 17 de junio de 2011: http://www.lanacion.com.ar/1381501-huevo-de-pascua-de-dona-petrona-en-version-ariasarias-y-la-patria-petronista. 
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* (2) Referencia tomada de «Doña Petrona: cómo reflejar los cambios culturales en una sartén», artículo de Mayra Leciñana, Clarín, 20 de julio de 2011: http://www.clarin.com/sociedad/Dona-Petrona-reflejar-cambios-culturales_0_520748037.html. volver

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