“Sólo 4 de los 19 que han trabajado con la nueva gramática
siguen sus recomendaciones”. Así dice el siguiente artículo, firmado por Pelo
H. Riaño, publicado por El Confidencial,
de España, el 15 de enero de este año. En buen criollo, ¿para qué prestarles
atención y seguir sus consejos, si dicen una cosa y hacen otra?
Académicos insumisos
El erudito Salvador Gutiérrez tenía
razón: los consejos de la
Academia en la nueva Gramática española, publicada hace casi
tres años, no tienen predicamento. La prueba está en que ni siquiera sus académicos comulgan con las
normas que
ellos mismos han pactado antes de abandonar la costumbre de poner el acento
gráfico en el adverbio sólo o en
los pronombres demostrativos, como éste.
Si acaban de leer con tilde es que este periódico ha hecho una excepción para
explicarles la división en el órgano que vela por el idioma, porque la prensa y
los libros de texto acatan órdenes y consejos de la Real Academia
Española (RAE) hasta sus últimas consecuencias.
El incumplimiento no tiene falta
ni penalización, porque no son artículos que figuren en las nuevas leyes como las
“propuestas normativas”, es decir, están
al margen de las normas que tratan de poner orden y precisión
en este instrumento común que es la lengua. Pero no deja de ser paradójico que
los mismos que dan consejos dentro de la gran casa de la palabra, una vez la abandonan los rechazan y mantienen
fidelidad a su forma de ser –de escribir– anterior a 2010, cada vez que
ofrecen una novedad a sus lectores.
Ni están fuera de la ley ni son
académicos del mal ejemplo, simplemente se aferran a la autenticidad de su
identidad. “El efecto de la escritura debe estar en lo que se escribe y no en
cómo se escribe”, escribe Carlos
Castilla del Pino en sus pensamientos póstumos titulados Aforismos (Tusquets).
Es difícil saber si Salvador
Gutiérrez se refería a su entorno más cercano cuando sintió un ataque de
sinceridad ante las preguntas del periodista de la agencia EFE,
pero de los académicos que le acompañan en las sesiones, y que han trabajado
con la nueva Gramática en su escritorio, únicamente cuatro
siguen la recomendación. El
resto, 15, mantienen las tildes por todo lo alto. La RAE ha sido derrotada en casa.
Revuelta silenciosa
El venerable José Luis Sampedro, académico en el
sillón “F”, trazó en el prólogo de Indignaos (Destino)
–el best
seller de
no ficción de Stéphane Hessel– un panorama
democrático desolador pero sin perder la esperanza de rebautizarlo, al tiempo
que dejaba claros cuáles son sus accidentes gramaticales: “Esto es Europa, cuna
de culturas. Sí, ése es el escenario y su decorado. Pero ¿de
verdad estamos en una democracia? ¿De verdad bajo ese nombre gobiernan los
pueblos de muchos países? […] La culpabilidad del sector financiero en esta
gran crisis no sólo no ha conducido a ello; ni siquiera se
ha planteado la supresión de mecanismos y operaciones de alto riesgo. No se
eliminan los paraísos fiscales ni se acometen reformas importantes del
sistema”.
Tampoco ha querido aceptar los
consejos Javier Marías, sillón “R”, quien en la
nota previa del libro de cuentos de reciente aparición, Mala índole (Alfaguara), asegura: “Sólo concibo escribir algo si me divierto, y
sólo puedo divertirme si me intereso. No hace falta añadir que ninguno de estos
relatos habría sido escrito sin que yo me interesara por ellos”.
Arturo Pérez Reverte no ha perdido ni una de sus tildes en
su asiento “T”. En El
tango de la guardia vieja (Alfaguara) vemos a su protagonista Max
Costa abordar a una mujer que pasea sola a lo largo de la borda de un barco,
cuando el académico se salta el consejo:
–Fue agradable– dijo inesperadamente.
Max logró reducir su propio desconcierto a sólo un par de segundos.
–También para mí– respondió.
La mujer seguía mirándolo. Curiosidad, era tal vez la palabra.
De los académicos que han
trabajado con la nueva Gramática en su escritorio, únicamente cuatro siguen la
recomendación. El resto, 15, mantienen las tildes por todo lo alto. La RAE ha sido derrotada en casa
La revuelta silenciosa de los
académicos continúa por Antonio
Muñoz Molina, de quien leímos en La noche de los tiempos(Seix
Barral): “No está bien que tú digas eso. Los militares y los falangistas se han
levantado contra la
República. Sólo porque
tienen la ayuda de Mussolini y de Hitler no han sido derrotados todavía”. En
las próximas semanas aparecerá Todo lo que era sólido, su nuevo
libro, un ensayo en clave autobiográfica y explosiva como unas crónicas, con
las que revisa los últimos treinta y siete años en España para entender por qué
el país se hunde. El escritor recuerda y apunta: “Pero el pasado es otro país,
como dice ese escritor británico, del que yo sólo conozco
esa frase memorable, con su segunda parte: el pasado es otro país y allí las
cosas se hacen de otra manera”.
Sólo en pruebas
Salvador Gutiérrez aclara que la
decisión de aconsejar abandonar el uso de estas tildes se basó en criterios
científicos. Lo que no explica es cómo es posible que éstos –lamento el arraigo
a estas tildes– se incumplan por sus propios integrantes. Si son los usuarios
los que marcan el hábito de la lengua y encuentran el modelo leyendo a los
escritores en castellano más científicos –y más célebres– no es extraño que lo
que podría haber llegado a ordenanza quedase en sugerencia.
