En El País, de Madrid, del día 4 de diciembre pasado, Sabino Méndez publicó el siguiente artículo referido a la traducción de En los sueños empiezan las responsabilidades, del poeta estadounidense Delmore Schwartz (en la foto, frente al espejo), volumen que cuenta con traducción y epílogo de Albert Fuentes y Xavier Zambrano, y que publicó este año en Barcelona la editorial Alpha Mini.
En el inolvidable álbum The Blue Mask de Lou Reed (1982) aparecía la canción "My house" que nos remitía a los mejores momentos de Berlín, Coney Island Baby, Rock'n'roll Animal o Transformer, sus mejores trabajos tras la Velvet Underground. En esa canción, después de muchos años en punta de lo anticonvencional, Reed nos describía sosegadamente su lugar de reposo, su retiro, su beatus ille. Uno de los momentos más vibrantes de la canción era cuando un Reed pleno y maduro llamaba a gritos entre los muros de su casa al espectro de su viejo maestro ya muerto, Delmore Schwartz. Añoraba las estimulantes charlas con él y hubiera deseado continuarlas en un escenario de reposo como aquel. Delmore Schwartz daba clases a principios de los sesenta en la Universidad de Syracuse. Había nacido en 1913 y formaba parte del grupo de escritores que abandonaron el partido comunista americano antes de la Segunda Guerra nundial abominando del estalinismo. Cuando la guerra aún no había empezado, se necesitaba mucho valor para denunciar al régimen soviético desde la izquierda. Europeos como Sartre tardaron muchos más años en reaccionar. Varios de los predecesores de esa protesta, bajo la teoría trotskista de libertad artística, fundaron poco después, en 1937, la Partisan Review. A pesar de tal noble vitalidad y mejores reflejos que sus colegas europeos, mantenían la clásica admiración de las letras americanas por el mundo europeo. El eslogan del primer número fue europeizar la literatura americana. En él se incluía, como plato central, un relato breve de Delmore Schwartz que ahora, por fin, se publica en España. Es un relato de ritmo implacable en el cual sólo lastima el placer del lector que se acabe tan pronto. En un momento en que la literatura norteamericana estaba tensada entre dos prácticas (el estereotipo bíblico de Hemingway y el barroquismo de Faulkner cuya densidad de prosa siempre complica un poco la visualización de las cosas) Schwartz probó un camino diferente, de redefinición de la percepción y el ritmo. Un camino que luego transitarían Nabokov, Auden y otros. Diáfano, desnudo y preciso. Todos ellos elogiaron este relato. La tradición académica suele despacharlo como el primer retrato de familia judía americana, pero no hagan caso. En realidad es algo más amplio y obvio: un retrato implacable de una pareja de humanos interaccionando sus anhelos y fobias; reconocible aquí, en Croacia o en la República Popular China. Esa es su grandeza. Eso y su capacidad visionaria que empieza en el mismo título: En los sueños empiezan las responsabilidades. Lo que hoy llamamos expectativas. Por lo visto, existió una traducción en castellano hecha en la Argentina de 1945 para la revista Sur, que en principio firmó Borges aunque luego se retractó enigmáticamente del asunto. Schwartz murió solo y alcohólico, como tanto visionario perdió pie en este mundo. En España, apenas Roger Wolfe lo ha reivindicado. Aquí tenemos por fin una oportunidad de conocerlo gracias a la excelente y cuidada labor de Albert Fuentes y Xavier Zambrano que han trabajado el texto con el mimo y la obsesión de un artista. Decía Stendhal que escribimos para que nos lea en el futuro aquel tipo de seres a los que podríamos amar. Vale también para "traducimos". Tendrán un inevitable romance de ese tipo con este relato y su traducción.
El maestro partisano
En el inolvidable álbum The Blue Mask de Lou Reed (1982) aparecía la canción "My house" que nos remitía a los mejores momentos de Berlín, Coney Island Baby, Rock'n'roll Animal o Transformer, sus mejores trabajos tras la Velvet Underground. En esa canción, después de muchos años en punta de lo anticonvencional, Reed nos describía sosegadamente su lugar de reposo, su retiro, su beatus ille. Uno de los momentos más vibrantes de la canción era cuando un Reed pleno y maduro llamaba a gritos entre los muros de su casa al espectro de su viejo maestro ya muerto, Delmore Schwartz. Añoraba las estimulantes charlas con él y hubiera deseado continuarlas en un escenario de reposo como aquel. Delmore Schwartz daba clases a principios de los sesenta en la Universidad de Syracuse. Había nacido en 1913 y formaba parte del grupo de escritores que abandonaron el partido comunista americano antes de la Segunda Guerra nundial abominando del estalinismo. Cuando la guerra aún no había empezado, se necesitaba mucho valor para denunciar al régimen soviético desde la izquierda. Europeos como Sartre tardaron muchos más años en reaccionar. Varios de los predecesores de esa protesta, bajo la teoría trotskista de libertad artística, fundaron poco después, en 1937, la Partisan Review. A pesar de tal noble vitalidad y mejores reflejos que sus colegas europeos, mantenían la clásica admiración de las letras americanas por el mundo europeo. El eslogan del primer número fue europeizar la literatura americana. En él se incluía, como plato central, un relato breve de Delmore Schwartz que ahora, por fin, se publica en España. Es un relato de ritmo implacable en el cual sólo lastima el placer del lector que se acabe tan pronto. En un momento en que la literatura norteamericana estaba tensada entre dos prácticas (el estereotipo bíblico de Hemingway y el barroquismo de Faulkner cuya densidad de prosa siempre complica un poco la visualización de las cosas) Schwartz probó un camino diferente, de redefinición de la percepción y el ritmo. Un camino que luego transitarían Nabokov, Auden y otros. Diáfano, desnudo y preciso. Todos ellos elogiaron este relato. La tradición académica suele despacharlo como el primer retrato de familia judía americana, pero no hagan caso. En realidad es algo más amplio y obvio: un retrato implacable de una pareja de humanos interaccionando sus anhelos y fobias; reconocible aquí, en Croacia o en la República Popular China. Esa es su grandeza. Eso y su capacidad visionaria que empieza en el mismo título: En los sueños empiezan las responsabilidades. Lo que hoy llamamos expectativas. Por lo visto, existió una traducción en castellano hecha en la Argentina de 1945 para la revista Sur, que en principio firmó Borges aunque luego se retractó enigmáticamente del asunto. Schwartz murió solo y alcohólico, como tanto visionario perdió pie en este mundo. En España, apenas Roger Wolfe lo ha reivindicado. Aquí tenemos por fin una oportunidad de conocerlo gracias a la excelente y cuidada labor de Albert Fuentes y Xavier Zambrano que han trabajado el texto con el mimo y la obsesión de un artista. Decía Stendhal que escribimos para que nos lea en el futuro aquel tipo de seres a los que podríamos amar. Vale también para "traducimos". Tendrán un inevitable romance de ese tipo con este relato y su traducción.
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