Ricardo Bada publicó en El Trujamán la siguiente columna sobre Maricones eminentes, un libro del colombiano Jaime Manrique Ardila,
aparecida el 11 de febrero pasado.
Lorca, Arenas, Puig & Co.
¿Se
puede traducir mal en Colombia el libro de un colombiano, escrito originalmente
en inglés? Sí que se puede.
Maricones eminentes, del barranquillero
Jaime Manrique Ardila lleva un subtítulo a primera vista megalomaníaco: Arenas, Puig, Lorca y yo, donde
pareciera como si el autor se equiparase, desde la portada, con Reinaldo
Arenas, Manuel Puig y Federico García Lorca. Prefiero entender que ese «y yo»
quiere denotar una relación habida en el plano personal y que sigue habiendo en
el plano intelectual entre Arenas, Puig, Lorca y el autor.
[Pasaría
aquí algo así como en el título generalmente mal entendido de un clásico de
Vicente Aleixandre, La destrucción o el amor, donde la conjunción no es
disyuntiva sino equiparativa, de manera que el título debe leerse como «La
destrucción, o sea: el amor»].
La
lectura de Maricones eminentes no
defraudó mis esperanzas: este libro encierra muchísimos méritos, de los cuales
no es el menor el de haber sobrevivido a la traducción y a la edición.
Para
que nadie crea que soy demasiado duro al decirlo me limitaré a dejar constancia
de que en la edición en castellano —en una traducción que no se debe al autor— aparecen
ocho referencias al teatro popular que dirigió García Lorca durante las
jornadas de extensión cultural de la República española, un teatro popular que forma
parte del acervo intelectual colectivo hispanoamericano y es de mera cultural
general saber que se llamó La
Barraca : en este libro aparece ocho veces mencionado como «La Barranca ». Algo así como
si yo hablase de la compañía teatral más famosa de Colombia, y en vez de
nombrarla por su nombre, La
Candelaria , la llamase La Calendaria.
Aparte
de eso, que es error de bulto, la traducción —para decirlo empleando sus
propias expresiones— casi no logra salir del clóset del idioma inglés. Y luego,
los duendes de la imprenta se han portado muy mal con el texto. Los acentos
sobre la palabra «solo» están regados tan a voleo que no se distingue cuando es
adverbio o es adjetivo. Y el uso anárquico de las cursivas convierte la Rebelión
en la granja de Orwell en una obra de Aldous Huxley. Y como el libro está
editado en Colombia resulta no ya cómico sino hasta ridículo que se explique a
los lectores qué cosa es una almojábana y qué se entiende por cachaco: algo así
como llevar lechuzas a Atenas… o almojábanas y cachacos a Bogotá. Amén de todo
ello, en 1977 no hacía dos meses, sino dos años de la muerte del general
Franco.
Y
por si todo esto fuera poco, en menos de cinco páginas hay una persona que
cambia de sexo sin que se nos explique por qué: de ser «amiga» en la p. 100
pasa a ser «amigo» en la p. 105.
Pues
bien: a pesar de todo, el libro de Jaime Manrique Ardila sobrevive, y sobrevive
porque es un libro escrito con una sinceridad y una honestidad apabullantes,
que se concentran como un extracto en las cuatro espléndidas páginas finales,
donde la traducción le hace honor al original y es también de buena calidad.
Manrique
tiene razón al resumir, cito literalmente sus palabras:
El asesinato de Lorca, el suicidio de Arenas
y la muerte de Puig en el exilio, se oponen con claridad cristalina al régimen
del general Franco en España durante cuarenta años, al gobierno férreo de
Castro en Cuba durante casi cuatro décadas, y a los miles de «desaparecidos» a
manos de los militares argentinos en los años setenta. Estos escritores (además
de ser artistas de primer orden, grandes innovadores) no solo hablaron en sus
obras de la opresión de los marginados, sino que tuvieron los cojones de los
que carecen muchos escritores heterosexuales.
Séame
permitido añadir que, de vez en cuando, y cada vez más, conviene seguir el
consejo del inolvidable Felipe Boso: «Llamemos / a las cosas / por su nombre: /
cosas».
No hay comentarios:
Publicar un comentario