domingo, 8 de agosto de 2010

"Ideas bastante incultas"

El poeta británico Philip Larkin (Coventry, Warwickshire, 1922- Londres, 1985) fue, en muchos sentidos, un conservador. Si no alcanzara su poesía para justificar tal afirmación, sus puntos de vista sobre el jazz –en su tiempo fue un destacado crítico– serían más que suficientes. En este sentido, no habría que asombrarse de lo que pensaba sobre la traducción, tal como se refleja en el fragmento de entrevista que le realizara la célebre Paris Review en 1982, reproducido a continuación, cortesía del poeta colombiano Ramón Cote. Tal vez a su pesar, Larkin iba a ser traducido al castellano en numerosas ocasiones. Para más datos: Ventanas altas, Lumen, 1988 (hay otra edición traducida como Altas ventanas, Regional Canaria, 1988); Un engaño menor, Comares, 1991, El barco del norte, Acuarela, 1998, Poemas sueltos, 1960-84, Dip. Albacete, 1995,  All What Jazz. Escritos sobre Jazz, Paidós, 2004, Jill, Lumen, 2007, Las bodas de Pentecostés, Lumen, 2007.

Ventanas altas y miopía

Yo no veo cómo se puede llegar a conocer un idioma extranjero lo suficientemente bien como para que valga la pena leer poesía escrita en ese idioma. Los extranjeros tienen unas ideas bastante incultas respecto a la "buena" poesía inglesa: Byron, Poe, etc. A los rusos les gusta Burns. Pero en el fondo yo creo que los idiomas extranjeros no tienen nada que ver con la poesía. Si esta cosa ahí de vidrio se llama "ventana" , entonces no se puede llamar fenster o fenêtre o cualquier otra cosa. ¡Hautes Fenêtres! ¡Dios mío! Un escritor no puede tener más que un solo idioma, si el lenguaje va a significar algo para él.

1 comentario:

  1. Hay que reconocer que Mr. Larkin eligió un buen ejemplo. Recuerdo la novela de Chandler The High Window convertida en “La ventana siniestra”. Si eso ocurre con la prosa ni pensar quiero en la poesía. Borges citaba el caso de “Estaba sentadita”. Cómo traducirlo. ¿All alone? No queda nada. No hace falta cambiar de idioma, ocurre todo el tiempo dentro del propio. Parece que una vez, en un viaje de Borges por Centroamérica, un señor que era poeta le dijo para halagarlo: “Qué bien se lo ve, señor Borges, redondo y colorado como un queso”. Terrible pasión por la metáfora. Según el Viejo, la frase del señor derivaba de Garcilaso: “Corrientes aguas puras cristalinas”.

    ResponderEliminar