Publicada
por La Nación , de Argentina, el 28 de enero pasado,
la siguiente nota de Silvia Premat
se concentra, exclusivamente, en los best
sellers de los dos grandes grupos editoriales que se dividen el mercado
argentino. O sea, vale lo que vale y nada más, lo cual significa que no
necesariamente se refiere a literatura y mucho menos a literatura de calidad. Hecha
la aclaración, tal vez valga la anécdota.
Best sellers: el
éxito tiene varios secretos
Un científico que explica el cerebro, un historiador
que cuenta una vez más la vida del general San Martín y una adolescente con
cáncer de pulmón que se enamora de un chico también enfermo son los ejes de
algunos de los libros que más venden en la Argentina.
Es un éxito que difícilmente pudo haber sido previsto por sus
propios autores, editores o libreros. La fórmula para lograr que un libro
desborde en ventas y obtenga el premio y los beneficios económicos de ser
considerado un best seller se mantiene oculta aun a los ojos de los
mismos que viven del negocio editorial.
Editores y autores hablan de olfato, intuición, suerte, pero
también de misterio. Admiten que si bien el marketing y la publicidad ayudan a
posicionar un título o a un autor, no alcanzan para provocar un boom de ventas.
El piso para figurar en las listas argentinas como más
vendidos cambia según quien lo establezca. Mientras para algunos un título
ingresa a ese edén si supera los 10.000 ejemplares vendidos, otros consideran
que se requieren más de 20.000.
"Se tiende a sospechar que los best sellers son el producto
de maquiavélicas estrategias de marketing motorizadas por poderosas fuerzas
comerciales, pero se lanzan libros con campañas brutales que fracasan; y salen
libros con pocos ejemplares que se terminan reimprimiendo de a cientos de
miles", dijo a LA NACION
el director editorial de la filial argentina de Penguin Random House, Juan
Ignacio Boido.
Un ejemplo de este último caso es Bajo la misma estrella, de John
Green. No obstante la "fama" ganada en los Estados Unidos y Europa,
su primera edición argentina fue de cinco mil ejemplares. Hoy, poco menos de
dos años después, ese autor lleva vendidos en el país más de trescientos mil
libros. Boido recuerda que "cuando salió acá la primera nota periodística
grande sobre Green, ya había vendido más de ochenta mil". Y sintetiza:
"Lo más importante es el olfato del editor, la capacidad de un libro para
sintonizar con la época y el talento para despertar interés, placer o empatía
en los lectores".
Desde el Grupo Planeta su director editorial en el Cono Sur,
Ignacio Iraola, ironiza: "Si tuviese la fórmula para anticipar que un
libro será un éxito de ventas, publicaría sólo doce al año y no haría otra
cosa". Y agrega: "Hay elementos que nos orientan como son los temas
del momento, cosas que están en el ambiente y que la gente está comentando, sea
en el país o afuera". Pero estos factores sólo pueden orientar las
decisiones. No garantizan nada.
De hecho, los fenómenos que provocaron El código Da Vinci, Harry Potter,Cincuenta sombras de
Grey y tantos otros hoy
difundidos a nivel global no fueron previstos por sus editores ni por los que
anteriormente desestimaron su publicación.
Una vez que un libro impone un tema, un lenguaje o un estilo
aparecen los que intentan replicarlo, aprovechando el interés despertado en el
público. Su buen resultado no está asegurado.
Desde su rica trayectoria como editora en Planeta, Paula
Pérez Alonso afirma que "hay libros que llamamos «tapados» porque explotan
y sorprenden. Un ejemplo de ello es Malcomidos,
de Soledad Barruti, publicado en 2013. Era algo que estaba en el aire, pero no
imaginamos que había tanta gente ávida de leer sobre el negocio de la
alimentación y que se transformaría en un best seller".
