El pasado 24 de abril, sin firma, apareció en la revista Ñ el siguiente artículo sobre pequeñas editoriales argentinas. La bajada dice: "Manejadas por dos o tres personas que cubren todas las tareas, persiguen ediciones cuidadas y arman catálogos fuera del canon".
Encontrar tesoros en el bosque de palabras
Silvestre
es una palabra que se repite en más de dos oportunidades; aparecen conceptos
como “automatismo estilístico” y “diletantismo profesional” y siempre las
nociones de gusto, curiosidad y búsqueda en las diferentes charlas con editores
jóvenes, hacedores de proyectos que empezaron siendo artesanales y que, en
varios casos, han alcanzado grandes volúmenes de venta, una amplia circulación,
pero sobre todo han consolidado sellos de calidad, innovación y compromiso con
cada uno de los títulos que hacen parte de sus catálogos. La fórmula es la
clásica uno más uno y la clave las tareas múltiples. Editores que más temprano
que tarde comprendieron que si los libros que querían leer no existían en el
mercado, podían ser ellos los que los hicieran nacer; y en el camino se
cargaron al hombro no sólo la selección, edición, maquetación, diseño y
corrección de los libros, sino también los tratos con las imprentas, los pagos,
las demandas, las elecciones de papel y la distribución: ese ir de puerta en
puerta a mostrarles los libros a los libreros o directamente a los lectores.
“En el momento en que arrancamos el principal impulso fue
encontrar un espacio para trabajar vinculados a las cosas que nos interesaban.
Estábamos en la facultad y no teníamos ni la menor idea de en qué consistía el
trabajo editorial. Eramos lectores y habíamos sido libreros. Ese era todo
nuestro vínculo con la industria editorial. No teníamos una noción muy proyectiva
de las características que iba a tener la editorial. Sabíamos que era un lugar
en el que queríamos encontrarnos con la literatura que nos interesaba a
nosotros. Con el paso del tiempo fuimos aprendiendo todos los procedimientos y
de a poco fuimos dándole a nuestros gustos una coherencia de catálogo, una
forma discursiva y estética, que fuera razonable, que tuviera consistencia”,
cuenta Diego Esteras, director –junto a Ezequiel Fanego– de Caja Negra,
editores del año –elegidos por los libreros– en la Feria Internacional
del Libro de Buenos Aires de 2014. Celebran diez años haciendo libros, han
abierto su propia distribuidora y su catálogo, que cuenta muchísimos títulos
traducidos por primera vez al español, una fiesta para los buscadores de oro.
“Empezamos publicando los libros que nos partían la cabeza,
que leíamos en la facultad y que no estaban editados o no se conseguían por
ningún lado. Empezamos en el deseo de que otros pudieran leer lo que tanto nos
había inquietado y nos puso muy felices ver que realmente había una avidez por
ese tipo de libros”, resumen Hernán López Winne y Víctor Malumián, hacedores de
Godot, una editorial con más de setenta títulos, inmensos autores del ámbito de
las ciencias sociales y una colección de exhumaciones en la que rescatan viejos
textos de inquietante actualidad. Al momento de lanzar la editorial ya llevaban
cinco años haciendo la revista Esperando a Godot, que había nacido en el ámbito
universitario y que terminó ganando lectores mucho más allá de las aulas. “En
la revista cometimos todos los errores que podíamos cometer y eso nos sirvió
para cuando llegaran los primeros libros”, bromean.
Tanto Caja Negra como Godot han consolidado sus sellos no
sólo en la Argentina
sino en un amplio mercado hispanohablante, sin que ello los haya corrido ni un
paso de las premisas con las que fundaron sus estructuras editoriales
iniciales. Ambas siguen siendo casas pequeñas, atendidas por sus propios dueños
en la sala y el comedor, y sobre todo apegadas a la calidad, el desafío y la apuesta.
Las dos participan de la Feria
del Libro en stands colectivos, Caja Negra como uno de los 7 Logos y Godot con
los Sólidos platónicos, dos espacios que parecen imantar a los lectores más
inquietos.
En Córdoba, la corriente de la edición trae mucha agua de la
cual beber y uno de los proyectos que abre caminos es Caballo negro, surgida en
2008. Alejo Carbonell, uno de sus creadores, recuerda que tras una experiencia
más hippie decidió –junto a dos amigos– pensar un catálogo e intentar delinear
un plan de edición, aunque reconoce: “No sabíamos nada de este inmenso oficio y
muchas de las inquietudes iniciales siguen aún irresueltas”. El puntapié
inicial del sello fue el libro de poesía Sueño
americano , de María Teresa
Andruetto, que le dio un fuerte espaldarazo. “Voy a decir algo que no nos cree
nadie, nosotros no teníamos ni idea de lo que movía la Tere. A nosotros nos gustó
el libro. Yo la había escuchado leer unos poemas una vez y cuando armamos la editorial
le escribí para pedírselos. Ella fue muy generosa y hoy es como una tía”,
explica entre risas el editor.
