Moure con bufanda y frío, junto a Soca en Montevideo |
El ayer entrevistado Ricardo Soca hace hoy de entrevistador de José Luis Moure, el presidente de la Academia Argentina de Letras. El diálogo entre ambos tuvo lugar hace un par de meses en Montevideo, y fue publicado por elcastellano.org (http://www.elcastellano.org/ns/edicion/2013/julio/moure.html)
"Nos obligan a elegir los mejores hijos para el DRAE"
El nuevo presidente de la Academia Argentina
de Letras (AAL), José Luis Moure, es un filólogo argentino que desarrolló su
carrera docente superior en la
Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Buenos
Aires (UBA), donde obtuvo su doctorado. Las áreas a las que ha consagrado sus
mayores esfuerzos han sido la Dialectología
Latinoamericana y la Historia de la Lengua , de la cual es profesor titular. En el
portal de la UBA
pudimos saber que es autor de numerosos artículos de su especialidad. Editó la Verdadera relación de la conquista del Perú y
provincia del Cuzco de
Francisco de Jerez. Es coautor del estudio introductorio de la edición de la Crónica del Rey Don Pedro de Castilla realizada por Germán Orduna, de
cuya versión abreviada prepara la edición crítica, así como la Crónica de Enrique III (en colaboración con Jorge Ferro). Es autor
del estudio introductorio, edición crítica y anotación de El detalle de la acción de Maipú, sainete en lengua gauchesca de autor
anónimo de 1818, publicado por la Biblioteca Nacional
de la Argentina.
Preside una academia que fue fundada en 1931 como «asociada», pero que desde el final del siglo pasado perdió esa nota de independencia para convertirse en «correspondiente» de
Nosotros diremos que, por muchas razones, esa intelectualidad revolucionaria de 1837 y algunos de sus pensadores más importantes –pienso en Sarmiento, en Alberdi, en Juan María Gutiérrez– asumen una actitud de independencia, que quieren que no sea solamente política, como los hechos habían determinado, sino también cultural y lingüística. Esa creación en 1931, después de dos intentos previos de crear academias correspondientes de la española tiene que haber tenido un significado, simbólico al menos. Las razones por las cuales esto se interrumpe entre 1999 y 2000 –en el terreno simbólico– nunca las pude averiguar, a pesar de haber investigado en las actas. Solo sé que hubo una propuesta por parte de
La pregunta de este reportero, tanto como la respuesta del filólogo, sugieren una asimetría en las relaciones de poder entre la tricentenaria casa madrileña y sus asociadas americanas. Le pregunté su opinión sobre el hecho de que el presidente de
Aun admitiendo la notoria asimetría, Moure identifica algunas razones que explican esta situación: En esto yo siempre me veo en dificultades, porque por un lado, no dejo de reconocer que
Alguna vez se ha dicho que el
peor obstáculo para la expansión del español como lengua internacional es la
pobreza que aflige a muchos de los hablantes donde es hablado. Moure reconoce
que la RAE financia «buena parte» del funcionamiento de Asale, así como
ofrece una sede para las reuniones y para la administración. Algunas academias
no están en condiciones económicas ni cuentan con una tradición académica
previa que permita convertirlas en centro de estas actividades. Por eso, es un
hecho que tenemos que aceptar en cuanto no haya una propuesta mejor por parte
de ese conjunto de academias que parecen haber admitido esto como natural.
Insistiendo en el mismo tema, le comento que la sede oficial de Asale es en la calle Felipe IV, número 4 de Madrid, la misma de
Es que funciona allí. De hecho, el trabajo conjunto se hace en el mismo lugar, los fondos bibliográficos son compartidos, es decir esto ha surgido allí, no podemos negarlo ni podemos negar que el conjunto de las academias ha tenido siempre con
El académico argentino explicó que todas las asimetrías institucionales encuentran su explicación en la historia y en las representaciones que se construyen sobre los hechos: España sigue ocupando un rol preponderante en el pensamiento lingüístico de estas naciones que hablan un idioma y que, más allá de los discursos, parecerían no encontrar todavía una manera de manifestar su absoluta independencia. Como tantas otras cosas, esto es la consecuencia dilatada de un desacompasado desarrollo de la historia con respecto a la aceptación de nuestras particularidades lingüísticas. Hoy día la ciencia lingüística no puede admitir la preponderancia de una variedad sobre ninguna de las otras, el concepto de pureza afortunadamente ha sido hace largo tiempo eliminado, pero queda lo que llamo este imaginario colectivo, alimentado por los años de la colonia, alimentado por la observación hecha de la península con respecto a la calidad cultural de las colonias y a las variedades lingüísticas consideradas siempre como un poco bárbaras, un poco marginales. De modo que habiendo cambiado la mentalidad hispánica, hoy habiéndose dado cuenta todos, porque no cabía otra posibilidad, de que nos encontramos simplemente compartiendo variedades de distinta naturaleza, perdura esa idea que da pábulo a que esta visión asimétrica perdure también.
Moure enfoca las tareas de
Yo creo que la principal tarea de
No está conforme con el hecho de que
Moure advierte que los hablantes de las variantes peninsulares no son más del diez por ciento del total de hispanohablantes, por lo que desde el punto de vista numérico, proporcional, ese léxico americano tendría que tener una presencia mucho mayor en ese diccionario, lo cual lo haría inmanejable, o prácticamente inmanejable.
