Tulio Castro (Culiacán, 1983) dirige la Revista
Diez 4 de
periodismo narrativo contra toda circunstancia. Allí, el 28 de febrero de 2012,
publicó la siguiente entrevista con Ricardo Soca, fundador de elcastellano.org (http://www.elcastellano.org/)
Se llama Ricardo Soca, y es el
hombre que desafía a la
Real Academia Española. Empeñado durante años a analizar el
castellano y a mostrar definiciones parciales del máximo diccionario, hoy acusa
a España de querer colonizar Latinoamérica a través del lenguaje: «La Academia es una pequeña
ruedita del engranaje geopolítico de España».
Soca dice que la RAE obedece a intereses
económicos y no al cultivo de la lengua española. Y así comienza su diferencia
con la Academia ,
que termina con lo que él llama, «mensajes amenazadores». El asunto no es
sencillo. Debemos saber que Soca, editor de elcastellano.org, escribió el año
pasado un artículo en el que publicó adelantos de la edición 23 del diccionario
(que en aquel momento ya aparecían en el sitio de la RAE ) donde comparaba
prácticamente todo los cambios en las definiciones.
Cuando Soca hizo lo suyo, pensó
que la definición de palabras castellanas que utilizan más de 450 millones de
personas en el mundo debía ser compartida por sus hablantes.
Error. «Yo recibí mensajes
amenazadores de la editorial Planeta, tal como está documentado mediante
mensajes y grabaciones telefónicas, ‘en nombre de la Real Academia ’, que
nunca lo negó. Amigos vinculados con el director de la Academia , José María
Blecua, me aseguraron que si yo pidiera autorización para usar los contenidos,
sería concedida. El problema es que mi posición es, precisamente, que no
debería ser necesario pedir autorización para usar, sin fines de lucro, los
contenidos de la Academia ».
—Usted ha dicho en entrevistas que si la Academia es financiada
con el erario, debe poner sus contenidos con acceso para todos (al menos en su
sitio de Internet), ¿a qué cree que obedezca este retaceo de contenidos? ¿Algo
más allá de los intereses económicos de las editoriales con las que trabajan?
—No sé si habrá algo más que los
intereses económicos de las editoriales. Basta recordar el tiempo que demoraron
en poner en línea el Diccionario
panhispánico de dudas, dando tiempo a que la versión en papel se vendiera.
O el hecho vergonzoso de que una multinacional del ramo editorial (Grupo
Planeta) pretenda dar órdenes a las colonias en nombre de la docta casa.
«Espero que no me acusen por
difundir errores». Las ganas de España de dominar el lenguaje no son poca
cosa cuando el periodista uruguayo señala que en «documentos del Estado
español, que están disponibles en línea, según los cuales España debe promover
la venta de sus productos apoyándose en el carácter globalizador de la lengua
española. La Academia
es una pequeña ruedita del engranaje geopolítico de España, para poner sus
empresas en primera línea en el lucrativo mercado hispanoamericano». «Existe un
mito cuidadosamente cultivado, según el cual las academias serían necesarias
para preservar la unidad de la lengua».
—He notado en su cuenta de Twitter que hace observaciones muy puntuales
sobre los yerros de la
RAE. Recuerdo , por ejemplo, uno donde cuestiona la definición
de franquismo y además pregunta «¿miedo de la palabra dictadura?». Eso es
adentrarse en terrenos pantanosos con la academia y con el propio gobierno
derechista español, (ya ve usted cómo sentaron en el banquillo al juez Garzón).
¿A dónde piensa que puede llegar con esto y, sobretodo, cual es su objetivo?
—Bueno, espero que no me sienten
en ningún banquillo por difundir los errores de la RAE , sobre todo cuando en mi
país (Uruguay) no rigen las leyes del Reino. Simplemente no entiendo cómo un
diccionario que pretende ser un modelo de lexicografía, que es casi lo mismo
que decir de imparcialidad, se abstenga de definir el franquismo como una
dictadura. Hasta hace unos años, definía el marxismo como «la doctrina de
Carlos Marx y sus secuaces». Hace poco tiempo publiqué un artículo en el que
analizo el empleo de definiciones vergonzosamente parciales, como la que
califica como «pérfido» «el que falta a la fe [católica] que debe» o se define
el «temor de Dios» como el «miedo reverencial y respetuoso que se debe tener a
Dios». No es que no puedan decirlo, puesto que mucha lo cree así, pero en
Lexicografía se exige que en esos casos se diga algo como «según la Iglesia católica» para que
el diccionario no se comprometa con una creencia que no es de todos. Al final,
hay hablantes de español que son ateos, agnósticos, judíos, musulmanes; no hay
por qué imponer el catolicismo como inherente a la lengua castellana
(…) Lo único que pretendo es desenmascarar para la mayor cantidad de gente
posible la farsa que representa el hecho de que la Academia se presente como
«mero notario de los hablantes», cuando se prevén para el próximo diccionario
vocablos inventados, que no aparecen siquiera en su propio corpus. La
Academia inventa, manipula, distorsiona. Es una entidad
formada por una pequeña minoría de lingüistas y una gran mayoría de españoles
(escritores, actores, músicos, médicos, economistas) que están allí para dar
brillo a sus nombres, sin poder contribuir con nada, porque nada saben de
lingüística, como reconoció en su discurso de ingreso la académica escritora
Soledad Puértolas.
No es la primera vez que alguien
mete en aprietos a la
Academia ni la llama falsa. Padres de niños con autismo
sostienen un pleito lingüístico contra el diccionario, por la
definición actual de autismo pues la consideran ofensiva y falsa: «Síndrome
infantil caracterizado por la incapacidad congénita de establecer contacto
verbal y afectivo con las personas y por la necesidad de mantener absolutamente
estable su entorno». La
Academia ha salido a informar que se compromete a incluir una
nueva definición del síntoma para el 2014, para quedar así: «trastorno del
desarrollo que afecta a la comunicación y a la interacción social,
caracterizado por patrones de comportamiento restringidos, repetitivos y
estereotipados».
—Por último, ¿qué requiere la academia o cuál es su recomendación para
la mejorar del lenguaje y su difusión?
—La lengua es un producto de una
capacidad del cerebro humano que se llama «función del lenguaje». No la crearon
las academias ni los gramáticos, que solo tratan de apropiarse de ella. El niño
que a los tres o cuatro años ya domina la lengua no estudió ninguna gramática,
pero ya conoce y aplica intuitivamente sus normas, sin necesidad de ninguna
academia. Podemos decir que la lingüística es una ciencia natural, puesto que
estudia un objeto que surge en la naturaleza, en la biología humana y en el
hombre en sociedad. Existe un mito cuidadosamente cultivado, según el cual
las academias serían necesarias para preservar la unidad de la lengua. Sin
embargo, observemos la lengua inglesa, que jamás tuvo academias ni ningún
instituto normativo y es la misma en Estados Unidos, el Reino Unido, la India , Sudáfrica o
Australia, más allá de variantes que pueden compararse con las del castellano.
La necesidad de una institución para mantener la unidad de la lengua es una mentira
divulgada para ganar dinero. Lingüistas como José María Blecua o Víctor García
de la Concha
deberían avergonzarse de prestarse a esas patrañas. Marco
El original de este artículo
y las grabaciones aludidas pueden verse y escucharse en
http://diez4.com/diez4/?p=6846
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