jueves, 8 de octubre de 2009

¿«Merece la pena» o «Vale la pena»?


Poeta, ensayista, traductor y docente universitario, el chileno Walter Hoefler(Valdivia, 1944) se desempeña actualmente como Director del Departamento de Artes y Letras de la Universidad de La Serena. Lo que sigue es la ponencia que presentó durante el simposio "Escrituras de la Traducción Hispánica", texto incluido en el libro homónimo que acaba de publiar la UACh, asociada con Edicíones Kultrún.

Escritores que traducen,
traductores que escriben

Quiero anteponer a modo de epígrafe, y para no citar a Borges, una entrevista a Bocchini,no un futurista italiano, sino un futbolista argentino. Cuando le preguntaron si le gustaba como jugaba Cruyff, respondió: «No, corre mucho».

Luego, como preliminar, y pensando en cómo acortar esta presentación para dar más lugar al diálogo, terminé escribiendo dos: una digital, otra manuscrita; una personal, la otra general; la una declarativa, la otra a modo de preguntas,de tesis, de problemas.

0.0 Como señalaban algunos poetas peruanos invitados a reconocer sus filiaciones profesionales en los hoteles, decían ellos que prefieren todavía decir profesor y no poeta o escritor. Igual me pasa, aunque sea por creer antes que poeta es un título que da la fama.
Como coartada, a la vez falaz, a la vez fundada, me inventé la noción de obra ausente, esto a raíz de una suerte de exilio, ante todo dudoso e incapaz de reconocerse como tal como suele ser el exilio, convertido por algunos escritores en experiencia prestigiosa, aunque finalmente nada deseable. Todavía sigo en el exilio, en el país más país, por ser el más reciente, por ser el más antiguo: el norte.
Como escritor soy de obra impresa escasa, renuente y vacilante. Demoré las ediciones propias, antes sólo me aventuré en revistas, en espacios ofrecidos por editores generosos. Lo de obra ausente, poeta ausente, lo usó mejor Gonzalo Millán, por eso me conformo ahora con lo de casi secreto (una denominación usada por Grínor Rojo).
Respecto de esto importa aquí sí qué fue antes: la escritura o la traducción. Teóricamente se establece o se concuerda hoy con que la literatura no es otro lenguaje, lenguaje diferenciado o patológico, jerga o lenguaje especial, escogido. Habla o escritura literarias, es comunicación convertida en forma, forma diferida, representada, y quizás este tener que darle forma la convierta a la literatura, y en particular a la poesía en una cierta forma de lenguaje propio, por eso tenemos quizás una cierta oscura impresión que escribir es ya también traducir, de la experiencia del lenguaje diario, funcional, esquivo, dinámico a una forma consagrada, fija, replicable. Oscura intuición de que se participa de una forma revelada, sui generis, que se produce en circunstancias especiales, reservadas, aunque en verdad no tenga nada de sagrado, nada de revelación. Si fue antes la escritura original, propia y personal, o fue antes la traducción, las justificaciones o intenciones de una y otra no guardan relación tampoco con las explicaciones dadas en su momento. Lo que diga aquí y ahora, no tiene casi ninguna vinculación con el hecho primario, inicial. Retengo apenas unos pocos versos de poemas y lenguas distintas y no sé por qué los recuerdo y tampoco por qué los interpreto o traduzco, sólo los digo en esa otra lengua, que no domino, entre ellos:

Ho fatto a pezzi cuore e mente
Per cadere in servitú di parole?


Hoy diría que es sólo una suerte de muestrario, como esos catálogos de retazos de alfombra o cuadraditos que muestran distintos tipos de maderas. Por ejemplo, empecé a leer en alemán porque mi padre me prometió una bicicleta si leía completo un libro de Karl May, un escritor probablemente más importante que Karl Marx. (Esto ciertamente en relación a
la visión alemana del indígena americano). Honestamente recibí la bicicleta, pero mi padre nunca verificó sí había leído el libro, lo que efectivamente hice, pero me creyó, y eso lo considero hoy más importante. La posibilidad de leer a Kafka en alemán, simplemente porque esos libros eran más baratos que los libros en español, aunque más difíciles de entender y aunque alcanzaba a sentir que mi situación era parecida, me abrió otro horizonte, un acercamiento a destinos analógicos. La traducción la retomé también en algún momento como una forma fácil y productiva de aprender otra lengua, o al menos de ir afirmándola básicamente. Ya después se transformó en constatación de la diferencia de las lenguas y quizás finalmente en la idea borgiana de que todas las lenguas son convergentes, de que todos los hombres pueden ser todos los hombres y que entre todos escribimos el mismo y un solo libro.