Florencia Cambariere, editora de Penguin Random House,
explica que "cuando llega un libro sabemos qué potencial puede tener e
incluso muchas veces buscamos nosotros como editores los libros. Sin embargo,
no hay recetas porque el mercado cambia permanentemente y se mueve con lógicas
que incluso nos sorprenden a nosotros. Esto es lo maravilloso también de editar
libros".
Entre los escritores también hay experiencias muy dispares.
"Empecé a escribir ficción casi sin la intención de publicar. Jamás me
imaginé que mis libros pudieran venderse, ni mucho ni poco. Mucho menos pensé
que alguna de esas historias podía terminar en el cine", dice Eduardo
Sacheri. Dos de sus novelas, El
secreto de sus ojos y Papeles al viento, se ganaron con creces el título de best
seller.
Estanislao Bachrach, autor de dos best sellers sobre el
funcionamiento del cerebro, En
cambio y Ágil Mente,
afirma que "jamás" pensó en las "consecuencias comerciales"
de lo que escribía. Sin embargo, admitió que escribe para "compartir todas
esas herramientas con un público más masivo" que sus alumnos
universitarios y los oyentes de su columna en radio Metro.
No obstante no haberse propuesto desbordar las ventas, los
autores disfrutan de ser leídos por públicos masivos. "Fue una gran
alegría llegar a tanta gente y sentir que el libro explotaba hasta llegar a los
300.000 ejemplares, sin contar los más de 100.000 pirateados que también
llegaron a la gente", dice Felipe Pigna al referirse al primero de sus
libros, Los mitos de la
historia argentina. "Me sentí muy feliz por la posibilidad de
publicarlo. Todos los que recorrieron editoriales y sufrieron largas antesalas,
destratos y «lo veo y lo llamo», saben de lo que hablo."
A diferencia de sus pares argentinos consultados por LA NACION , Jorge Fernández
Díaz, autor de títulos muy vendidos como El
puñal y Mamá, reconoce que desde su juventud
soñaba con ser un escritor popular. "Creo que nunca cejé en ese vano
empeño adolescente", dijo.
También el británico Ken Follett, que lleva vendidos unos 150
millones de ejemplares a lo largo de su carrera, "soñaba con ser una
estrella desde que era un niño". Y ese deseo, dijo, lo impulsó a seguir
escribiendo cuando sus primeras novelas fracasaron.
El deseo también es un motor clave para Luis Majul,
periodista, editor y uno de los autores de investigaciones periodísticas de mayor
éxito comercial. "En general, rechazo las ideas de otros. O, mejor dicho,
confío en mi propio deseo", dijo. Y contó que cuando encara un proyecto no
calcula cuánto dinero ganará, sino que trata de evaluar si ese texto
"dejará una marca". Su editorial, Margen Izquierdo, publicó la
autobiografía del conductor de TV Jorge Rial -Yo el peor de todos-, que
vendió unos setenta mil ejemplares desde que llegó a las librerías, en
noviembre pasado.
"Un libro bien vendido puede tener una buena primera
tirada sin ser bueno o de calidad. Los long sellers son otra cosa. Resisten
varias ediciones y perduran en el tiempo", dice Majul.
Iraola,
en cambio, piensa que es "un prejuicio" afirmar que los best sellers
no son de calidad. "El ejemplo es Paul Auster. Cuando no era conocido
popularmente la crítica lo consideraba un escritor importante. En cuanto
comenzó a vender más dejaron de prestarle atención".
Una vez "consagrados" como escritores de al menos
un libro bien vendido gran parte de los autores dicen ser "respetados en
sus ritmos" por los editores y que esa fama no les pesa. "Más que
peso, que suena feo, siento una estimulante responsabilidad para con mis
lectores, de mejorar cada día, de seguir capacitándome, investigando y
disfrutar de esta profesión-pasión", dice Pigna.
Ser un escritor de best
seller no condiciona a otros, como Sacheri, quien anticipa que "si en
el futuro mis libros dejan de venderse, simplemente volveré a tomar muchas
horas de clase de Historia en escuelas secundarias y en la universidad. Y
seguiré escribiendo".
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