El académico argentino señaló que
el DRAE contiene regionalismos peninsulares que en muchos casos representan a
comunidades muy pequeñas, mientras que faltan palabras de México o de Colombia
que son utilizadas por millones de hablantes. No se ha encontrado todavía
la manera de que exista una justicia mayor, una proporción más adecuada que
represente a las variedades americanas. Pero eso tiene que ver con la historia
del diccionario, que es muy difícil de modificar. Es un poco, hoy, un
diccionario histórico, es un poco un diccionario de uso, un poco un diccionario
del español general, es un poco un diccionario de regionalismos, y estos están
representados de una manera muy poco proporcional.
Cuando le planteo que los
diccionarios contrastivos, como el uruguayo o el argentino suponen de alguna
manera una sujeción a la norma peninsular, me explica que se trata de una
cuestión metodológica, puesto que el otro camino posible –la confección de un
diccionario integral, con palabras patrimoniales como mesa, zapato– es por
ahora económicamente inviable para las academias asociadas (o
correspondientes). Comentó que esa tarea ya la cumplió en la Argentina una editorial
privada, que publicó el Diccionario integral del español de los argentinos y,
en México, el lingüista Luis Fernando Lara, con su Diccionario del español usual en México.
Esto ya lo proclamaba el propio Borges en una de sus duras diatribas contra
Aristóteles definía la política como «el arte de lo posible»; tal vez esto pudiera aplicarse también a la ciencia lexicográfica en los países americanos, donde el objeto y el método de estudio se enredan en un entramado de tradiciones históricas y de intereses políticos y económicos que poco tienen que ver con la ciencia. Moure intenta deslindar ambos campos: Nosotros somos países jóvenes y España es una nación secular, de modo que esa presencia y esa tradición lexicográfica y de estudio es muy antigua. Estos son realidades y hechos, digamos científicos y efectivos para hacer frente a los cuales no siempre los caminos son sencillos; otra cosa diferente son las políticas lingüísticas, que a veces pueden tener intereses de otro tipo, que no sean estrictamente los lingüísticos.
¿Cree que su llegada a la presidencia pueda imprimir un nuevo giro a
En este punto soy un poco escéptico, prefiero serlo antes de mostrarme como revolucionario, eso ha sido una constante en toda mi vida y también es fruto de mi experiencia en los años que tengo. Una academia es siempre un cuerpo de pares, formado en el caso de
Le comento el hecho de que en torno de la orientación de
Ese es uno de los grandes temas que están planteados aquí y que sería
bueno empezar a ventilar, empezar a debatir, para no convertirnos en clientes
de ese proyecto sino en colaboradores reales de otras academias. Esos son los
elementos que están por debajo de las políticas lingüísticas; cuando las
políticas lingüísticas van más allá de los intereses lingüísticos que las lenguas
mismas exigen, y tienen finalidades meramente económicas, estamos ante un hecho
espurio, que no debe admitirse. Se debe explicar claramente, a la luz pública,
para que se entienda que hay un proyecto económico y preguntarse a quién
beneficia ese proyecto económico. España tiene pleno derecho de llevar adelante
un proyecto económico y nosotros también tenemos derecho de tener los propios
y, en algún caso, de tomar otros caminos si nos parece que ese proyecto
económico entra en colisión con el nuestro.
Con frecuencia leemos o escuchamos llamados a la defensa de la lengua común contra la disgregación, contra el ingreso de vocablos de otras lenguas, en fin, contra fenómenos que han sido propios de todas las lenguas en todos los tiempos. Siempre les digo a mis alumnos de Dialectología o de Historia de
En el siglo XXI el lenguaje está enfrentando fenómenos que no tienen precedente en la historia humana: la alfabetización y la escolarización prácticamente universales, la revolución de las comunicaciones, que tenderían a frenar el cambio lingüístico, tal vez a hacerlo más lento, a hacer prevalecer la convergencia sobre la dialectalización.
No hay ninguna duda de que va a haber dialectalización. En el pasado ella fue mucho más rápida por el aislamiento geográfica, por razones políticas. Hoy, en cambio, esa dialectalización se retrasa en la medida en que los medios de comunicación ponen en contacto toda estas variedades como nunca había sucedido antes, lo que nos permite acceder al conocimiento del vocabulario de naciones hermanas, lo que antes hubiera sido impensable. De modo que hoy tenemos razones para suponer que muchos de estos procesos de dialectalización van a retardarse. Lo que nos queda sí es defender el valor de esa variedad estándar, que es no ya geográfica sino que es de estilo, de registro, que implica una lengua de cultura, una lengua elaborada, que es la lengua que nuestro idioma ha venido desarrollando y que es lo que tenemos de absolutamente en común. Si hay algo en lo que nos hermanamos por completo es en ese español estándar, culto, que es el que se ve reflejado en las gramáticas, en la enseñanza, aquel en el que leemos, aquel a cuyo registro le prestamos una ortografía compartida. Ese es el único reaseguro que tenemos, por muchos años, probablemente por siglos, de la existencia de un idioma común. A las otras variedades, las variedades de la gente, las variedades de la calle, las variedades de los pueblos, las variedades regionales hay que dejarlas tranquilas. El pueblo sabe lo que hace con esas formas y también sabe que cuando necesita leer, cuando necesita escribir, cuando necesita dar clase o recibirla o transmitir información, lo va a hacer en esa variedad culta cuya supervivencia hará que la comunicación del mundo hispánico siga durando por mucho tiempo, concluyó.
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