En diálogo con Caballo Negro, pero desde Rosario y mirando a
lo que ellos llaman “el bajo litoral expandido”, va tejiendo su tela con
colores vivos y bellas letras regionales la editorial Ivan Rosado, Ivan, así,
sin tilde. “A lo mejor el motivo principal para armar la editorial fue darle un
formato físico e inventarle una circulación a materiales muy estimulantes para
nosotros. Pensamos que elaborar un catálogo es un trabajo estético, como hacer
un dibujo, una obra. Y así, como cada libro publicado es una obra en sí, de su
autor en particular, nosotros creemos que el catálogo es nuestra obra, una
cadena de ideas, nombres, materiales simbólicos”, enumeran Ana Wandzik y
Maximiliano Masuelli y comentan que el nacimiento de la editorial coincidió con
el de su hijo. La vida del sello está enlazada con la propia vida, puertas
adentro y puertas afuera, porque editores como ellos no sueltan nunca sus libros.
“Los libros van de aquí para allá en nuestras mochilas,
procurando que lleguen a donde tengan que llegar. Los llevamos con nosotros a
donde quiera que vayamos”, repiten Mariano Quirós y Pablo Black, responsables
de Mulita ediciones, que con un manojo de libros fresquitos se han plantado
desde el Chaco y empiezan a dar que hablar. “Buscamos que los libros que
publicamos sean los que nos hubiera gustado escribir y mucho más rápido de lo
que hubiéramos esperado empezamos a recibir consultas y textos de autores que
nos rompieron la cabeza”, cuentan y menciona a Tony Zalazar, Orlando Van Bredam
y Matías Aldaz “un autor de triple nacionalidad –entrerriano, correntino,
porteño– que nos acercó esa joyita que es su libro La lluvia cae en todas partes y que provocó un hermoso estallido, tanto
literario como geográfico, de nuestra editorial: tanto, que el próximo libro de
Mulita es Nada personal , del porteño/tucumano Fabián Dorigo”.
Con recursos que siempre son escasos, frente a pujas con
retadores inmensos, la defensa indiscutida de estos sellos es su catálogo,
modelado al amparo más del gusto que de la planificación. “Vamos sin apuro y no
nos dejamos encandilar por cómo se está escribiendo en cada época o quién está
escribiendo en cada época. No nos interesa ir detrás de ninguna hegemonía.
Nosotros no hacemos autores, hacemos libros”, enfatiza Carbonell y habla de la
reciente decisión de editar una traducción local –de Gastón Sironi– de Vuelo nocturno , de Antoine de Saint-Exupéry.
“El nuestro es un catálogo silvestre, en el sentido de que un
poco se va creando solo, una obra llama a otras obras, un autor a otro. Pero
además es un catálogo re argentino, desde el Litoral, que mira en simultáneo
producciones del pasado y del presente”, explican los editores de Ivan Rosado,
que exhibirán sus libros en la
Feria en el stand de Santa Fe.
Todos los editores mencionan cierta cohesión interna en los
catálogos. “Siempre se trató de seguir una constelación personal, pero con el
paso del tiempo fuimos viendo qué tenía mejor recepción y aprendimos a leer
mejor el mercado, los espacios en los que había faltantes que eran más
importantes. A mí me gustan mucho los libros con los que abrimos cosas,
comportamientos editoriales que eran nuevos para nosotros pero que se hicieron
valiosos para los demás, como Después
del rock , de Simon Reynolds
–traducido por Gabriel Livov y Patricio Orellana– con el que abrimos una línea
de publicaciones que encontró lectores, o Volverse
público , de Boris Groys
–traducido por Paola Cortes Rocca– que inauguró la colección Futuros próximos,
de ensayos y textos críticos sobre problemas muy contemporáneos”, cuenta
Esteras.
Los responsables de Mulita califican su catálogo simplemente
como “honesto” y desde Godot reconocen que empezaron por publicar lo que les
gustaba “Abelardo Castillo nos dijo una vez que sus revistas eran simples de
hacer porque publicaba lo que le gustaba y como consideraba que él no era muy
original, a mucha gente le debería gustar lo mismo. Lo nuestro es un poco así.
Hasta aquí la gratificación más importante que tuvimos fue la publicación de El resto indivisible , de Slavoj Zizek –traducción de Ana Bello–
porque hicimos una apuesta muy fuerte y salió bien”, concluyen. Hacer una
apuesta fuerte en estructuras como estas es ni más ni menos que poner todo en
juego, creer y animarse a saltar una y otra vez.
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