1.0 En perspectiva, cuáles creo son algunos planteamientos básicos o tesis principales en torno a la traducción.
1.1 Las lenguas son correspondientes, equivalentes, confluyentes, lo que permite sostener que las traducciones son posibles.
1.2 Las lenguas, si bien tienen estructuras semejantes: estructuras sintácticas, equivalencias léxicas, reglas combinatorias, son distintas, divergentes. Tienen propiedades y posibilidades significantes distintas. Así la posibilidad de la supresión del pronombre personal en castellano, los remarcamientos silábicos antes que acentuales de la rima castellana, la diversidad de opciones sintácticas: analíticas frente a aglutinantes. Las traducciones tienden por ello a distanciarse o a constituirse en otro texto.

2.0 Las vanguardias han posibilitado cuando no promovido los acercamientos entre vida y poesía, pero también entre las artes, importancia del umbral entre realidad y ficción, así
como la comprensión de la reescritura biográfica como marca inalienable de lo real también es cuestionada, conduciendo a una gran variedad genérica: de la acción de arte a la poesía visiva, al arte conceptual. Al mismo tiempo lo visual, lo gráfico, lo topográfico adquiere en el poema autonomía, se constituye en una suerte de referente identitario formal como ocurre incluso en el soneto, que se identifica primariamente por cierta masa estrófica. Pero también de otra manera cuando Mallarmé en su poema Brise Marine recurre al uso de matelot, un arcaísmo, en lugar de marinier, está remarcando la relación gráfica de la palabra con el «steamer» y con los mástiles del navío al que alude, en tanto palabra que sugiere o imita la arboladura. ¿Cómo se traduce eso, sin decirlo, sin explicarlo?

3.0 Las diferencias genéricas
Hay géneros o tipos de textos que responden probablemente a condicionantes históricos o culturales de sus ámbitos respectivos, cumplen allí una determinada función. Es notorio que la poesía difiere de la novela por un sentido más metatextual frente a una orientación más hedonista o distractiva. Esto mismo establece una distinta relación con el público, más amplio y abierto el de la novela, más elitario y especializado el de la poesía, por eso mismo también es la novela más comercial. Por cierto, hay también novelas con un sesgo metatextual, experimental o con pretensiones literarias como las de James Joyce, Carlo Emilio Gadda o la de Arno Schmidt, pero lo que sí observamos es que el traductor de poesía es más amateur, menos profesional, lo hace más a menudo por propia iniciativa, cuestión que en el caso de las novelas se transforma en traducciones por encargo editorial y relativamente bien pagadas.

4.0. Las orientaciones nacionales
Cabe observar aquí mismo y sin ánimo de discriminar o de generalizar, que los hispanoamericanos traducimos por un cierto interés primario, personal de conocimiento o de apropiación, quizás por eso la mayoría de los escritores o poetas presentes sean traductores de poesía, en cambio los colegas españoles lo hacen dentro de una óptica más general, de interés en el incremento cultural de la lengua, traduciendo de las lenguas principales, cuando no apuntando a una suerte de catastro imperial de la cultura. Ciertamente esto es comprensible desde una perspectiva metropolitana hispánica y en que se trata de preservar los fueros del idioma y de la lengua que desde los tiempos de Nebrija fue del imperio, por eso las traducciones apuntan también a completar el inventario de clásicos disponibles, frente a las traducciones hispanoamericanas que muchas veces asumen espectros marginales y suelen tener además un sentido solidario de resistencia, por eso se traduce antes a griegos, irlandeses, rumanos, alemanes, austriacos o suizos, o franceses o ingleses fuera del circuito oficial.

5.0. Una consideración final, no menor, es que la traducción sostiene al original y no al revés, lo refrenda, lo legitima, lo oficializa, lo canoniza. Por eso, al revés, habrá que plantearse antes la validez del original, menos la de la traducción. Ésta, una quizás mala síntesis sumaria de la aguda e inquietante ponencia de Pablo Oyarzún: «La Traducción como Absoluto». Aún así, esto me lleva a la conclusión que no se puede traducir sin explicar, sin sopesar cada decisión, en fin, sin comentario o sin proceso hermenéutico, por eso suscribo la traducción como hermenéutica.
Para finalizar, ejemplo o no de una sutil distinción, que no representa acaso un pequeño matiz cuantitativo entre el español peninsular y el americano es la diferencia entre «merece la pena» o «vale la pena». Que conste que creo con Coseriu que no hay sinonimia ciento por ciento, cada palabra proyecta algún sema distintivo. Por eso, en la incertidumbre pregunto ¿mereció o valió la pena todo lo anteriormente dicho?

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