sábado, 6 de agosto de 2011

Los nombres de pila de los escritores

Publicada en la edición de Ñ del 5 de febrero de 2011, esta columna del periodista Ezequiel Martínez plantea nuevamente el problema que aqueja a todo aquel que tenga más de tres libros. Como se verá, las respuesta a la vieja cuestión del orden son tantas que incluyen aun lo que podría resultar inverosímil. 

Bibliotecas: una cuestión de (des)orden

Hace unos días conocí a un personaje cuya biblioteca me desorientó. He sabido de gente que ordena los libros por el color de sus lomos y de otra que los clasifica por tamaño, en una herejía decorativa que difícilmente los califique como lectores. Algunos más excéntricos, como el escritor francés Jacques Bonnet, los separa mediante un subjetivo sistema de afinidades, según cuenta en su libro Bibliotecas llenas de fantasmas. Algo parecido a lo que ya había hecho el alemán Aby Warburg, cuya colección de 60 mil volúmenes fue enviada a Gran Bretaña durante el nazismo para salvarla de un probable saqueo o destrucción. La Biblioteca Warburg está organizada de acuerdo con criterios sutiles y completamente heterodoxos, que hasta hoy no han sido enteramente dilucidados, según nos cuenta Rafael Argullol en un artículo que publicó la semana pasada en el diario El País, de Madrid.

La excentricidad del amigo que mencioné al principio consiste en catalogar los libros por el nombre de pila de su autor. Así, Arlt está en la R, pero Pessoa puede alojarse en la F o en cualquier parte del abecedario donde hayan caído sus heterónimos. Me costó descifrar la maraña de ese desorden establecido. Cuando le pregunté la razón, dijo: “Lo hago para retener sus nombres de pila. Por ejemplo, ¿cuánta gente sabe el nombre de Fogwill, eh?”

Fue precisamente en Fogwill donde me pareció encontrar un motivo más perverso del sistema elegido por mi amigo. Se trataba sin duda de una estratagema para complicar el préstamo o robo premeditado de algún volumen que le deparara un destino infeliz. En Urbana, Fogwill escribe: “la gente los lleva excitada por un entusiasmo de momento y la mayoría de las veces olvida leerlos, de modo que el libro queda por ahí, perdido como la memoria de ese préstamo”.

Esa excitación es un rasgo común a todos los bibliomaníacos. El orden elegido, en cambio, revela algún rasgo particular de la personalidad de su dueño. Después de todo, una biblioteca funciona también como una autobiografía. 

1 comentario:

  1. ah no! los libros no leídos (prestados robados comprados) van en una pila aparte!!

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