Cuando el académico Francisco Rico (sillón
“p”) publicó uno de los tratados más importantes sobre el Quijote (editorial Acantilado), no dudó en
cómo debía comportarse. En el prefacio avisa de la actualidad perenne de la
obra de Cervantes: “No sólo y a
cada lector: cada tiempo tiene su Quijote y sus
razones para que éstesea diverso del de otros tiempos”.
De hecho, en las librerías hay tantos Quijotesdistintos
como normas lingüísticas se le apliquen.
A la mayoría de los insumisos,
los correctores les aplican la rectificación de los adverbios y los pronombres
demostrativos de manera inmediata. Luego, cuando los autores que se niegan a
claudicar leen pruebas de su libro, aclaran que éstos deben ser restituidos en
su versión final.
Otros académicos fieles a los
amenazados acentos gráficos son Soledad
Puértolas (“g”), en Mi amor en vano (Anagrama); Francisco Nieva (“J”),
en la obra de teatro No
sé cómo decirlo. Malditas sean Coronada y sus hijas (Huerga
y Fierro); Luis Goytisolo (“C”),
en El
lago en las pupilas (Siruela); Carme Riera (“n”),
gracias a Naturaleza muerta (Alfaguara); Luis Mateo Díez (“I”),
en Fábulas
del sentimiento (Alfaguara); Martín
de Riquer (“H”),
en el extraordinario Reportajes
de la historia. Relatos de testigos directos sobre hechos ocurridos en 26
siglos (Acantilado);
o el filólogo Francisco Rodríguez Adrados (“d”),
con Nueva
historia de la democracia (Ariel), del que queremos recoger este avance tan
ilustrativo de nuestros días: “Y la democracia siempre fue y es problemática;
es un compromiso siempre en crisis, fruto de un acuerdo delicado, siempre
amenazado por desviaciones, pero muchas veces lo es sólo de nombre; está expuesta a cambios y
riesgos mil”.
Los dos poetas Pere Gimferrer (“O”)
y Francisco Brines (“X”)
siguen siendo dueños de sus propias reglas. En Rapsodia (Seix
Barral), Gimferrer anota una extravagante declamación: “El viento sólo sabe sostenerse/ en las pañolerías del
azul/ quiebros y tientos dicen el topacio/ con que tus ojos ven las alabardas/
de la tarde vencida por la propia puerta/ del sol vendimiador de tanta luz”.
Por su parte, Brines en Aún
no (Bartleby)
dedica un poema a “Las noches del abandono”: “Hace tiempo que callo,/ y son
tristes las noches de nuestra juventud,/ y el alba llega muerta./ Rodeado de
frío vuelvo a la hostil ciudad,/ y el clandestino amor me despide furtivo/
desde las rotas sombras de los descampados,/ y el día se alza lívido/ como si sólo un muerto lo hubiera de habitar./ Con
el recuerdo sólo de tu vida, porque fuiste mi vida,/ qué
abandonado estoy/ ¿y a quién le contaré lo que ahora siento?”. Pero en esta
pelea importa el cómo más que el qué o a quién.
Abajo el criterio
El premio Nobel Mario Vargas Llosa (“L”),
en su ensayo La civilización del espectáculo (Alfaguara)
se muestra horrorizado por lo que lee en la sección de cultura de su periódico
habitual. Cree que esas noticias son el final de la cultura tal y como
entiende. “El hecho es tanto más sorprendente cuanto que la cultura, en el
sentido que tradicionalmente se ha dado a ese vocablo, está en nuestros días a
punto de desaparecer. Y acaso haya desaparecido ya, discretamente vaciada de su
contenido y éste reemplazado por otro, que desnaturaliza
el que tuvo”.
Frente a este batallón de
académicos contra los indicaciones a avanzar hacia otra manera de componer la
comunidad de la lengua, se encuentran José
María Merino (El
río del Edén, Alfaguara), Álvaro
Pombo (El
temblor del héroe, premio Nadal, Destino), Emilio Lledó (La filosofía hoy,
RBA) y, claro está, Víctor García de la Concha , director de la RAE cuando se aprobó la nueva
Gramática, que en Cinco
novelas en clave simbólica(Alfaguara).
Entre los dos mundos, el que
escribe con leyes de antes y el de las normas de hoy, está Ana María Matute. La
académica del sillón “K”, en el prólogo de sus cuentos completos, publicados
por Destino y titulados La puerta de la luna, se muestra
creyente en la nueva Gramática de la
RAE al explicar lo que para ella es un cuento: “He llegado a
creer que solamente existen
media docena de cuentos. Pero los cuentos son viajeros impenitentes. Las alas
de los cuentos van más allá y más rápido de lo que lógicamente pueda creerse”.
Pero la gran Matute no fue así
siempre, antes tenía tildes. La misma edición que acaba con ellos en el prólogo,
decide brindarles respeto en las tripas. En su primer e inquietante libro Los
niños tontos (1956),
podemos leer en una parte de La sed y el niño: “El niño se
volvió ceniza. Sólo era un montoncito de sed. El viento lo
esparció, lejos. ¡Quién sabe adónde lo llevará!”. ¿A cuál de las dos Ana María
Matute debemos seguir, a la de antes o a la de ahora? Aunque ella quiere, su
obra se resiste.
¿De quién hay que recoger el
consejo si los mismos que difieren en una parte coinciden en otra? Si el
lenguaje es actuación y mutación, los amantes de los acentos gráficos tienen la
revolución perdida.
Anoto sólo una rectificación: el nombre del autor del artículo es Peio, no Pelo. Un saludo cordial y gracias por vuestra labor.
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